Crítica: 'Desafiantes', ¿verla o no verla?

Tashi Duncan (Zendaya), que juega en forma inmisericorde, Art Donaldson (Mike Faist) y Patrick Zweig (Josh O’Connor) son tres jóvenes tenistas, amigos desde la adolescencia. Todo marcharía a la perfección si no se hubieran enamorado, los dos, de Tashi.

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Art se ha convertido en un campeón del Grand Slam, pero va teniendo una serie de fracasos. Tashi, ahora su mujer y entrenadora, lo ingresa a un Challenger (circuito profesional de tenis), el juego menos importante del torneo. Art tendrá que enfrentar a Patrick, su mejor amigo, frustrado jugador y exnovio de Tashi. Desde ese momento… chocan las emociones.

Para que una película resulte, deben entrar en conjunción el director, el libreto, el montaje y un grupo actoral que prestigie, con su arte, el producto final, tal cual como ha sucedido con Desafiantes (131 minutos), un triángulo amoroso empaquetado en uno de los deportes más populares del mundo: el tenis.

Hoy quiero ahondar en los fragmentos de su técnica: la edición de sonido es superlativa, pues se nutre de silencios, música y estallidos. Loable cómo la música huye para dejar espacio al romper de las olas, el choque de las raquetas contra las bolas de tenis y, de pronto, queda un pentagrama que trae a la memoria globos que revientan para expeler, figurativamente, notas musicales.

La utilización de la cámara lenta para acentuar el match decisivo, captar rostros sudorosos en primeros planos o el momento en que se apresta el jugador para drives, smashes o reveses, etcétera, es grandilocuente.

Las actuaciones son de primera. Zendaya, dueña de una belleza excitante, sabe manejar el lenguaje de los ojos y con este impone su presencia a lo largo del filme. Faist, muy acertado, es espejo del amor insondable y O´Connor (a quien se vio en serie La Corona como el actual Carlos III de Inglaterra en sus años mozos) despliega un talento inesperado, especialmente cuando entra en conflicto su ambición y el amor que aún le guarda a Tashi.

Cabe mencionar que la cinta llega fresca, lozana, igual a la fuerte brisa -que en una secuencia- levanta papeles callejeros.

La ambientación, el marco que encuadra los partidos de tenis, el vestuario a través de los años en que va y viene la trama es apropiado, así como la utilización del color. Buen dato es haber incluido las camisetas con las marcas que apoyan ese deporte.

La música pertenece a Trent Reznor y Atticus Ross. La cinematografía, brillando por cierto, va con los estados anímicos de sus personajes.

Luca Guadagnino (Llámame por tu nombre, 2017) dirige este largometraje con mano segura, hasta dejar en pantalla una película sobre el amor, la amistad y el interés en un mundo de tensiones.

Molesta ese cambio incesante de tiempos, algo muy de moda en el cine actual: “Tres semanas antes” u “Ocho años después”. Ello podría confundir al espectador. Olvidaba: sugerimos que esta película solo sea vista por mayores de edad.

Algo más. Para los que no son adictos al tenis: el Grand Slam consiste en cuatro torneos oficiales mayores del circuito internacional, organizados por la Federación Internacional de Tenis y son: Abierto de Australia, canchas duras o cemento; Roland Garros, de ladrillo, tierra batida o arcilla; Wimbledon, de césped, hierba o pasto; y el Abierto de los Estados Unidos, de cemento o duras.

Calificación: * * * * 1/2

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