Crónicas no aptas para cardíacos
En su primer libro, Miguel Ángel Vicente de Vera sumerge al lector en experiencias extremas e historias sorprendentes.
“La vida no debería ser un viaje hacia la tumba con la intención de llegar a salvo, con un cuerpo bonito y bien conservado, sino más bien llegar derrapando de lado, entre una nube de humo, completamente desgastado y destrozado, y proclamar en voz alta ¡Uf! ¡Vaya viajecito!”.
La frase de Hunter S. Thompson que abre ‘Crónicas salvajes’, primer libro del periodista español Miguel Ángel Vicente de Vera, le cae como anillo al dedo. Desde la primera página el lector se sumerge en una serie de historias delirantes, frenéticas y completamente reales, que lo mantienen al borde del colapso.
El libro, publicado por Dinediciones, y que se aproxima a su tercera reimpresión, abre con ‘El hombre que quiso acariciar el sol’, texto en el que Vicente de Vera narra su ascensión a la cima del volcán Chimborazo. A este se suman otras quince crónicas recogidas durante sus numerosos viajes y a partir de 2012, cuando se mudó desde su tierra natal a Ecuador.
“Un amigo cercano, Luis Vivanco, me dijo que estaba buscando periodistas para el diario en el que trabajaba en Ecuador. En esa época, España pasaba por una crisis terrible y no tenía empleo. Me lo pensé dos segundos y dije que sí”, recordó.
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Leer másAl llegar a Quito se enamoró de la ciudad, de sus calles y de sus historias. “Cuando llegué a Diario La Hora, la consigna era que saliera a buscar historias, y eso hice. Quito era como Macondo para mí, alucinante, y siempre decía que el Centro Histórico era como mi oficina, porque ahí habitan muchas historias y me dediqué a contarlas”.
Es así que entre los textos que aparecen por estas páginas está la rutina e historias de las monjas del convento de Santa Clara, las celdas vacías y los fantasmas del expenal García Moreno, y el perfil a Harry Rosenberg, un sobreviviente de los campos de concentración nazi que se instaló en la capital.
La idea de agruparlos en un libro era una que le rondaba hace varios años pero que se terminó de concretar tras la muerte de su padre. “Lo último que me dijo mi padre era que quería que publicara un libro, y era como una especie de promesa que le hice. Claro, me hacía mucha ilusión, pero también estaba esa promesa”, dijo.
Al revisar su carpeta de textos publicados, tanto en su paso por Diario La Hora como en revistas como SoHo, Mundo Diners y otras publicaciones extranjeras, halló un hilo conductor: lo salvaje.
Antología de un cazador de historias
Leer más“El libro tiene quizás un 25% de mi producción, pero elegí las crónicas que más me gustaban, las que aún me emocionaban. Cuando terminé, hallé muchas historias en las que mis personajes están al límite, o en las que me ponía al límite, y por eso, porque son textos un poco salvajes, sentí que iban muy bien juntos”.
Agregó que también quería responder a una crítica frecuente que había escuchado desde su llegada a la capital, que Quito era una ciudad aburrida. “Es que no lo es, y creo que los textos sobre Quito que he incluido lo prueban. Aquí hay historias extraordinarias, experiencias alucinantes que son como tomarte un shot de tequila, que son muy rock and roll, es cosa de buscarlas”, comentó risueño.
Entre ellas está ‘Confesión de un gigoló’, en la que conversó con hombres jóvenes que ofrecen aventuras de cama a mujeres de la urbe, el texto que más le costó de todos los que parecen en el libro. Ahora, tras el lanzamiento de la obra, Vicente de Vera alista su próxima aventura, una travesía en barco por el río Amazonas.