El arqueólogo escocés Colin McEwan dejó un legado cultural en el Ecuador
Llegó desde Illinois, EE.UU, a desarrollar su tesis doctoral en la zona del Parque Nacional Machalilla. Construyó un museo en la localidad
Tras un año de luchar contra la leucemia, dejó de existir el pasado 28 de marzo en Tampa, Florida, a la edad de 69 años, el escocés y doctor en Arqueología, Colin McEwan.
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Leer másÉl llegó al Ecuador hace más de cuatro décadas con el propósito de realizar su tesis doctoral, lo que le tomó diez años. Se había graduado recientemente en la Universidad de Illinois, EE.UU.
Viajó al país y se instaló en la provincia de Manabí, en un territorio conocido como Agua Blanca, dentro del Parque Nacional Machalilla, sitio que pasó de ser una antigua hacienda a asentamiento de una comuna de habitantes provenientes de la cultura Manteño-Huancavilca.
Con gran dedicación y amor por su trabajo científico, estudió y descubrió la riqueza arqueológica de la zona, que era poco valorada por los comuneros por desconocimiento de lo que representaba. En cada sitio donde se realizaban excavaciones, se encontraban vestigios de la milenaria cultura oculta bajo tierra.
Antes de su llegada, las piezas que encontraban los comuneros eran vendidas a cualquier turista que pasara por el sector. Parte de su labor fue concienciar a la población sobre el tesoro que guardaban bajo sus pies. En los tiempos de su llegada no había siquiera energía eléctrica en la zona, por lo que culminaban las excavaciones al caer la noche iluminándose con candiles y velas.
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Leer másMaría Isabel Silva, estudiante quiteña de nacimiento, fue su compañera de trabajo en el proyecto de investigación de Agua Blanca. Ella, quien pasa por su trabajo gran parte del tiempo en Manabí, manifiesta que la labor de los arqueólogos es realizar la investigación y llevar la información a los centros de investigación. En el caso de Colin ocurrió lo contrario, pues se quedó en el sector.
Para lograr el objetivo de construir el museo, buscaron ayuda económica de una empresa petrolera, cuyos directivos no dudaron en otorgarla. Así fue como pudieron poner en marcha el proyecto.
Según el arqueólogo Jorge Marcos Pino, Colin compartió sus conocimientos y enseñó algo de arqueología a la gente, pretendiendo incentivarlos a valorar lo que se había realizado. Una vez concluida la obra, les tocó educar a la población sobre la importancia y la responsabilidad que implicaba su cuidado para evitar el deterioro de las piezas, pues a ellos les tocaría administrar el museo y el sitio arqueológico”, comentó el experto.
De él aprendimos lo que somos. Esperamos que pase la emergencia para hacerle un homenaje.
Los materiales con que se elaboró el museo y casa cultural se consiguieron en la misma zona, como caña, lodo y paja para los techos. Fueron construidos con las técnicas tradicionales utilizadas ancestralmente en el sector.
“Es importante reconocerse desde las propias raíces. Conocer lo que realmente somos, una vez entendido eso, los comuneros empezaron a identificarse con su cultura ancestral. Este reto deben hacerlo todos los profesionales, trabajar con las comunidades”, acotó la arqueóloga.
Colin, siempre fue muy alegre, en el trabajo era muy estricto, sin dejar de lado su espíritu paternalista.
Durante su estadía en Ecuador, trabajó con Presley Norton, con quien incursionó en un programa de antropología y en investigaciones en la Isla de la Plata (Manabí).
Ahora, los habitantes pueden mostrar la historia de la cultura Manteño-Huancavilca, que data de 500 a 1500 después de Cristo, en la Casa Cultural, donde se exhiben piezas elaboradas en cerámica, concha, piedra, huesos humanos y de animales, entre otros. En el sector habitan alrededor de 280 personas, conformadas por 88 familias.
Finalmente construyó un museo, que quedó como legado de su ardua labor, el mismo que sería administrado por la comuna y que le serviría como fuente de ingresos a las familias. El museo contiene más de 700 estructuras, entre cimientos de paredes, casas, templos, sillas de piedra y variadas figuras arqueológicas. Entre los objetos más admirados por quienes visitan la casa cultural, están las sillas de piedra en forma ‘U’ con diseños de rostros humanos y de animales.