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El Cholo DB: “La reflexión es el sello del hiphop guayaco”

El rapero porteño se niega a dejar Guayaquil para buscar mejores oportunidades en otro destino. Prefiere contribuir desde aquí con la construcción no solo de la escena, sino de una forma de entender la urbe

A pesar de que en esta sección hemos priorizado las escenas metalera y punkera, queremos cerrar el año con broche de oro con una entrevista al Cholo DB, cuyas tesis tienen relevancia no solo en la escena hiphop o el arte en general, sino como ética de vida.

En los tiempos actuales en los que estamos obsesionados con los números y los músicos muchas veces están más pendientes de la cantidad de visualizaciones, boletos a concierto y discos vendidos, likes y cuentas bancarias, parecería un sinsentido hablar de ‘integridad’ y ‘trabajo leal’. Una muestra de lo confundidos que estamos como sociedad.

La propuesta del Cholo DB es mantener siembre abierta la conversación, precisamente desde Guayaquil, una ciudad donde según sus palabras “no hay mucha gente debatiendo”. Y cuánta falta que nos hace. 

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“Trato de ver a la ciudad como un gran barrio”

¿Cómo se produce su acercamiento al movimiento punk y metalero?

Klaus Revolución, que ha sido mánager de varias bandas como Bicicleta del Diablo o Cactus Gamarra, nos llevó a la escena del punk hardcore, que él conoce muy bien.

¿Cuál fue su reacción al acercarse a un estilo en apariencia antagónico a su propuesta?

Cuando nos acercamos con A2H+ al punk y al metal en 2014, nos aceptaron por nuestra narrativa. Nuestra agrupación se llama Anarquía Hip Hop (de ahí el nombre A2H+), junto con K-mada (foto de abajo). Nuestras tesis las basamos en la anarcocultura. No nos casamos con nadie, ni siquiera con muchas cosas nuestras. Mucho de lo que achacamos en nuestros discos también nos golpea a nosotros.

¿Hubo una reticencia natural al inicio por parte del público rockero?

Empezamos abriendo estos conciertos y mucha de la audiencia nos ignoraba, porque obviamente iban a ver hardcore punk. Había un rechazo, pero este se fue derribando poco a poco porque las bandas empezaron a respetarnos, porque se dieron cuenta de que nosotros no hablábamos pendejadas.

También se ha vinculado con artistas de otros géneros.

Hemos trabajado con la música académica, con el jazz. Y hemos tocado con Chloé Silva, Luz Pinos, General Villamil, Luis Sáenz, que no son bandas de barrio.

Han colaborado con Héctor Napolitano y con Segovita, que son artistas de mucho recorrido...

Sí y que siguen activos y han caminado este sendero que uno recién está recorriendo. Nosotros nos movemos por toda la ciudad, por todas las escenas. Tocamos un día con los rockeros, otro día con raperos, con los poperos, con gente de Samborondón, Urdesa, Fertisa, la Martha de Roldós. Y trato de ver a la ciudad como un gran barrio.

La música ayuda a romper esas barreras.

Hay ciertos prejuicios que hay que cancelar y el hiphop lo hace de buena forma. Hay conciertos que se vuelven un mini Guayaquil. El ‘pana aniñado’ dice: “Parece Nueva York”. El ‘pana chiro’ dice: “Hartas peladas lindas peluconas como las de Instagram”. Y estamos todos respirando el mismo aire. Disfrutando. Unir clases sociales, unir generaciones, unir diferentes puntos de vista es nuestra mayor premisa. 

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Cuidar la comunidad

Usted es muy crítico con la responsabilidad que tienen los artistas en la construcción de la escena.

En un evento, sea ‘under’ o no, hay una magia, un misticismo que hace sentir a la gente en un nivel espiritual distinto. Y hay gestores culturales que usan eso a su favor. A los eventos van ‘pelados’ que no tienen bien definida su autoestima y muchos actores manipulan de forma negativa los sentidos de los ‘peladitos’, lo que destruye sus propias escenas. Lo he visto en toda la ciudad.

¿De qué manera?

Si como gestor tú haces que gire todo en torno al entretenimiento y no al mensaje, estás generando públicos que solo van a entretenerse. El entretenimiento puede nublar la vista de la audiencia, que empieza a idealizar a los artistas, a idolatrarlos. Eso ocurre en el ‘mainstream’ del primer mundo, y nosotros como escena independiente lo estamos repitiendo. Y eso es dañino.

¿De qué otras formas?

Por ejemplo, yo veo a muchos actores de estas escenas ‘vacilando’ con chicas muy jóvenes, cuando ellos ya tienen su edad y creo que no deberíamos mezclarnos con estas vibras, porque muchas de estas chicas adolecen de una falta de identidad de sus casas.

Eso es un ‘asalto a mano armada’.

Claro, un asalto emocional. Y yo creo que mucho del ruido que se escucha sobre nosotros es porque hemos cuidado eso. Incluso dentro de nuestras filas, a ‘panas’ que han caído en esos errores, nosotros de la mejor forma les hemos dicho que eso no está bien. Y ojo, no quiero criticar el hecho de que una chica o chico sea promiscuo. Nunca me voy a entrometer en las libertades ajenas, pero eso daña las escenas, da pie a los resentimientos. Pasa en las narices de los músicos y nadie hace algo. Cuando lo que más debemos cuidar es la comunidad.

Al igual que en el punk, el mensaje es decisivo

“Hay un género que se llama rap conciencia, pero desde hace unos años dejé de acuñar ese término. Me gusta hablar de rap reflexivo, rap de autor. Porque mucho de lo que hablo incomoda incluso a los raperos. Por ejemplo, muchas de las leyendas del hiphop, a las cuales me cuesta respetar ahora, cosificaron a las mujeres en sus videos durante todos los 90. Nosotros poco a poco dejamos de ser partidarios de los ideales de estas leyendas, que aunque construyeron en sus guetos estos movimientos, lo hicieron en otra época. En los 80 y 90 el mundo era más machista. Quienes crearon el hiphop eran gente reprimida que obviamente replicó muchas cosas sistemáticas. Nosotros hemos descolonizado un poco ese mensaje y lo hemos adaptado a nuestra realidad”.