Benjamín Rosales: “Estoy retirado, pero no estoy de vago”
El exgobernador del Guayas se alejó de lo empresarial para dedicarse a estudiar, investigar y escribir
Su casa parece una biblioteca y un museo, por la gran cantidad de libros y pinturas que hay en los diferentes rincones. Es muy acogedora, con mucha luz y la vista es impresionante.
Benjamín Rosales Valenzuela (74) es hijo de Benjamín Rosales Aspiazu y Guadalupe Valenzuela. Fue estudiante del colegio Cristóbal Colón, se graduó de ingeniero industrial en Bradley University en Peoria, Illinois (Estados Unidos), y obtuvo el título de licenciado en Diplomacia en la Universidad de Guayaquil.
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Leer másOcupó la Secretaría Nacional de Desarrollo Administrativo en el Gobierno de Sixto Durán-Ballén y la Gobernación de la provincia del Guayas. Hace 12 años se retiró de sus empresas y ahora parte de su tiempo lo dedica a estudiar, investigar y escribir.
Está casado con María Eugenia Peña, tiene tres hijos (Benjamín, Lucía y María) y ocho nietos. En 2025 celebrará las bodas de oro, 50 años de casado. Acaba de regresar de España. La editorial Silex publicará su tesis doctoral convertida en el libro La balsa ancestral del Pacífico americano.
A su edad ya casi nadie estudia, porque consideran que no es necesario o que no vale la pena.
En mi caso, creo que es parte de un karma. Yo sufrí de poliomielitis a los cinco años. Entonces, una de mis piernas quedó torcida. Aquello tenía que superarlo de alguna manera. No hacía deporte ni jugaba, y eso hizo que me aficione a los libros, leía historia, geografía, el Almanaque Mundial.
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¿Entonces la lectura era su refugio?
He leído mucho desde los ocho años. Es un hábito que mantengo hasta ahora. Siempre tengo algo que hacer. Como viajo, previamente leo sobre el lugar a donde iré para no correr el riesgo de no visitar algún sitio importante. Ya me ocurrió. Estaba en Beirut y luego fui a Damasco, cuando volví me percaté de que no había ido a la iglesia donde estaban los restos de san Juan el Bautista. Mi afición por la historia y la lectura la marca la poliomielitis de alguna manera.
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Leer másTal vez fue su forma de liberarse de una carga emocional.
No hay mal que por bien no venga y eso me hace cuidarme, practico ejercicio, a pesar de que, en efecto, me fatigo. A veces tengo que medir la cantidad de natación que hago. Si me paso más de quince minutos, quedo fatigado el resto del día por la poliomielitis. Esta enfermedad me atrofió una de mis piernas. Evito el sobrepeso, porque cuando peso un poquito más, me duelen las piernas. Esto afecta mucho mi movilidad. Soy muy metódico. Me llevaron a Estados Unidos cuando tenía seis años, allí me operaron, me estiraron la pierna para que quede más enderezada. Normalmente uso una férula para caminar cuando salgo de mi casa, para no caerme.
Un niño no entiende por qué se dan ciertas situaciones en la vida...
De chico tuve mucha fe en Dios, estudiaba en un colegio católico. Fui monaguillo hasta los 12 o 13 años. Mi mujer es muy creyente, yo también he sido muy creyente, pero no soy de misa dominical. Creo que me molesta eso de pararse, sentarse, arrodillarse. Voy a las misas de duelos. De niño confiaba en que Dios me iba a ayudar a superar los problemas psicológicos que causa la discapacidad, porque existe el bullying. No me acomplejé por la deficiencia física. Era cojo y aprendí a caminar sin cojear. Mi mamá era muy exigente, me decía que hiciera un esfuerzo para caminar sin cojear. Entre los 35 y 40 años, comenzaron los dolores de la pospolio. Yo quería aprender a jugar tenis y traté varias veces, pero me comencé a caer con cualquier movimiento. Ahí descubrí que era muy difícil que lo logre, a estas alturas, sin caerme.
Muy activo a sus 74 años
Un hombre tan activo tomó la decisión de retirarse. ¿Por qué?
