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ANDREA MEJÍA ESCRITORA
La autora colombiana lanzó recientemente la novela 'La sed se va con el río'.Cortesía

Andrea Mejía: "El alma es esa sed innecesaria"

Andrea Mejía consolida los saberes y símbolos de sus obras anteriores en una nueva obra magistral

Una novela impregnada por el realismo mágico. En la entrevista que la escritora Andrea Mejía (Bogotá, 1978) le concedió a EXPRESO el año pasado había anticipado con esas palabras el trasfondo de su novela más reciente, ‘La Sed se va con el río’ (Alfaguara, 2024). A diferencia de otras de sus historias, la ciudad ya no aparece en la lejanía siquiera. Ha desaparecido. Y hay un recorrido que irrumpe con la tercera persona a través de tres capítulos titulados con nombres de personajes: Jeremías, Lidia y Patas de Mirlo (nacido Lautaro Cruz), y, Esther.

Lo rural “es un término que no me gusta porque sólo existe como en contraste con lo urbano”, decía la autora que situó la novela ‘La Carretera será un final terrible’ (Tusquets, 2020) precisamente en ese margen. “Me gusta pensar en espacios donde ni siquiera existe ese contraste; me siento bien en la selva o en ese río (Nauyaca) que también está inspirado en un territorio geográfico que visité y que recorrí, que caminé aquí en Colombia, pero (que en la novela aparece) completamente transformado por la imaginación”.

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Durante su visita en Quito, la autora colombiana recordaba que lo indecible, lo que no puede nombrarse de la realidad le da sentido al arte, a través de la intuición. Y en ‘La Sed...’ sus personajes intuyen mientras ‘rondan las esquinas’ de una taberna en llamas, La Golondrina, en busca del amparo que dejan las visiones producto de la ingesta de aguardiente de bejuco. El primer fuego que marcó la vida de Jeremías fue obra de Zacarías Zambrano, un hombre con fama de “brujo salvaje”; y el segundo, que lo hundirá en las tinieblas, surgió de la locura que movió a varios bebedores.

Entre las visiones de los caminantes, una vaca se arroja a un barranco y la estatua de un virgen desaparece como el alma de Jeremías. Sucede en las calles de Sanangó que “suben y bajan desafiando la gravedad en un punto en que la cordillera empieza a perder altura hasta desaparecer en un valle plano como la muerte, donde corren las aguas entredormidas de un río”. El fermento alucinante de la naturaleza se propaga entre lo nebuloso y permite ver lo cierto entre montañas.

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En otro de los pasajes, Heraquio le dice a Patas de Mirlo que “no hay diferencia entre el cuerpo y el alma” mientras mira el agua de un “río descolorido, casi sin luz”. Quien lo escucha, a su vez, sabe que “a Lidia podía verla con los ojos del alma”, pero le hará cargar con un gran peso –como roca de Sísifo– porque sólo ella ha renunciado “a la costumbre vana como vieja de clasificar el tiempo en bueno y malo, los acontecimientos en prósperos y adversos”.

El río del tiempo

Consultada por el periodista bogotano Juan Camilo Rincón, Andrea Mejía advierte que el origen bíblico de los nombres de un puñado de sus personajes es una coincidencia. Y añade sobre Heraquio: “es un nombre muy afortunado porque es el de un campesino que me recibió en su casa en los cañones de un río (...) Es un nombre divino porque además se parece mucho a Heráclito, el filósofo del río, y viene de un campesino que existe en el mundo de los vivos”.

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La fluidez de Esther, en cambio, proviene de su extrañeza: llega de visita, para escribir una crónica sobre la estatua gigantesca que se había salvado del incendio de 1887, “y después de ser incrustada en el alto del Nudo, había desaparecido misteriosamente”. Será cuando el proceso de destilado se revierta que Lidia verá en el sentido inverso del tiempo, recoja sus pensamientos y retire con discreción el velo del enigma entre los muertos.

¿Quién es Andrea Mejía?

Es novelista, cuentista y ensayista. Estudió Literatura en la Universidad de los Andes; doctora en Filosofía. Ha publicado las novelas ‘La Carretera será un final terrible’ y ‘Antes de que el mar cierre los caminos’. Considera a los escritores japoneses Jun'ichirō Tanizaki y Natsume Sōseki como sus maestros.

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