Crítica de cine: 100 años de soledad, ¿por qué ver la serie?
La propuesta cumple con todos los requerimientos de la familia del autor de la novela que inspira esta serie de 16 cap´ítulos
Al casarse en contra de la voluntad de sus padres, los primos José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán dejan todo para emprender un largo viaje buscando nuevo hogar. Su travesía culmina en la fundación de Macondo, pueblo utópico a orillas de un río de piedras prehistóricas. Luego encontrarán el mar. La familia Buendía, en sus siete generaciones, enfrentará locura, incesto, guerra sangrienta y absurda, amores imposibles, tecnología, sueños futuristas y el peso de una maldición: que les nazca un hijo con cola de cerdo.
Crítica de Cien Años de Soledad
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Leer másConsiderada una obra maestra de la literatura hispanoamericana, Cien años de soledad llega para deslumbrar a quienes hayan leído el libro, ejemplo icónico del ‘realismo mágico’. Y Netflix no ha decepcionado. Ha respetado la base de su contrato: filmarla en Colombia, en español y dar los papeles a intérpretes colombianos en su mayoría. Esto último ha sido un gran acierto, aunque no todos los actores cumplan a la perfección sus caracterizaciones, especialmente los que están en áreas juveniles.
El libreto se ciñe, casi en su totalidad, a los diálogos y pensamientos de la fantasía. Brilla la magnificencia de su puesta en escena y de su dirección artística. Macondo es el que imaginamos al leer la novela de Gabriel García Márquez (1927-2014), y el transcurrir del tiempo se refleja en los cambios que va experimentando el villorrio; desde las casas con sus techados de paja y sus pisos de tierra, desde las ciénegas hasta sus calles diseñadas cual caminos de herradura. Así como los ‘inventos’ que Melquiades exhibe y vende, y que revolucionan la mente de José Arcadio para disgusto de Úrsula.
Las escenas sexuales, más que realistas, han sido fotografiadas con bien logrado erotismo. La utilización de velas, antorchas y fogatas alumbra la noche con destellos poéticos, y la película en general evoca los viejos daguerrotipos, cual recuerdos a punto de borrarse en la memoria.
La frescura del bosque y el cielo, que a momentos es celeste o recoge los tonos del ocaso, sirven para enmarcar las imágenes que exponen el hechizo y peligro al que están expuestos los personajes.
Las ‘apariciones’ de los muertos siembran desconcierto en el espectador y jamás dificultan la narrativa que, gracias al guion, es mostrada con sencillez.
La voz en ‘off’ sirve para agregar su dosis de nostalgia, porque el cinéfilo se conecta inmediatamente con el ritmo secuencial y, con este, pese al número de personajes, jamás se confunde.
La música preserva el inquietante ritmo colombiano, pero también es suave, dramática, llena de tensión y muy sentimental. Las secuencias que narran el coleccionar de aves se apoya en los efectos de sonido y todos sentirán su excesivo cantar, al extremo de que Úrsula pondrá cera en sus oídos, y quizás algún espectador de escuchar sensible quiera hacer lo mismo.
El entierro de Melquiades, el alquimista, tiene solemnidad y su tribu de gitanos se va convirtiendo poco a poco en muestrario de razas que van llegando a Macondo en su eterno progresar, de un mundo que avanza y donde todas las pasiones humanas conllevan a cierto fatalismo, pues “nacemos para morir”.
Olvidaba: originalmente pensé que la realización de Cien años de soledad tropezaría, tanto como Las tres ratas, película que Argentina filmó en 1946 basándose en la novela ecuatoriana suscrita por Alfredo Pareja Diezcanseco; así como Pedro Páramo (1967) en su primera versión, basada en la obra escrita por Juan Rulfo, cuyo único beneficio fue la cinematografía ejecutada por ese talento humano que fue Gabriel Figueroa; o peor aún, la infausta Casa de los espíritus (1993) de Isabel Allende, mal creada en el momento de su concepción.
La guerra entre liberales y conservadores genera visiones de obstinación, crueldad y marcada exposición de aquella autocracia tan ‘eficaz y notoria’ en los mandos regentes, donde matar no cuesta nada. Pero esos encuentros han sido tan bien controlados que asombran por la simpleza de su puesta en escena: gente que dispara porque así lo pide el momento, que no solo es cuestión de civismo sino de principios y deseos de mantener su libertad política y social.
Y para finalizar, las actuaciones son buenas en general, pero hay una actriz, Viña Machado, en el rol de Pilar Ternera (personaje que según la historia sabe leer el futuro de quienes la consultan), quien posee un marcado y otoñal erotismo, cuya presencia basta para encender la sangre.
Por esta ocasión no la califico, no hasta que vea su segunda parte. Dejo solo una sugerencia: usted tiene que verla. Si no lo hace, pierde uno de los grandes logros de Netflix y no experimentará la satisfacción de ver nuestra literatura hispana tratada con tono, respeto y cordura.
Ficha Técnica
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Leer másDirectores: Alex García López y Laura Mora. Guion: José Rivera, Natalia Santa, Camila Brugès y María Camila Arias. Cinematografía: Paulo Pérez y María Sarasvati. Música: Camilo Sanabria y Juan Diego Valencia. Edición: Irene Blecua, Jonathan Pellicer y Miguel Schverdfinger.
Intérpretes y reparto principal
José Arcadio Buendía (Mario González, en su juventud y Diego Vásquez en su edad madura), Úrsula Iguaràn (Susana Morales en su juventud y Marleyda Soto en la edad madura). El coronel Aureliano Buendía (Santiago Guzmán y Claudio Cataño). José Arcadio Loren (Edgar Vitterino). Amaranta Buendía (Sofia Paz). Rebeca (Aleja Mechas). Melquiades (Moreno Borja), Aureliano Iguaràn (Carlos Suàrez). Pietro Crespi (Ruggero Pasquarelli). Apolinar Moscote (Jairo Camargo). Remedios (Cristal Aparicio) y Álvaro García como el padre Nicanor.
Títulos y duración de los ocho primeros episodios
Macondo (65 minutos), Es como un temblor de tierra (60), Un daguerrotipo de Dios (68), El castaño (66), Remedios Moscote (63), El coronel Aureliano Buendía (64), Arcadio y el paraíso liberal (66), Tantas flores cayeron del cielo (64).
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