Me retiré hace aproximadamente 12 años, porque la vida de empresario tampoco es fácil, se vive constantemente estresado. No me permitía ser metódico con mis ejercicios, en mi natación. Y lo hice para quitarme el estrés del empresario, que no le hacía bien a mi situación de poliomielítico. Además, me habían nombrado miembro de la Junta de Beneficencia y me encargaron el hospital Lorenzo Ponce, antes se llamaba así. Había mucho por hacer para cambiarlo y modernizarlo. Hasta el nombre se lo modificó, ahora es el Instituto de Neurociencias. Entonces, para hacer esos cambios, tenía que dedicarle cuatro o cinco horas diarias. Al psiquiátrico ya renuncié hace seis años.
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Leer másEra una experiencia muy diferente a la de empresario. Se trata de salud mental...
Muchos pacientes eran abandonados, los familiares nunca volvían por ellos. Me siento muy agradecido con Dios por la oportunidad de haber hecho eso, porque fue algo que ayudó a cambiarle la vida a esa gente. Ahora la persona que entra al hospital, en tres semanas ya tiene que saberse qué enfermedad tiene, cuál es la medicina requerida, con el fin de que regrese a su casa para que comparta con su familia. Son casos muy puntuales los que se quedan. Me salí porque muchas personas, amigas o no, solicitaban mi ayuda como si yo fuera el jefe del centro de salud. Además, tenía que terminar de escribir mi tesis doctoral.
Entonces, lo que menos ha hecho es perder el tiempo.
Como se darán cuenta los que lean esta nota, estoy retirado, pero no estoy de vago. Siempre quise ser escritor e historiador, y se me iba a pasar la vida, (por eso lo hice) antes de que sea muy viejo; entonces tenía 62 años, había trabajado 40. Me interesé en la balsa por los escritos de Jenny Estrada, fui velerista y participé dos veces en la Regata Galápagos. Me dije: ‘Si me pongo a estudiar y a escribir, nadie me va a hacer caso, pero si saco un doctorado que tenga que ver con eso, es diferente’. Cumplo con el objetivo de hacer conocer que esta embarcación tiene que estar en la historia de la navegación mundial.
La tesis de doctorado que se convirtió en un libro
El mes de septiembre estuvo en Madrid, pero no solo fue un viaje de placer, viene un libro en camino.
Mi tesis doctoral de la Universidad Pablo de Olavide se convirtió en un libro. En esta me dieron el título de doctor de Historia, e hice un masterado, firmado por el rey Juan Carlos y por su hijo, el monarca Felipe VI. El tribunal me felicitó por el trabajo y me dijo que debía editarse en un libro. Aquello fue en abril del 2022, cuando terminé la tesis y la presenté. A fines del 2023, comencé a trabajar para hacerlo libro, con el fin de que sea de interés para el lector. Justamente acabo de regresar de Madrid. Uno de mis objetivos era conseguir un publicista, un editor para venderlo, que lo distribuya.
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El libro se llama La balsa ancestral del Pacífico americano. Encontré la editorial (Silex, especializada en temas históricos). Al comienzo me dijeron que se podía publicar a fines del próximo año, luego en febrero del 2025 y ahora a fines del 2024. Tiene 450 páginas. Lo principal no es que lo editen, sino que ellos lo distribuyan. Yo quisiera hacer un lanzamiento en Guayaquil, en el MAAC, en enero, y en Madrid a fines de marzo. Seguramente se darán otros y estaré en ferias de libros, sobre todo en los países relacionados con la balsa.
Aniversario matrimonial
Con su esposa, María Eugenia, festejará 50 años de matrimonio. Se dice fácil, pero no siempre lo es.
Nosotros alquilábamos casa en Salinas. El abuelo de ella tenía una vivienda a dos cuadras de la que habíamos alquilado. Yo era amigo de su hermano, recuerdo que alguna vez la cargué. Nuestra diferencia de edad con mi esposa es de seis años. Cuando era un joven de unos 22 años volví a compartir con el hermano. La vi nuevamente, entonces nos enamoramos. Así se dio nuestra relación.
