El ceramista que rehízo el camino de sus antecesores
Es hijo de uno de los primeros alfareros de Cuenca. Gil Vanegas afirma haberse casado con el oficio. Fue maestro en la Facultad de Bellas Artes
No miden más de 4 centímetros. Son las piezas de unas ‘vajillitas’ de 12 y 14 elementos con las que los niños de los años 1956 y 1960 jugaban a la cocina y a la familia. Son los juguetes con los que Gil Vanegas, a sus 9 años, inició el oficio de dar forma al barro, de la mano de su padre Carlos, uno de los primeros alfareros que se asentaron en el barrio de las ‘ollerías’ en la Convención del 45 en Cuenca. Así lo recuerda el artista a sus 76 años, afirmando que su progenitor fue el maestro que lo dirigió desde sus 9 años, cuando por primera vez pudo hacer magia con sus manos, al moldear pequeñas figuras que no eran más que copias de las piezas de las ‘vajillitas’ que se convirtieron en los juguetes de aquella época.
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Leer másEl artista, luciendo muy poco cabello y las evidencias en el rostro por el paso de los años, confiesa que “se enamoró del arte manual. Es solo amor el que lleva a mis manos a disfrutar dando forma al barro. Somos amantes eternos”, explica.
Su arte se basa en una estética tradicional, casi inusual, con una creatividad que conjuga lo mágico con lo esencial, la naturaleza con la tradición; plasmados en sus obras que lleva a descifrar con facilidad las historias del convivir diario.
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Leer másEllo está manifestado en bellos platones, piezas miniatura o armoniosas representaciones elaboradas con retazos de colorida cerámica, donde se contempla el vuelo de colibrí y del sentimiento de las tradicionales bandas de pueblo que en épocas pasadas eran las que animaban las fiestas de los pueblos y comunidades, particularmente rurales. Es un exponente del arte a través del cual refleja la honda afinidad por su tierra. “Como papá me enseñó”, dice.
Gil convive con el arte, con amor, incluso ha adornado su vivienda de dos plantas y tres patios, dos a los lados y un tercero en la parte posterior donde se levantan sus dos tallares, donde pasa horas y horas; días y semanas, delineando y formando nuevas obras con la sencillez de la naturaleza y sus formas. En la decoración están colgados de las paredes, unos y otros en stands cubiertos con vidrio transparente, cuadros, pinturas, plumillas, jarrones, placas, elaboradas junto a sus alumnos de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Cuenca, donde por largos años fue maestro.
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Leer másCada elemento tiene una historia propia, dice Vanegas al explicar que en la producción de esos trabajos están las directrices emanadas a sus pupilos durante el pintado y la formación del barro; pues en su memoria están los nombres de los alumnos y el detalle discutido para lograr la excelencia del trabajo manual. “Es mi vida el recordar que soy parte de la vida de ellos. Unos siguen con el oficio, otros lo llevan como un hobby, pero estoy seguro de que me recuerdan como yo a ellos”, exclama algo emocionado Gil Vanegas.
A más de ceramista, la habilidad y destreza de Vanegas lo aplica en la plástica, pintura y plumillas, como queda demostrado con algo más de 500 cuadros que adornan los espacios de su casa. Desde el ingreso, la sala, el comedor y hasta los dormitorios.
Nacido en 1946, en el barrio Convención del 45, sus padres fueron grandes artesanos de la alfarería, de quienes heredó una afición y oficio, pero que con el tiempo se llegó a convertir en un arte.
De artesano a catedrático en el oficio
- Recibió la educación primaria en la escuela Cornelio Merchán, mientras que la secundaria la cumplió en el colegio normal Manuel J. Calle donde se graduó de docente y la superior en la escuela de Bellas Artes de la Universidad de Cuenca. Durante 40 años trabajó en el Colegio Benigno Malo como profesor del área artística con la antigua materia de opciones prácticas. Hoy está retirado de la docencia, pero continúa creando en el arte como parte de su enamoramiento con el oficio, propio de un amor profundo con el que quiere compartir hasta su último suspiro, aduce el artista Gil Vanegas, mientras muestra una colección de algo más de mil piezas de las ‘vajillitas’ que fueron sus primeros trabajos en arcilla.