Better Call Saul, un viaje con final conocido

Alguna vez, conversando con un amigo músico le pregunté: ¿qué es lo más difícil de salir al escenario? Salir después de alguien que ha hecho una performance grandiosa, me respondió con seguridad. Este pequeño diálogo me asalta -casi- siempre que me dispongo a ver un episodio de Better Call Saul. 

Y es que es justamente lo que le ha tocado afrontar a esta maravillosa serie: venir después de una de las más aplaudidas y amadas por todos. Esa que, cuando alguien me pregunta “¿qué veo en la tele?” sin dudar recomiendo: la genial Breaking Bad. Venir detrás de algo tan grande puede significar una mochila muy pesada de cargar y hay ejemplos de spin-offs fallidos y olvidables. Sin embargo, es de genios y grandes también, no amilanarse, usar esa tracción y catapultarse hasta superar a quien vino antes. Y es eso justamente lo que ha hecho Better Call Saul.

Al terminarse Breaking Bad, allá por el año 2013, la sensación era mixta: se había creado un universo con una gran riqueza y, se había dejado la vara muy alta. Los personajes satélites en esta serie nos habían cautivado y, definitivamente, había la sensación de querer explorar aún más en sus historias. Better Call Saul se estrenó en el año 2015 para presentarnos la historia del, quizá, más entrañable de estos personajes: Saul Goodman. Un abogado sin escrúpulos con una red de conocidos capaz de llevar a cabo las tareas más corruptas de la forma más “limpia” y efectiva posible.

Y es en la exploración de Goodman en donde radica la genialidad de Better Call Saul. Desde el primer episodio se nos borra de un plumazo la imagen chabacana e irreverente que teníamos de este abogado para presentarnos a Jimmy McGill, un arremedo de persona que vive como un perdedor a la sombra de su exitoso hermano, quien también es un abogado. 

Desde allí, nos embarcamos en una nueva historia de transformación que, aunque transcurre años antes de los eventos presentados en Breaking Bad, se traza con un hermoso paralelismo a la transformación que ya observamos desde Walter White hasta Heisenberg.

Es normal, y hasta entendible, que pensemos que las historias de estas dos series se parecen. Sin embargo, y aunque comparten muchos elementos, Better Call Saul disfruta más en interiorizar en los conflictos internos de sus personajes, desmenuzándolos sin apuro, para deleite del espectador curioso y detallista. 

Esto último nos lleva a encontrar en cada protagonista una riqueza maravillosa que nos asusta, nos sorprende, nos conmueve y nos divierte. Sí, vemos con nostalgia el regreso de algunos personajes de Breaking Bad pero más nos interesa lo que está sucediendo en el nudo argumental principal: Jimmy McGill y su entorno inmediato.

Califico como una genialidad absoluta presentarnos una historia, de la cual ya conocemos el final, y hacernos sentir, aún, una gran curiosidad y apego. Esta es, justamente, la razón por la que creo que Better Call Saul es una joya en el catálogo de Netflix. Porque, a diferencia de otras producciones, aquí lo importante no es el final, sino el viaje. Y este viaje, créeme, vale la pena hacerlo.