La venta informal invade las aceras de los barrios del norte
Los habitantes de Los Rosales y Colinas de la Alborada piden orden para recuperar su espacio público Exigen a las autoridades control con las tricimotos
Caminar por la acera con tranquilidad se vuelve una tarea complicada en las ciudadelas aledañas Colinas de la Alborada y Los Rosales. Esto, debido a que los comerciantes, como se registra en otras zonas de la urbe, se toman las aceras para realizar sus ventas, además de que las vías están repletas de basura. Por ellas también, denuncian los habitantes, circulan tricimotos, aunque no con tanta frecuencia. Por suerte.
En la avenida José Luis Tamayo, la principal y que conecta estos dos vecindarios del norte, debido al comercio (en su mayoría informal) no pueden circular con libertad ni siquiera una madre con su bebé en coche.
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Leer másLos peatones, como lo comprobó EXPRESO en un recorrido, deben esquivar los quioscos instalados sobre la vereda y hasta los tendidos que están al paso. “Llega un punto en el día en que hay que caminar con cuidado porque aquí hay demasiados vendedores con sus mesas. Nos toca hacer malabares para transitar”, contó Romina Verdesoto, quien no está en contra de que las personas vendan, pero sí pide que lo hagan de forma ordenada.
“Todos los moradores nos servimos de estos negocios, pero deben tener más cuidado y ser más ordenados. Por vender, y esto sí me preocupa, a veces incumplen las medidas de bioseguridad. Eso no me agrada, peor en esta época”, manifestó la mujer mientras se alistaba a cruzar la calle.
Esta es una zona muy transitada. A veces la gente camina por la calle y es peligroso. Ellos se ponen más molestos que nosotros, pero tenemos miedo de atropellarlos.
Para Ramiro Orellana, un adulto mayor que vive en el sector, resulta complejo caminar por esa arteria cada vez que intenta hacer sus compras. “Me gustaría salir con mi nieto a comprar tranquilo, pero con tantos peligros en la calle es mejor dejarlo en casa. Yo debo andar con mucho cuidado porque los negocios obstaculizan el espacio. Hay consumidores de droga además. También roban. No hay tranquilidad, por lo tanto, en ningún espacio. Hemos perdido el espacio público”, se quejó.
En reportajes anteriores, este Diario ya contó sobre el grado de inseguridad que viven las familias, sobre todo en las dos últimas cuadras que conectan la José Luis Tamayo con la Francisco de Orellana. Allí hay adictos que incluso se recuestan sobre el parterre central o se escabullen entre los negocios improvisados de venta de cangrejos.
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Leer más“Nosotros nos hemos cansado de dar aviso a la policía, pero nunca nadie hace nada. Aquí son dos barrios o hasta tres, me atrevería a decir, contando a Guayacanes que se encuentra al frente, que se ven directamente afectados por la inseguridad y la informalidad. Evidentemente, a nadie le importamos”, lamentó Solange Gallegos, residente de Colinas de la Alborada.
Nosotros buscamos la manera de sobrevivir, no es fácil. En el centro hay muchos vendedores, así que buscamos una parte de Guayaquil en la que se pueda trabajar.
Frente a este escenario, EXPRESO le consultó al Municipio cuáles son los controles y medidas que allí se están tomando para frenar ambos problemas, pero hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta.
Quien sí emitió un comunicado fue el consorcio Urvaseo, quien aseguró que los carros recolectores de basura circulan tres veces al día por el lugar. Si hay desaseo, es porque la comunidad incumple con los horarios de recolección, afirmó. Y los vecinos del lugar lo aceptaron. “Nosotros también les llamamos la atención (a los vecinos que no acatan los horarios), pedimos que no arrojen más desechos, que se esperen, pues todo apesta, pero jamás hacen caso. Pasa a diario. Es un asco”, aseguró Narcisa Anastacio, también de Colinas.
Es difícil caminar por las veredas de aquí. Si no son los vendedores en las calles, es la basura regada que apesta demasiado. Debe existir mayor control en la zona.
En este vecindario, donde incluso el piso está pegajoso y tiene manchas generadas por los desechos, las molestias generadas por las tricimotos son más graves que en el sector de Los Rosales. “Avanzan hasta la ciudadela Los Álamos, por donde no está permitida su circulación, se trepan los parterres, también llenos de frutas y comercio al aire libre, y se desplazan en contravía junto a los caminantes. La gente está enojada, tengo familia que vive allá”, denunció Nadia Jiménez, quien vive en la intersección con el primer pasaje 9A.