Alberto Acosta Burneo: "Me gusta todo tipo de música, hasta reguetón"
EXPRESIONES compartió una mañana con el reconocido analista económico, quien dejó claro que sus habilidades van más allá de los números.
Es uno de los más consultados analistas económicos del país y pocas veces ha dejado que entren en su mundo íntimo.
EXPRESIONES tomó ese desafío y decidió explorar al hombre detrás de las finanzas, los balances y la óptica que tiene del país. Alberto Acosta Burneo resultó ser un amante de la música, buen bailarín y, entre otras cosas, confesó ser daltónico y muy malo para recordar nombres y rostros. Aquí sus revelaciones.
¿Si su piano pudiera hablar, qué cree que le diría en este rato?
Que la vida es bella, que existe la belleza y estamos aquí para crearla. Practico todas las tardes, conforme el tiempo que tenga, lo toco de una hora a hora y media. Es el momento del día en el que me relajo.
¿Qué significa este instrumento para usted?
Perseverancia. Para mí la música en sí es algo a lo que le tengo gran cariño. Viví mucho tiempo en casa de mis abuelos. Mi abuelo tocaba el chelo y se reunía con un conjunto de amigos los fines de semana para hacer música de cámara, barroca.
Sé que el piano tiene una presencia importante en su vida.
Rajmáninov me encanta. El piano es un momento de tranquilidad, de poner las pasiones del día en orden, bajar tensiones y estar relajado para acostarme en la noche.
Lucho Silva le hablaba a su saxofón, ¿usted le habla al piano?
(Risas) Tampoco así.
¿Cuál ha sido su método para solucionar su daltonismo?
Con lo macro, el orden. Y en cuanto a la ropa, la adquiero por colores fríos, azules, grises y negros que se pueden combinar entre ellos, entonces no hay cómo perderse, pero para comprarla necesito ayuda de mi esposa.
¿Qué tal para el baile?
Me gusta bailar todo tipo de música, hasta reguetón.
¿Y se va hasta abajo?
Cuando toca, por supuesto (risas), mi esposa me enseñó, porque como quiteño, mi fuerte no era el baile, así que me casé con una mona.
Ahora es un Daddy Yankee.
No tanto (risas), pero he mejorado mucho.
Me han dicho que usted es excelente diente, todo lo que ve se lo devora.
Definitivamente, me encanta todo, desde la pizza hasta los mariscos.
¿Su mayor desafío cuál es en este momento?
Quiero seguir enseñando a la población las ideas de la libertad. Mi desafío es convencer al país y explicar cuál es la vía que siguieron las naciones que hoy son prósperas, tratar de que en Ecuador se haga lo mismo. Busco que este país sea uno de oportunidades para mis hijos y es algo que todavía no veo. Es un proceso de paciencia.
Una de sus frases es la libertad no se pide, se la toma... ¿Y la justicia?
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Leer másSe la exige, mientras no la exijamos y que se respeten las leyes, podemos tener abundancia de estas y eso no garantiza la justicia. Aplaudimos la injusticia cuando nos conviene y, cuando no, la rechazamos. Esta debe ser aplicada siempre.
¿A quién le rinde cuentas?
A mi conciencia. Mi padre me repetía siempre: orden, disciplina y método, y es algo que al final del día se me ha quedado. Cumplo todo lo que me he trazado. Tengo una hora para todo, para leer y hacer ejercicio.
Hablando de su padre, ¿en qué coinciden?
En la familia y en el amor y pasión por los ideales, cada quien con los suyos.
¿Cómo responde a quienes dicen que usted vende pánico a la gente?
(Risas) Ese es el argumento de quienes no quieren escuchar lo que se dice. Quienes sí lo escuchan, lo entienden y lo pueden analizar.
¿Qué resultados le ha dado su autoanálisis esta semana?
Esta semana analicé sobre el comercio exterior y las oportunidades que tiene el país en abrir mercados y eso es muy importante.
¿Qué provoca en usted un desajuste emocional?
Evidentemente, hay momentos difíciles. Los conflictos en el interior de la familia me desequilibran. Por lo demás, trato de que no me afecte lo que suceda fuera.
¿Cómo es opinar en Ecuador?
Es una actividad de alto riesgo en Ecuador y en el mundo en general. Las redes sociales han exacerbado la violencia y las reacciones, pero no me afecta. Para estar en una red social y sobrevivir hay que tener piel de cocodrilo. No hay otra alternativa.
¿Pasiones de juventud?
Un encuentro casual con las cartas de Velasco Ibarra en casa de mis abuelos. Cuando murieron, las abrí y descubrí que eran unas misivas de amor del expresidente con una novia que tuvo en su juventud.
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Leer másAhora hábleme de sus pasiones.
(Sonríe). Mi pasión realmente es la música y el arte en general. Cada vez que puedo trato de ir a un concierto o a una obra de teatro.
¿Qué le molesta?
Los políticos que buscan engañar con su populismo económico, los facilismos no solucionan los problemas del país.
¿En qué es austero?
En todo, la austeridad es un valor muy necesario para vivir tranquilos, sin lujos extremos, incluso para cuando los recursos falten, no sentirlos. Cuando llega la vejez, hay que aprender a vivir con menos y disfrutar de lo importante, experiencias, viajes y hacerlo con mis hijos.
¿Hablando de viajes, cuál es una de sus ciudades favoritas?
Tal vez Roma.
Bueno para los números y malo para...
Acordarme de las caras y los nombres.
¿Cómo me llamo?
Santiago (risas).
¿Además de economía, qué otras cosas se le puede consultar?
Política, ciencias sociales y cualquier opinión que se le pueda dar a un amigo.
¿Con quién le gustaría tener un buen encuentro?
Hablar de economía con quienes deciden la economía del país.
¿Y a quién le gustaría decirle sus cuatro verdades?
Prefiero un buen debate para poder convencer, no me gusta la confrontación, no aporta.
¿Por qué nunca ha sido ministro de Economía?
Me han propuesto, no he podido aceptar porque tengo hijos pequeños a los que debo mantener y la política es ingrata, quien entre en ella no sale, y si sale, lo hace mal. Es dejarlo todo para una actividad que no te recompensa ni en reconocimiento.
¿Su mejor negocio?
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Leer másComprometerme con estudiar una hora al día. Rinde frutos.
¿Cómo hubiese empezado una carta a Velasco Ibarra?
Preguntándole cómo sobrellevó sus contradicciones y lo que no pudo implementar.
¿Y qué le escribiría a Rafael Correa?
Que perdió una oportunidad de oro, pudo haber sido el mejor gobernante porque tuvo todo para serlo y se desvió al autoritarismo.
¿A Walter Spurrier?
Agradeciéndole por toda su paciencia, enseñanzas y admirando su persistencia, inclusive cuando estuvo enfermo.
¿A Guillermo Lasso?
Que escuche a quienes no le dicen lo que quiere oír. Ahí están las verdaderas enseñanzas.