Lo más seguro es que habrá un gran festejo, el motivo lo amerita.
Tenemos una finca de cacao en el camino a Salinas que se llama El Castillo. Ahí hacemos chocolate y antes había una ruina. Era una casa de un señor alemán, casado con una señora Calero. Las ruinas las arreglamos como una villa. Organizaremos una fiestecita para celebrar los 50 años de casados, mis 75 y los 69 de mi mujer. Estas celebraciones son entre el 22 de mayo y el 6 de junio. A ella le gustan los viajes y me acompaña. Es una buena compañera. Soy un turista metódico.
Además del nombre, ¿qué ha heredado de su padre? Él también fue gobernador.
Mi padre era un tipo muy social, incluso más que yo. Él era un hombre de clubes y positivo. Cuando fue gobernador en la época de Otto Arosemena, en que la ciudad crecía hacia el suburbio, había mucha pobreza, se estaba rellenando. Nos llevaba los domingos, mantenía buenas relaciones con todos, se abrazaba con los pobres y con los ricos. Eso creo que aprendí de mi papá. Yo no discrimino, soy amigo de la persona más humilde en Ecuador, España o en cualquier lugar.
¿Es el legado que le dejó y que usted dejará a sus hijos?
No soy de hacer diferencias. En Madrid, a pesar de que puedo andar en taxi, no me molesta movilizarme en bus o en metro. De chico me subía al colectivo. En la capital española descubrí que había unos departamentos que podía alquilar por un mes. Me he ido los dos últimos años con mi mujer. Yo no me hago problema y si tengo el club para ir a una piscina privada, me voy a esa; si no, a la pública. En mi familia no somos pretenciosos.
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Leer más¿Los unió el gusto por la política?
Tenía un gran afán de servicio. Hay una escuela con su nombre porque era como el padrino de ese lugar. Creo que fue lo que me motivó a trabajar en el Gobierno de Sixto Durán-Ballén, en el que fui secretario nacional de Desarrollo Administrativo durante dos años. Logramos reducir el tamaño del Estado, eliminamos algunas instituciones. Desafortunadamente, el trabajo que se hizo se vino abajo cuando subió Abdalá Bucaram y después otros gobiernos que aumentaron la burocracia para contentar a los políticos o a los amigos de ellos. Pero nosotros hicimos un trabajo muy profesional. Ofrecimos cursos para que sean emprendedores y no se queden sin hacer nada. Cuando yo iba a Quito, después de haber eliminado 20.000 personas, nunca me miraron mal.
La política no le quita el sueño
En los tiempos que corren, ¿aceptaría un cargo público?
No lo sé. Tendría que darse una circunstancia muy especial. Es un dolor de cabeza, sobre todo porque enseguida la gente se va en contra. Creo que para ser un hombre público, ahora no solo se tiene que ir con el afán de servicio, sino que tiene que comunicarse muy bien con los medios, es decir con la prensa, con la gente y conocer lo que se tiene que hacer.
Mucha gente prefiere ver los toros de lejos...
Ahora no solo se expone la vida, en un momento dado nosotros tenemos protección. Lo más peligroso es la vida de la familia. Conozco casos de personas que han aceptado un cargo público y lo que hacen es mandar a sus seres queridos lejos o mantener bajo perfil. A veces tampoco aceptan por la presión de la prensa, muchos comunicadores enseguida le buscan la quinta pata al gato.
La crisis eléctrica no es un problema nuevo. ¿Cree que afecte el resultado de las elecciones?
Hay que cambiar las leyes, la de la venta y la de la regulación. Al momento de votar creo que no hay al-ternativas. Todo estará entre Noboa y la candidata correísta. El resto no pinta todavía mucho.
Tiene los medios para vivir en otro país. ¿Lo ha considerado?
Nunca lo he pensado. Ahora que soy una persona mayor, que me encanta ir al teatro o al cine, caminar por las calles con libertad, sin miedo a que me roben, he descubierto Madrid. Considero estar dos o tres meses al año por allá. Nunca me gustó Miami, la pasas manejando. Siempre me agradó Guayaquil y tengo Salinas cerca, me encanta el mar.
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