Una urgente voz de alerta por los delfines de Posorja y El Morro
Un estudio advierte de la reducción del número de ejemplares en estos sectores del golfo de Guayaquil. En los últimos 30 años, la baja fue del 50 %.
Dos comunidades de delfines del estuario interior del golfo de Guayaquil, conocidos como bufeos (Tursiops truncatus), han experimentado una reducción del 50 % de su población en los últimos 30 años y, si no cambian las actuales condiciones de su entorno podrían desaparecer totalmente en las próximas décadas.
Así lo advierte un estudio de los investigadores de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), Fernando Félix y Santiago Burneo, desarrollado en los últimos diez años con dos grupos de cetáceos que ocupan habitualmente los sectores de El Morro y Posorja.
Ellos asocian diversos factores a la gradual reducción de ejemplares en los dos sectores. En la comunidad de delfines de Posorja citan el intenso tráfico marítimo de la zona, la cual aumentará aún más con el Puerto de Aguas Profundas. Según explican, los delfines no solo sufren accidentes cuando las embarcaciones chocan con ellos, sino también que el ruido de los motores y de las actividades portuarias incrementan sus niveles de estrés.
Otra amenaza real es un tipo de pesca con redes de fondo fijas para capturar pangora, donde también quedan atrapados los delfines. Por ello sugieren cambiar esa técnica y reemplazarla por trampas. En El Morro están expuestos a redes de superficie y tráfico de embarcaciones pesqueras menores.
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— PUCE (@PUCE_Ecuador) September 15, 2020
Riesgo inminente de extinción para los delfines del Golfo de Guayaquil.
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Como causas comunes señalan el incremento de las descargas contaminantes al golfo de Guayaquil a través del estero Salado y del río Guayas por sus afluentes Daule y Babahoyo. El año pasado, la denuncia de la inmensa acumulación de basura en las playas de la Isla Puná obligó a un operativo municipal especial de limpieza.
El tiempo y la dedicación en este trabajo les ha permitido a los investigadores la identificación individual de todos los individuos que integran las dos comunidades de delfines. Las definen así porque, según explican, constituyen una especie que habitualmente vive en grupos estables y cuyos miembros están emparentados entre sí.
“Conocemos la situación de cada individuo. No es una estimación. Sabemos quién es quién, sus relaciones familiares, las comunidades a las que pertenecen. Son años de estudios con técnicas muy bien aplicadas. No sería posible hacer una evaluación de las trayectorias poblacionales sin tener estos datos”, explica Burneo.
Esa característica les ha permitido contabilizarlos y precisar la disminución de integrantes en los últimos años: En El Morro hubo un ligero aumento de 19 en 2014 a 21 animales en 2019, principalmente debido a la producción de crías. En Posorja había 23 animales residentes en 2014, pero en 2019 disminuyeron a 14.
“Estamos hablando de apenas 35 animales. Cada uno cuenta. Cada uno representa alrededor del 3 % del total de la población.
El rol de los delfines en este ecosistema es el mismo del tiburón en los corales o del león en la sabana africana: ayudan a controlar el equilibrio de las especies, ejemplifica Félix para explicar la importancia de la presencia de estos cetáceos.
Además, para un importante número de habitantes de El Morro, el avistamiento de los delfines mueve al menos 30 embarcaciones turísticas y otras tantas en Posorja, lo que supone una fuente alterna de ingresos para esta población tradicionalmente pesquera.
Frenar esa tendencia decreciente y, mejor aún, fomentar su recuperación, es una tarea compleja, pero urgente para evitar su extinción en esa zona.
Hay factores que se pueden remediar, por ejemplo, tratando de reducir la velocidad de las embarcaciones en las cercanías de Posorja; o educando y capacitando a los pescadores para que utilicen otras formas de pesca y captura de cangrejos y pangoras que no afecten a los delfines.
Sin embargo, la reducción de descargas de contaminantes desde la cuenca del Guayas y del estero Salado requiere una acción conjunta del gobierno central, a través de los ministerios de Ambiente, Agricultura, así como de los municipios asentados en sus riberas para un control más efectivo.
Finalmente, está la tardía madurez sexual y el bajo índice reproductivo de la especie. “Este delfín tiene un período de crianza de tres años. Las hembras no llegan a tener más de ocho o diez crías a lo largo de su vida. Deben llegar a los cincos años para recién tener una cría. Y los machos, si no tienen diez años, es difícil que se puedan reproducir”, explica Félix .
“En la cadena o pirámide trófica, los depredadores tope no son abundantes, están en la cima. Allí la importancia de su conservación.
De allí también que el objetivo de recuperar la cantidad de delfines en estos sectores solo puede ser a largo plazo y con un esfuerzo articulado de la población, las instancias municipales y las gubernamentales. De lo contrario, es posible que estos cetáceos en Posorja y El Morro desaparezcan en una o dos generaciones más. Esto es, en 20 y 40 años, aproximadamente, si no cambian las actuales condiciones.
Lea aquí el artículo científico completo publicado por Fernando Félix y Santiago Burneo.