Carolina Mella: "He sido rebelde desde niña"
Es la productora y presentadora de 'TVO Ecuador'. Tiene 40 años y su especialidad es contar historias.
Vivió temporadas en Guayaquil, aunque Carolina Mella (40) nació y estudió en Manta. A Quito se trasladó para seguir la carrera de Comunicación, se quedó diez años, hasta que quiso volver para estar más cerca de su familia. El deseo de superarse la llevó a España para continuar con su formación académica, además fue parte de Ecuavisa en los informativos y en Visión 360, y luego del medio digital Primicias.
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Leer másDesde el pasado marzo es la productora periodística de 'TVO Ecuador' (Teleamazonas) y con la salida de Dayanna Monroy, quien ahora vive en Estados Unidos, surgió la oportunidad de convertirse en la presentadora del espacio junto a Martina Vera.
Durante la entrevista para EXPRESIONES, deja ver que es divertida, sensible y, en esta ocasión, la contadora de historias cuenta la suya y, al hacerlo, se conmueve.
Una mujer que seguramente ama el mar, el sol... ¿cómo se acostumbró en una ciudad fría como la capital de la República?
(Risas) Me encanta Quito. Por las vacaciones, los quiteños iban siempre a Manta para disfrutar de la playa, no sé si ahora será igual. Por ello siempre existió una conexión y en esa época le tenía miedo a Guayaquil. Cuando me iba a mudar al Puerto Principal sufría, porque pensaba en el calor.
Me encantaba el frío, ahora si me sacan del calor me muero, si hace mucho se sobrelleva con el acondicionador de aire (risas). Lo que tengo claro es que culturalmente los costeños y los serranos somos muy distintos. Acá hay movimiento, se vive. Allá todo está cerrado desde muy temprano.
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Leer másCuarenta años es una edad interesante. ¿Ha gozado estas cuatro décadas como Dios manda?
Considero que están bien vividos los 40 años, este oficio da la oportunidad de mucho. He recorrido todo el país, todas las provincias, cuando viví en Quito aproveché la cercanía con la Amazonia para coberturas. Siento mucha curiosidad por los lugares nuevos.
Se define como contadora de historias.
Cuesta hablar de uno mismo, pero he logrado aceptar que soy buena contando historias, puedo transmitirlas y tengo empatía con la gente. Considero un don hablar con alguien y que cuente emociones que luego yo transmito con las palabras y el tono adecuados.
¿Habría mucha tela para cortar, si contara la historia de su vida?
Probablemente sí, porque como cualquier persona he vivido muchas situaciones.
Se tocó un punto sensible, porque se nota que las lágrimas están a punto de salir...
Se vienen a mi cabeza muchos recuerdos, sobre todo, dos muy importantes. Es duro cuando una chica de provincia va a la ciudad, una aventura. Primero, en Quito y, en 2012, cuando llegué a Guayaquil, sentía que esta ciudad me comía, todo era muy rápido. La gente en la calle o en el volante a veces es agresiva, sentía que Guayaquil me tragaba, ahora ya soy guayaca (risas).
¿Si le asustaba Guayaquil, entonces le aterra una ciudad como Nueva York?
De alguna manera sí. Hay mucha gente, asfixia, no se puede ni caminar. En febrero estuve allá, me reconcilié con la Gran Manzana. Todo el mundo me dice que es maravillosa, traté de disfrutarla, fui más relajada. Creo que soy calmada, aunque la vida del periodista es estresante, pero siempre busco el silencio, un momento de paz. Aquello lo logro en mi casa, caminando en un parque, aunque ahora eso es un problema por la inseguridad.
¿Cuál es la segunda situación que le provoca ganas de llorar?
(Vuelve a emocionarse) También se dieron adversidades como estudiante. A veces no tenía para comer o para movilizarme, iba a casa de mis amigas, ahí comía para que me quedara para el pasaje. No lo recuerdo con dolor, porque formó mi carácter. Obviamente, las decepciones amorosas también son dolorosas.
Cuando el timón de la vida da un giro, todo cambia de un momento a otro. La última decepción me agarró más grande, con otros proyectos. Entonces vivía con mi pareja.
¿Y convivir con alguien sin casarse no le generó algún cuestionamiento a la chica de provincia?
