Alexander González: "Si han venido a mí es porque tienen cómo pagar"
Nacido en Venezuela hace 54 años. Es coach de reinas de belleza. Visitó Ecuador, vive en Londres y organiza el certamen Universal Woman en Dubái.
Alexander González es un coach o preparador de reinas de belleza a nivel internacional, nacido en Venezuela hace 54 años. Asesoró a la Miss Universo 2003, la dominicana Amelia Vega; a Miss Ecuador 2004, María Susana Rivadeneira; y a Miss Mundo Ecuador 2021, Ámar Pacheco.
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Leer másDice que se inició como “muchacho de mandado” en la revista Ellas, que organizaba Princesita Venezuela. Además trabajó en la agencia de la empresaria de la industria del modelaje Rita Córdova. “Provengo de una familia en la que me enseñaron el respeto a la mujer. Gracias a la mujer soy Alexander González”, dice orgulloso.
Generalmente prepara a aspirantes al Miss Universo, Miss Mundo y Miss International. Es organizador del Universal Woman, a desarrollarse en Dubái, con candidatas de entre 25 y 45 años. Vive en Londres, estuvo en China durante seis años. Es risueño y de trato cordial.
En algún momento cada quien descubre en su vida lo que quiere ser, ¿verdad?
Era un joven muy soñador, todos lo somos, desde el presidente hasta el papa. Creo que le di continuidad a esta actividad desde Amelia Vega para acá. Soy un tipo muy agradecido, primero Dios. Quise ser cantante o bailarín, pero me di cuenta de que no tenía talento para aquello (risas).
¿Si usted hubiera nacido mujer habría querido ser reina de belleza?
(Risas) No sé por qué siempre me he visto siendo yo, nunca me he visto como mujer, ni como otra persona. Pero si me topaba en mi vida con un Alexander González y una organización maravillosa, seguramente sí.
Parte de su trabajo es enseñarles que nada es imposible.
Mi familia me dio mucho cariño. Soy una prueba de ello, nací con los pies equino varo (en una forma o posición torcida). Desde los tres días de nacido usé botas de yeso correctivo, luego botas ortopédicas. En el colegio me hacían bullying. A mis compañeros les decía lo que yo tenía, y cuando se daban cuenta me respetaban.
Las aspirantes tienen fama de ser muy quisquillosas y exigentes. ¿Cómo las controla?
(Risas) Creo que es parte de la educación del ser humano y las ganas de ser decente con la persona que trabajan. Siempre les digo que es una tarea en equipo, nunca las catalogo como reinas de belleza. Generalmente soy coach de aspirantes al Miss Universo, Miss Mundo y Miss International, porque son los concursos con los que crecí. Ahora tenemos una nueva propuesta, Universal Woman, en la cual no importa tanto la edad o el estado civil, ya sea casada, viuda o rejuntada (risas).
Aunque parece amigable y atento, ¿con ellas seguramente debe sacar las uñas para ponerlas en orden?
No pierdo la paciencia. Mi carácter es lo que ve. Podría preguntárselo a Amelia o a María Susana. Ganamos en aprendizaje mutuo y yo siempre mantengo mi esencia. Así soy, no pienso cambiar.
¿En qué consiste su entrenamiento?
Generalmente cuando empiezo el período de entrenamiento, lo primero que les pido son exámenes médicos para conocer su estado de salud. Trabajamos de la mañana a la noche. Les enseño desde el simple saludo, porque algunas ni siquiera saludan o agradecen.
¿Cuáles son los errores más comunes de las aspirantes a un reinado?
Depende del carácter, de la educación que se trae desde casa, independientemente de su nivel social. Yo las direcciono. Con María Susana siempre me gustó hacer equipo de trabajo, ella es muy respetuosa.
No tengo el rollo de que la candidata sea rica o pobre, pero debe tener los recursos para pagar porque soy igual que ustedes, necesito de mi quince y último (quincena y fin de mes) para estar tranquilo. Amo lo que hago, soy un artista.
¿Es muy carero?
No lo sé, pero me di cuenta de que soy una inversión tanto para la reina como para la organización. Además vivo en Londres, donde nada es barato (risas). Si han venido a mí es porque tienen cómo pagar.
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Leer másDespués de salir de Venezuela, muchos ya no regresan.
Hace ocho años que no visitaba mi tierra, estuve hace poco para trabajar con Miss Venezuela, Amanda Dudamel Newman, quien irá al Miss Universo. Ya tengo tres años viviendo en Londres. Apenas estoy aprendiendo inglés, siempre tuve gente que me ayudó.
¿Tuvo la experiencia de trabajar con Osmel Sousa, quien fue presidente de la organización Miss Venezuela durante casi cuatro décadas?
Al profesional lo admiro; la persona me quedó debiendo. Sería incapaz de ser tan lapidario, las aniquila (a las chicas). Aquello no me gusta porque hay maneras de trabajar sin romperles el sueño. Cada vez que nos vemos nos saludamos y siento un gran respeto por él. Ni volviendo a nacer lograría lo que ha logrado. A Osmel lo veo como un mentor de manera indirecta, porque no hemos trabajado juntos. Su referencia me sirvió de inspiración. Ha sido el maestro de esta disciplina, aunque cada quien tiene su receta.
Las venezolanas dejaron de ser las únicas en ganar los certámenes de belleza.
Los países se despertaron, no solo las mujeres bellas están en Venezuela, están en todas partes. Creo que la tecnología ayudó a despertarnos. Yo siempre rescataré la belleza natural, no soy partidario de las cirugías plásticas. Se los peleo a las chicas.
La Miss Venezuela (Amanda Dudamel Newman) me comentó que le decían que se debía operar los pechos, pero ella no estaba convencida. Le respondí: “No te operes porque la gente quiere ver senos en ti, lo importante es que tú los quieras ver”. Va divina, sin hacerse nada. Siempre les digo que no hipotequen los valores, principios o la salud por la belleza.
Seguramente ha sido jurado en algunas ocasiones. ¿En qué se fija en esos momentos?
Antes en el físico, ahora en la buena actitud, en esa bonita energía que proyectan las aspirantes. Damos lo que recibimos. En China tengo una escuela para mejorar imagen en hombres y mujeres no solo en la parte externa.
¿Qué opina de los cambios en las reglas de los reinados de belleza?
Me parece chévere porque le estamos dando paso a la evolución. Todo cambio es valedero, lo veo positivo. Aunque sé que cuando hay cambios nos cuesta aceptarlos.