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El amante de Lady Chatterley
El amante de Lady ChatterleyCortesía

'El amante de Lady Chatterley': ¿Vale la pena ver la nueva edición de Netflix?

Esta producción se sumó al catálogo de la plataforma recientemente y ya es una de las producciones más elegidas por los usuario

Sin olvidar su erotismo, su ardiente sexualidad -que se salva de la pornografía por la coreografía impuesta a las escenas y el manejo de las cámaras que impone su directora, Laure de Clermont-Tonnerre-, El amante de Lady Chatterley es (para el espectador desprejuiciado) una verdadera historia de amor en un drama romántico bien trazado y beneficiario de un diálogo profundo.

Un ejemplo: sir Chatterley afirma: “Todo es nada… hogar, amor, sexo, matrimonio, amistad. Vivimos para aprender a aceptar la ‘gran nada’ de la vida”. Y más hondo se convierte cuando se habla del amor, de las ambiciones y los tropiezos morales. Esta obra se basa en la novela escrita en 1928 por David Herbert Lawrence que, en ese entonces, fue totalmente prohibida. En esta ocasión la censura de Netflix le impone ‘18 años’.

Emma Corrin despliega una labor sorprendente y crea una mujer sensible, esperanzada, inquieta por su juventud, fiel de corazón y arrojada al mundo por la estupidez de un marido subyugado por su flema inglesa, su amoralidad, terquedad y un amor que solo él lo entiende. El rostro de Emma al escuchar la propuesta de su cónyuge (“Ese acto sexual será mecánico y no afectará a nuestras vidas si controlas tus emociones, podría ser… como ir al dentista”) es el de una mujer sorprendida, que no encuentra frases para responder, es un rostro angustioso que avalora toda la cinta. Y su actuación vuelve a enaltecerse cuando es pintura del amor prohibido, de la aventura sexual convertida en amor.

La secunda Jack O´Connell. Al principio, él refleja su baja casta, su servilismo y su poquedad. Luego es el incrédulo receptor de la pasión que embarga a su patrona, del ser que enamorado se siente utilizado y no logra evitar su negativa e insolente reacción. Junto a la actriz forman una pareja cinematográfica que dará que hablar por sus talentos y la tolerancia que dan a sus momentos sexuales, a las cuales muchas personas rechazarán y que, en el fondo, tendrán razón pues se están rompiendo tabúes.

Joely Richardson otorga su belleza otoñal y su calidad artística a esta empleada que sabe atender a su señor e intenta preservar la honra de su Lady. Ella es un excelente compendio para el filme. Igualmente Faye Marsay: la hermana cariñosa, expresiva, pero con los pies bien puestos sobre la tierra. Duckett crea su rol a perfección y el buen cinéfilo sabrá apreciarlo en su detestable personaje para el cual su clase debe ser siempre privilegiada y considerar que los no pertenecientes a ella, son poco menos que basura.

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Relevante el vestuario, la ambientación. Y la utilización del azul cobalto, diluido en los segmentos emocionales, es admirable.

Nota al margen. Esta es la quinta versión de la novela (1955, 1981, 2007 y 2015). La tercera se llevó casi todos los César, premio francés.

La novela no se publicó en Inglaterra hasta 1960, su moralidad aún se discute en la universidad de Oxford. Lawrence fue repudiado en su tierra. También fue un gran poeta.

El argumento

Constance Reid (Emma Corrin, la princesa Diana en La corona, se casa con Sir Clifford Chatterley (Matthew Duckett) para luego despedirlo en su camino hacia la Gran Guerra. Vuelve parapléjico e impotente. Radicados en Wragby, su mansión campestre, Lady Chatterley escucha la propuesta más insólita: tener un hijo con otro varón, siempre que el sujeto sea discreto y de buena cuna, pues el título y apellido familiar jamás deben perderse.

Halla al guardabosque Oliver Mellors (Jack O´Connell), se siente atraída y terminan viviendo una apasionante relación sexual. Está la señora Bolton (Joely Richardson, hija de Vanessa Redgrave) para intentar protegerla, al igual que su hermana Hilda Reid (Faye Marsay, Juego de tronos).