Los ‘diablicos’, una tradición de siglos

Gustavo Suárez se disfraza cada año de diablo para divertir a las personas de las poblaciones del norte de Santa Elena. Acude a los locales comerciales, casas recién construidas y detiene el paso de los buses. “Aquí les vengo a cobrar la plata que les di. Recuerden, deben pagarme para que puedan recibir más plata en el año nuevo”, dice con voz ronca, mientras salta, baila y apunta con un madero.

“Aquí dice Efraín Castañeda, y ese eres tú”, le dice al conductor de un micro, mientras le muestra una lista en la que consta su nombre y detalles del micro que maneja. Castañeda sonríe y le entrega 50 centavos. El recorrido Suárez lo cumple del 24 al 31 de diciembre. Una actividad que ya lleva tres décadas. La aprendió de su abuelo ya fallecido. Pero no es sólo Suárez, también están Milton Reyes, Germán González, Juan Gonzabay, entre otras personas que simulan ser Satanás para cobrar las supuestas deudas pendientes. En cada localidad aparecen entre dos y tres diablicos.

El escritor Luis Coronado señala que en los poblados rurales, siglos atrás, se tenía la creencia de que las personas con negocios prósperos, buenas cosechas, crecimiento del ganado, habían hecho algún pacto con el demonio y que el maligno los visitaba al finalizar el año. “Así empezó la tradición, que aún se mantiene y divierte a los ciudadanos. Antes el supuesto diablo también recorría a caballo”, dice Coronado, autor del libro ‘El Jinete Plateado’, que recoge las viejas creencias de los peninsulares.

El historiador José Villón Torres señala que esta dramatización se da más en el área norte peninsular. “Por los pueblos de Manglaralto y Colonche aún aparece el diablo, en Chanduy ya no”.