VERBENAS
Celebración. En la primera fila, Rubén Manrique Suárez, Veruschka Acuña, María del Carmen Friend y Paola Manrique.Francisco Flores / Expreso

Verbenas guayaquileñas, tradiciones vivas

Los exalumnos del colegio Guayaquil y Vicente Rocafuerte perduran con el legado. Expresan sus anécdotas

La música tiene el poder de marcar los compases del presente para bailar, pero también para despertar los recuerdos. Por las fiestas de la fundación de Guayaquil, allá por la década de los 90 era típico ver a los alumnos de diferentes colegios públicos de la ciudad, como el Vicente Rocafuerte y el entonces llamado Colegio Nacional de Guayaquil (ahora Instituto Superior Tecnológico Guayaquil) presentarse en las tarimas que se instalaban en la plaza San Francisco.

En esa época la avenida 9 de Octubre era la vitrina de una feria de libros, que ese entonces no era como la que hay ahora. En la década de los 90 no había escritores internacionales invitados, es más en los registros de la exposición de libros se cuenta que empezó en 2015. Pero en el siglo pasado también existió la feria de libros, donde los estudiantes de los colegios nacionales aportaban con la parte artística.

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Por las fiestas de la fundación las presentaciones musicales también eran en la glorieta del parque Seminario, el escenario típico para las verbenas. También tocaban en el parque de la Armada, donde queda el museo Naval de Guayaquil, en el Municipio, en las universidades, etc.

¿Que es lo destacable en la historia de las verbenas del siglo pasado? Que los músicos eran estudiantes de los colegios, que habían aprendido a tocar un instrumento musical en las aulas de la entidad educativa donde cursaban el bachillerato y esto porque tenían la asignación de música. Esto permitía que quienes voluntariamente querían ser parte de los grupos musicales lo hicieran; en el Colegio Nacional Guayaquil había grupo de flauta y conjunto de cámara.

En la actualidad ya no se dan clases de música en los colegios públicos, dentro de la malla curricular. Y de esto se quejan los exalumnos, por considerar que sin la opción de desarrollar un arte para los jóvenes de la actualidad los acerca más a las bandas delictivas. Justamente por las pocas oportunidades que tienen para desarrollar sus habilidades.

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Los expertos avalan que aprender música permite el desarrollo cerebral, optimiza los resultados académicos, ayuda a socializar, a tener espíritu crítico, respetar y colaborar con los demás. 

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Festival. Karla Rodríguez Manrique, María González, Éricka Ponce y Mónica Morán interpretan canciones en honor a Guayaquil.francisco flores

Hasta enseña a ser más sensible con el entorno, para respetar los derechos humanos y, por ello, el grupo de exalumnos pide al Gobierno volver a incluir a los profesores de Música, con la materia en los colegios públicos. Ellos replican una frase del español concertista y director de orquestas, Íñigo Pirfano, quien dice que el niño que toma un instrumento musical no tomará jamás un arma.

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De los exalumnos, unos han pasado el umbral de los 50 años y otros están por pasarlo y, pese al tiempo transcurrido, siguen reuniéndose cada año para celebrar a la ciudad; lo hacen en un hogar donde se respira música: la casa de la familia Manrique. Allí todos sus miembros son concertistas.

¿Por qué hacen la verbena en la casa Manrique?

Allí vive el maestro de música, Rubén Manrique del Pozo, quien no solo se ha destacado por ser uno de los gestores de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, sino por ser entusiasta en celebrar a Guayaquil. Sus alumnas se acostumbraron a llevar su melodía a las casas de artistas que habían puesto en alto a la ciudad y que ya estaban envejecidos.

“Recuerdo que íbamos a tocar a la casa de Carlos Rubira, que vivía en el centro de Guayaquil, en ese entonces él ya estaba entrado en años”, destacó Veruschka Acuña, quien en la actualidad es doctora.

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Maestros. El concertista Rubén Manrique, la soprano Maritza Ortega y concertista Francisco Carvallo Castillo, de jóvenes impulsaban las verbenas.Francisco Flores / Expreso

Entonces esa consideración por la ciudad y por sus músicos, que estaban ya envejecidos, quedó como aprendizaje. “Ahora visitamos a nuestro maestro, él al vernos se llena de energía de ver que aunque no todas tomamos la música como profesión, sigue en nosotras esta pasión por tocar flauta o violín o piano y de celebrar a Guayaquil con música”, agrega Acuña.

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Los exalumnos no solo tocaron las canciones típicas de Guayaquil, sino que también compartieron la gastronomía que distingue al Puerto Principal, como son los muchines con miel, bolones, etc.

Un legado que se mantiene vivo

Una de las exalumnas del Colegio Nacional Guayaquil, Mónica Morán, en la actualidad estudia una licenciatura en Administración de Empresas, en la Universidad de Especialidades de Espíritu Santo (UEES). Dentro de la malla de estudio está que debe hacer prácticas de vinculación con la comunidad. Entonces ayer llevó al grupo a la verbena que se hizo por el Programa de Formación de Lectores Sueños de Papel, en la biblioteca infantil Ruth Garaicoa Soria, en la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas.

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Morán destacó que para ellas es un deleite transmitir a los niños, mediante la música, el respeto por la ciudad; y que de esta manera colabora por un mejor mañana de Guayaquil.

La versión desconocida en torno a Medardo Ángel Silva

María del Carmen Friend, exalumna del Colegio Nacional Guayaquil y exmiembro del grupo musical de esta entidad educativa, también participaba en las verbenas, pero con un sentimiento muy especial cuando interpretaba la canción de ‘Guayaquil de mis amores’. Ella es pariente de Lauro Dávila, autor de la letra de esta famosa canción. “Lauro era el tío abuelo de mi mamá, Carmen Jiménez Dávila”, comentó Friend.

Lauro se casó con Rosa Amada Villegas, amiga de Medardo Ángel Silva. La historia dice que él estaba enamorado de ella, quien en ese entonces tenía 15 años y que fue la musa para el poema ‘Alma en los labios’, que luego se hizo canción. Según la versión de Rosa Amada, Medardo Ángel Silva no se suicidó, “él estaba jugando con un arma que se le disparó, contaba doña Rosa Amada en las reuniones familiares”, relató Friend como una esas anécdotas que saltan en las conversaciones que se dan en las verbenas. Al parecer que como en esa época hubo un movimiento de escritores que se mataban por amor, la opinión popular romantizó la muerte de Silva, que al parecer fue por un accidente al jugar con un arma de fuego y no que se suicidó en la casa de Rosa Amada después de declamarle el poema que le había dedicado.

La versión de Rosa Amada contradice todo lo que la historia cuenta, pero es la versión que su familia siempre le creyó.

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