Atrako récords está de mudanza

Tras casi diez años de funcionar en la zona rosa de Guayaquil, en pleno centro, Atrako Records decidió buscar otro espacio, acorde a sus nuevas necesidades.

Aprovechamos el momento para recapitular los orígenes de este proyecto que se fue diversificando durante la marcha y se convirtió en punto clave de la escena de música independiente en Guayaquil, como lugar de ensayo, estudio de grabación y en los últimos años incluso como sala de conciertos.

Aunque Manuel Carvajal, su mentalizador y propietario, se encuentra actualmente en modo ‘maestro Manuko’, es decir trabajando con sus propias manos para dejar a punto el espacio, se dio un tiempo para conversar con EXPRESIONES acerca del camino recorrido hasta ahora y sus nuevos objetivos.

¿Cómo nació Atrako inicialmente?

Surgió como sello discográfico de mi banda, Esputo Catatónico. Yo sentía que no podía asumir gastos como pagos de grabaciones, ensayos, por lo que había que crear algo que asuma eso.

¿Y dónde funcionó en un principio?

Ya cuando tuvimos una batería y ciertos equipos, adecuamos un lugar en mi casa. Yo vivía con mi abuela en el barrio Centenario y la convencí de que me permita convertir mi habitación en una sala de ensayo, donde empecé a hacer mis primeras grabaciones.

¿Cuándo comienza a tomar una visión de negocio?

Cuando nos mudamos a Los Almendros, a la casa de un amigo. Allí duramos de 2008 a 2012, más o menos. No nos fue bien. Los ingresos eran muy bajos.

¿Qué hizo ante ese primer tropiezo?

Volví a casa de mi abuela con mis equipos, pero con la convicción de haber encontrado mi pasión. Incluso mi mamá se dio cuenta de que no era una novelería, que yo quería dedicarme a esto. Empezó a asesorarme en temas como las finanzas y a darme su apoyo. Durante ese tiempo me dediqué a alquilar sonido para eventos y con lo que generé pude alquilar el local en el centro.

¿Y cuándo surgió la idea de contar con un espacio para presentaciones?

Fue en época de pandemia. El negocio iba mal y yo me encontraba endeudado. Así que decidí hacer un concierto clandestino con el lanzamiento de nuevos temas de Esputo Catatónico y ademas la presentación de mi licor, llamado Sorbo de Veneno, bebida oficial de la banda. Capitán Nájera y El Cholo fueron invitados a aperturar el show. La actividad artística estaba muerta, así que fue un boom. Esa tocada se llenó y con esos ingresos pude terminar de adecuar la sala de conciertos.

Y luego vino la escuela.

Teníamos que ver cómo generar ingresos. Y como en Esputo Catatónico empecé a tocar con integrantes que venían de ser profesores en escuelas de música, se nos ocurrió lanzar los Talleres Educativos de Música y Sonido (TEMS), para niños y adolescentes. La idea es preparar a nuestros estudiantes desde temprana edad a perder el miedo y seguir un camino más correcto y concreto en su vida artística. Como siempre digo, el rock es educar, trasmitir, informar. Esto es lo que mi mamá, abuelos, tíos y el rock me han enseñado, y yo lo tomo como mi día a día.

Una enseñanza más integral.

Sí. Los preparamos para que sepan cómo grabar y producir, a grabar videoclips, trabajar la puesta en escena, el aspecto estético. Incluso si se desencantan con un instrumento pueden dejarlo y dedicarse a otro, lo que les permite explorar. Tengo alumnos que llegaron a los seis y ahora tienen ocho años y son capaces de mezclar una banda en vivo. Me parece interesante y siento que los padres de los chicos también lo han comprendido así. La escuela será una de mis prioridades en las nuevas instalaciones.