Casitagua: ¿cuál es la importancia de este cerro?
El cerro, que se incendió el pasado viernes, está ubicado al norte de Quito. Supera los 3.000 metros de altura.
Una columna de humo se alzaba. Amenazaba con transformarse en una hoguera y Marthita Sigcha con su familia sabían que se venía una tragedia. Así ocurrió y en poco más de tres días, el cerro Casitagua, en Pomasqui, al norte de Quito, se incendió.
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Leer másCon rabia, Marthita vio cómo seis meses de trabajo —hace más de 20 años— se convertían en ceniza. Una V de fuego se formaba y en las noches avanzaba rápidamente. Tras una batalla incesante, se logró aplacar las llamaradas. Ahora, se mira un manto negro que se entrevera con el verde prado que logró salvarse.
El Casitagua no es cualquier cerro. Para los pomasqueños y habitantes de otros sectores aledaños, es una montaña emblemática e incluso hasta sagrada.
Para Marthita, quien vive en el barrio El Común de Pomasqui, es el sitio fundamental “para nuestro pueblo”. La importancia radica porque, años antes, era una montaña que usaban los comuneros para los sembríos. “Mis abuelitos y mis padres nos dijeron que allá se cultivaban papas así como la cebada”, afirma. Para convocar, había quienes gritaban: “¡a la mingaaa!, ¡a deshierbar!, ¡nos vamos al Casitagua!”.
En 1990, un terremoto azotó esta parte, por lo que los daños no solo fueron en los inmuebles de los residentes, como lo precisa el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional. Según Sigcha, el Casitagua se vio afectado y los pobladores se organizaron para devolverle la vida a la montaña.
Allí se hizo un trabajo de reforestación bastante arduo. Hace más de dos décadas, cada sábado acudían a las faldas. “Íbamos con nuestros hijos y ellos cargaban, por lo menos, unos cinco árboles (pequeños)”, rememora.
Ella se para en el amplio patio de su casa en el barrio El Común de Pomasqui. Este punto, al norte de Quito, tiene una vista privilegiada. Desde allí se puede observar la punta del Casitagua y Marthita, con su mano, señala toda el área que reforestaron con eucaliptos, cipreses y pumamaquis. Estima que fueron, al menos, unas 2.000 plantas que se sembraron en gran parte del coloso.
Con el paso del tiempo, las personas dejaron de acudir a la montaña para sembrar. Pocos espacios quedaron para estas actividades agrícolas. Sin embargo, eso no significó que su importancia, dentro de la cultura pomasqueña, disminuyera.
Ejemplos los hay en todas partes. En un mural que se encuentra junto a la casa donde funciona el Gobierno Autónomo Descentralizado Parroquial están pintadas las primeras casas de la localidad.
Lo mismo se mira en el escudo de la parroquia.
Un espacio está destinado a albergar al gran cerro. No solo eso. Para 1984, se escribió el tema ‘Soy pomasqueño’ y entre sus versos hace mención a esta montaña como un lugar predilecto para la excursión, así como al cerro Pacpo. Aunque también está presente en leyendas.
A su vez se habla de otras apariciones. En la obra ‘El valle de los pumas, memoria mítica de Pomasqui’ (autor Manuel Espinoza) se menciona al sacha runa. Este es un hombre que tiene su cuerpo lleno de musgo, hojas, pelos e incluso flores. Se explica que lo veían, generalmente, por las noches en Pusuquí y las inmediaciones del Casitagua.