Ave Jaramillo: "“En época de crisis, hay que aprender a reírse hasta de uno mismo”
El comediante estrena su nuevo show, Traerás melcochas el 4 de marzo en El Teatro del C.C. Scala Shopping, en Quito.
Los ladridos de Marimar, su perrita de seis años, anuncian el arribo del comediante Esteban 'Ave' Jaramillo. Hay apenas una hora antes de que deba partir hacia un bar, donde presentará un show. La entrevista, comenta risueño, interrumpe su rutina de preparación previa a subir al escenario.
¿Y en qué consiste esa rutina? ¿Hay ‘un traguito’ de por medio?
(Ríe) Claro. Me pego un pipazo, una Valium, una raya de cocaína, ya sabes, cosas de comediantes. ¡No! Hago algo de ejercicio una hora antes, guardo las llaves, la billetera y el celular para olvidarme de los problemas que pueda tener en casa, y me tomo un shot pequeñito. De ahí ya solo es cuestión de salir.
Cuéntame un poco sobre tu nueva rutina, 'Traerás melcochas'...
Empezó con la pandemia. Fue una época de mucho estrés, de mucha ansiedad y, ni bien se pude salir, decidí irme de viaje. Me recorrí el Ecuador con la excusa de dar shows y fue hermoso. Me empezó a ir mejor en lo anímico, lo personal, hasta lo romántico. Y me enamoré nuevamente de mi país. Entonces Traerás melcochas tiene mucho de lo que escribí en esa época y también algunos de mis chistes clásicos. Es el cierre de una época.
¿Qué ciudades recorriste?
Literalmente todo el país. Estuve en la Amazonía, di shows en Galápagos, estuve tres meses en Guayaquil. Fue un ‘road movie’ por todo el Ecuador.
¿Qué tal esos tres meses en Guayaquil? ¿Cómo te llevas con el público guayaquileño?
Me encanta el público guayaquileño y me encanta Guayaquil. Tuve unos shows excelentes, con un público superdinámico, atento. Hay esta percepción de que en la Costa a los comediantes de la Sierra no les va bien, que te van a tildar de ‘serrano bobo’, pero no. Siempre me ha ido bien y es una ciudad a la que me gusta mucho ir.
¿Y la farra post-show?
Buenísima. Creo que la farra en todo el país es buenísima. Más bien en Quito es aburrida (ríe).
¿Cuál crees que es el público más difícil?
El cuencano. No es que me haya ido mal en Cuenca, pero el público es como más distante. En otras ciudades, sales al escenario y la gente te grita, o sales y ya están aplaudiendo. En Cuenca no. Sales y la gente es más reservada, más callada. Hace silencio en plan ‘ya pues, hazme reír’.
¿Se te ha hecho más fácil subir al escenario en la actualidad versus la época en la que empezaste?
No sé si más fácil, pero digamos que ahora tengo mejores estrategias para manejar al público y para detectar cuándo se está aburriendo. Además, la experiencia te enseña qué tipo de chistes puedes usar en qué público, porque lo que no quieres nunca es que la gente salga enojada o incómoda.
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Dice que su show más difícil lo tuvo hace años, en Ambato. "Hice un chiste que un grupo de personas percibió como ofensivo, y me esperaron al final. Me gritaron, fue superfuerte".
¿Cambió en algo tu rutina después de eso?
Digamos que aprendí a tratar los temas desde el ángulo correcto.
¿Entonces crees que se puede hacer comedia con cualquier tema, pese al ambiente actual?
Sí lo creo. Creo que tienes que encontrar el ángulo correcto y la conexión correcta con el público. Hay chistes que nunca haría en televisión o en redes sociales, y lo sé porque me he equivocado y me han linchado. Somos, y me incluyo, muy susceptibles a las redes sociales y a linchar sin preguntar antes. Entonces sí creo que es necesario encontrar el medio correcto.
¿No te autocensuras?
No. No creo que la comedia debería censurarse. Lo he dicho antes, he escrito hasta un artículo sobre ese tema. Es lo que te digo. Hay temas que son más arriesgados, pero no amerita la censura o el autocensurarse.
¿Es importante que una sociedad se ría hasta de sus desgracias?
Sí. Más aún en esta época de crisis, es necesario que nos riamos hasta de nosotros mismos.
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¿Cómo era el ‘stand up’ cuando empezaste?
Chuta, ¿hace 15 años? ¡No había! Yo fui uno de los primeros, después de Pancho Viñachi y Juan Ron. Era complicado, porque la gente no tenía muy claro qué estábamos haciendo. Nos subíamos al escenario y el público pensaba que íbamos a hacer teatro. Los referentes que había eran gringos, aún no había un ‘stand up’ latinoamericano tan visible como lo hay hoy.
¿Y ahora?
Ahora hay mucha gente en varias ciudades haciendo comedia. Es algo que me llena de alegría, porque hay más espacios que dan cabida al ‘stand up’ y más chicos interesados en la comedia.
¿Qué falta?
Creo que falta más diversidad. Hay más mujeres, pero también falta más diversidad étnica y racial, porque el punto de vista es importante. Hay que alejar la mirada del tipo mestizo, clase media y escuchar otras perspectivas.
¿Hay chistes que te frustra escuchar de comediantes jóvenes?
No. No hay un tema que digas ‘esto ya está cansado o repetitivo’, pero sí creo que es importante que no se repitan estereotipos al estilo de ‘las mujeres manejan mal’, porque ya no es gracioso. El manejo del público es importante. Uno aprende equivocándose y creo que el consejo que puedo dar a otros comediantes es que no es solo cuestión de pararse en el escenario y contar chistes. Es un trabajo, el material hay que revisarlo.
¿Sientes que hay espacio para una mayor evolución?
Sí. Cada vez hay teatros más grandes que dan cabida a la comedia, y el público responde. Cuando estuve en El Teatro del CCI, fue un sueño, algo muy especial, entonces sí hay interés.
¿Entonces hay esperanzas de que llegue a un stand up grabado en Netflix?
(Ríe) ¡Ojalá que sí! Me encantaría...