Para nada. He sido rebelde desde niña y aquello fue complicado porque en Manabí existe mucho machismo. Mi mamá (Gioconda), cuando lea esta nota, seguramente se enojará, ella siempre fue muy machista, no la culpo. Fue la educación que recibió, lo mismo mi abuela (Rosita). Era raro porque en mi casa mi padre (Guillermo) lavaba, cocinaba y planchaba. No entendía por qué ella quería que yo lo hiciera todo, era la única hija mujer. Entraba en rebeldía todo el tiempo, porque me daba cuenta de que algo estaba mal. Siempre reclamaba por ello.
A pesar de las decepciones amorosas, ¿aspira a formar una familia?
Me mantengo soltera, no salgo con nadie, pero espero que llegue el amor. Lo único que busco en un hombre es que me tenga paciencia con el trabajo, que desee construir cosas juntos, que sea feliz con lo que hace. No me voy a quedar en casa esperando a que Dios me mande al hombre ideal, yo no me detengo, vivo y lo hago lo más intensamente posible. Genial si en ese camino me encuentro con alguien.
Aunque ahora menos, la sociedad ha atormentado a las mujeres que a determinada edad no se han convertido en madres.
En el último año, he tenido esa conversación conmigo misma, todavía no la defino, no me estresa. La maternidad no es solo estar embarazada, es hacerse cargo de un ser humano, adoptar no es algo que descarto. Hay mucho amor para dar y eso es lo importante. No me atormenta que a los 40 no haya tenido hijos. Tampoco estoy dispuesta a someterme a ciertos métodos. Incluso mi madre, con su estructura mental, me dijo que no me atormente si no quiero hijos.
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Leer más¿Seguramente añoraba la TV?
Tenía un sentimiento extraño. En Ecuavisa estuve 8 años. Salí del canal porque surgió la oportunidad en Primicias. Por la pandemia cambió todo, el programa 'Visión 360' se convirtió en solo un reportaje al final del noticiero dominical. Estaba dividida entre el informativo y 'Visión 360'. Prioricé la vida y la salud. Aproveché la experiencia, porque nací en la tele, no es lo mismo escribir para la tele que para un diario. Mejoré en eso.
La hija de Carlos Vera, Martina, es su compañera. ¿En qué se parece a su padre?
Es muy inteligente, perfeccionista, incisiva. Nunca he trabajado con Carlos, tal vez tiene esa mirada crítica, igual que su padre, siempre cuestionando, buscando la quinta pata al gato.
No es la típica presentadora, usted es alta, bien proporcionada...
Mido 1,78 metros. Casi siempre fui reportera, nunca me gustaron los pantallazos, solo en contadas ocasiones los he hecho, cuando lo he considerado necesario. En 2018 hice un reportaje sobre los caminantes venezolanos para 'Visión 360'.
Creo que es el reportaje en que más salgo, quería que la gente sintiera lo que ellos sienten caminando tantas horas. La voz la he trabajado con el tiempo. Soy alta, cabello negro, registro bien en la pantalla, tengo una voz que me favorece, chichis grandes y la sensibilidad para contar una historia, utilizo lo que tengo. Soy talla large. Antes había un patrón, pero se ha ido rompiendo.
Revisando sus redes sociales parece que es divertida...
Lo soy, utilizo el humor para absolutamente todo.
Vivió su infancia y adolescencia en Manta. ¿Le hace falta el mar?
Cada día de mi vida, siempre.
Otra vez se emocionó, no solo es divertida, también es llorona.
Lo soy. No tengo temor de llorar. Los manabitas siempre añoramos la tierra, pero recién entendí que mi hogar es donde yo estoy, siempre creí que mi hogar era Manabí. Yo vivía cerca del mar, cuando llegaba de la escuela y después de hacer los deberes, nos llevaban a la playa.
¿Suponemos que es una experta nadadora?
(Suelta una carcajada) No sé bien nadar, pero es culpa de mi padre porque no me aflojaba cuando me enseñaba. Mis hermanos nadan superbién, yo sobrevivo, he buceado dos veces en la vida por el periodismo. Una fue en la Isla de la Plata, donde casi me muero y casi ahogo al productor (risas). Y la otra fue en Galápagos.
En las redes también aparece enseñándole cómo se prepara un bolón a la suegra de Dayanna Monroy, que vive en España.
(Risas) Me encanta cocinarle a la gente, yo puedo vivir con arroz, atún, verde, queso y huevo. Lo comprobé en la pandemia, cuando me quedé encerrada y enferma con COVID-19. Confieso que no soy nada manabita para cocinar. Las pastas son mi especialidad.
En su lista de cosas que le faltan por hacer, aparece un libro y un podcast.
Quiero escribir un libro relacionado con el periodismo, convertir una investigación en un libro. Me encantaría contar historias de la gente en un podcast.