
Claudia Salem: "Sembrar es más que plantar, es transformar"
La fundadora de Yo siembro con presencia en 21 provincias provincias del país, cultiva cambio y acción.
“Creo que las cosas más importantes de la vida no se heredan... se cultivan”, dice Claudia Salem, y su historia es prueba de ello. Su vínculo con la naturaleza comenzó en sus primeros días de vida: nació prematura, con solo siete meses de gestación y pesando tres libras, pero en lugar de una incubadora, su madre la sostuvo en el pecho durante un mes, practicando el método canguro en un pequeño patio lleno de plantas. Allí, bajo el sol, Claudia dio sus primeros respiros de vida.
Desde entonces, su conexión con la tierra siguió creciendo, como una semilla bien plantada. Su infancia estuvo marcada por paseos con su padre a las fincas agrícolas como recompensa por sus buenas calificaciones, días de vacaciones junto al mar y el asombro por cada brote, cada caracol, cada ola tomada con gratitud.
Sin embargo, fue la maternidad lo que encendió su instinto de acción. Al descubrir que su primer hijo tenía intolerancias alimenticias, sembró una planta de albahaca en su anterior departamento que estaba en el piso 26. Aquel pequeño gesto creció en un huerto hasta convertirse en Yo Siembro, una organización que hoy educa y transforma a miles de niños y familias.
En la actualidad, ha logrado trabajar en 21 de las 23 provincias del país, sembrando en comunidades rurales y urbanas. Y a través de su Instagram, con 284 mil seguidores, también siembra conciencia.
Los desafíos han sido muchos, pero su responsabilidad de actuar es más fuerte. Como ella misma dice, “la mejor cosecha no es el fruto, es el proceso”.
A propósito de que el 22 de abril se celebra el Día Internacional de la Madre Tierra, dialoga con SEMANA sobre el camino de aprendizaje que ha recorrido al sembrar.
Cara a cara
¿Cuándo pasó de amar la naturaleza a tomar acción para protegerla?
Siempre fui el alma exploradora de la casa (se ríe), pero me alejé de esa conexión en la universidad y trabajé 12 años en telecomunicaciones, hasta que fui mamá. Las intolerancias alimenticias de mi primer hijo me hicieron abrir la conciencia y, sin saber nada de agricultura, sembré una albahaca en mi anterior departamento en un piso 26. Se convirtió en un huerto que atrajo mariposas y colibríes, enseñándome que todo está conectado.
¿Qué la impulsó a crear Yo Siembro?
El huerto crecía y también las anécdotas. Por ejemplo, mis amigas se sorprendían de que sus hijos probaran rábano en mi casa pero en las suyas no comían ni manzanas. Regalé plantas y vi cómo el sentido de pertenencia motivaba a los niños. Ahí decidí vencer mis miedos y empezar a actuar.
A veces se piensa que el cambio solo lo pueden hacer el Estado o las grandes empresas, ¿cómo responde a esa idea?
Cada uno puede generar cambios, pero juntos creamos evolución. La naturaleza nos muestra que la simbiosis y la sinergía funcionan. Debemos sumar esfuerzos desde donde estemos.
¿Cuáles han sido los mayores obstáculos?
Crecer toma tiempo y esfuerzo. El mayor obstáculo es el miedo, por eso intento siempre avanzar y colaborar. Como dice mi esposo: “Nunca dejes que la presión venza a la razón”.
¿Dónde están llevando a cabo sus iniciativas?
Yo Siembro ha llegado a 21 de las 23 provincias con programas educativos. Ahora que trabajamos con Universidad Casa Grande, algunas organizaciones y voluntarios, hemos trabajado con más de 2.500 niños y niñas en comunidades rurales y urbanas, sembrado en Esmeraldas, Guayas, Manabí y Puyo, y participado en reforestación de bosques y manglares. La inseguridad ha dificultado algunas actividades, pero seguimos firmes en nuestra misión.

Más allá de sembrar, ¿qué cambios podemos hacer en nuestra vida diaria para ser más sostenibles?
Empezar con las “R” de la sostenibilidad (reducir, reciclar, reutilizar) y, sobre todo, la R de “Reconectar”: caminar en la naturaleza, visitar un bosque cercano como el Jardín Botánico, Cerro Blanco, y muchos espacios naturales y seguros que podemos conocer. Asimismo, llevar una taza reutilizable, no tirar aceite al desagüe y no dejar basura en la playa.
En abril se celebra el Día de la Madre Tierra, ¿cómo podemos sumarnos?
Educándonos, reflexionando y actuando. “RE-aprender”, “REconectar”, “RE-accionar”. No ser indiferentes. Todos tenemos la capacidad de hacer algo.
Si le dieran un minuto en cadena nacional para hablarle a todo el país, ¿qué mensaje daría?
Ecuador es el corazón natural del planeta. Somos el país más megadiverso por kilómetro cuadrado, y eso nos da una gran oportunidad, una profunda responsabilidad y la capacidad real de salir adelante. Si cada uno actúa desde su lugar, podemos sembrar oportunidades, cultivar nuestra identidad natural y cosechar no solo cambios, sino una verdadera evolución.
Ping-pong
- Un olor de la naturaleza: La tierra después de la lluvia, y el césped recién cortado.
- Un árbol que represente su personalidad: El bambú, por su resiliencia, y el manglar, por su potencial.
- ¿Botas de jardinería o pies descalzos en la tierra? Pies descalzos para disfrutar, botas para trabajar.
- Si pudiera sembrar solo una planta, ¿cuál sería? No una, sino muchas. La diversidad es esencial; cada semilla y cada ser vivo, cuenta.
- El lugar más hermoso donde ha sembrado: En mi corazón. No es romanticismo, sino la convicción de que el verdadero cambio crece desde adentro.
Personal
- Organización: Fundadora y directora de Yo Siembro (desde 2014), con el plan educativo ”Manos a la Tierra”. Líder de Yo Siembro Ahora, iniciativa con estudiantes de la Universidad Casa Grande y otras organizaciones.
- Títulos: Certificación en Estrategias y Oportunidades de Sostenibilidad para la Industria y Ejecutiva en Sostenibilidad estudiados en el MIT (Massachusetts Institute of Technology), EE.UU. Además, artesana certificada en Huertos y Viveros. Licenciada en Filosofía en el College of the Holy Cross, EE.UU.
- Familia: Casada con Otto Sonnenholzner, vicepresidente de Ecuador en 2018-2020, con quien tiene 3 hijos.
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