Héctor Alvarado Garay (+): El arte como martillo para moldear la realidad
Semblanza del poeta y gestor cultural portovejense, fallecido el 20 de septiembre último en Guayaquil
Transcurridos ya varios días desde la muerte del Manaba Maldito, el portovejense Héctor Alvarado Garay, recuperados en algo de la pena de no tenerlo ya físicamente entre nosotros, nos atrevemos a escribir estas líneas. Confiamos en que el luto vivido nos haya permitido evitar el tono lastimero y complaciente al que nos vemos tentados tras todo funeral, y en su lugar encontrar las palabras precisas para hablar sobre alguien que odiaba las adulaciones.
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Leer másBien dicen que un hombre es muchos hombres a la vez. A Héctor Alvarado es difícil encasillarlo en algo. Poeta, cronista, gestor cultural, guionista, editor, fueron algunos de los oficios que desempeñó, con la palabra como materia prima constante. Además de otros roles menos ostentosos quizás, pero más valiosos, como el de esposo, padre, amigo o consejero.
Pese a esa diversidad, lo precedía el resplandor de haber formado parte del grupo Sicoseo, colectivo guayaco que congregó también nombres como Willington Paredes, Gaitán Villavicencio, Fernando Artieda, Fernando Balseca, Fernando Nieto, Raúl Vallejo, Jorge Velasco Mackenzie, entre otros; quienes aparte de su interés por las letras y la vida cultural de Guayaquil y el país, compartían una gran devoción por la salsa y por decir ‘la plena’, “en una ciudad de hipócritas y timoratos”, como nos cuenta don Gaitán Villavicencio, editorialista de EXPRESO.
Precisamente se reunían en el departamento de don Gaitán, en la calle Imbabura número 105, entre Panamá y Roca. Y en ese espacio, Héctor Alvarado Garay fungía como el gran dinamizador del grupo, no solo por sus grandes dotes de conversador, sino también por su energía. “Era un autodidacta, muy culto, con una conversación exquisita. Pero asimismo un juglar, con un humor ácido y corrosivo”, rasgos que justificaban su apelativo de Manaba Maldito, añade Gaitán.
Es algo de lo que da fe también don Willington Paredes, otro amigo de Este Diario, quien recuerda que cuando el debate se ponía muy tenso por la contraposición de ideas, el Manaba con un chiste o una anécdota bajaba el voltaje de la controversia y les recordaba a todos, sin decirlo, que nadie es dueño de la verdad.
Orgulloso de su condición de montuvio, su verbo auténtico y punzante encajó perfectamente en Sicoseo, cuyos integrantes estaban empecinados no en imponer dogmas, sino en mantener el debate abierto, incomodar a las ‘momias’ de la cultura y reivindicar el habla popular como vehículo de conocimiento y belleza.
El grupo como tal publicó en 1977 el único número de una revista a la que llamaron Sicoseo, como no podía ser de otra manera. Esta incluye poesía, narrativa, ensayo y crítica literaria. Allí Héctor Alvarado participa con el poema Dispersos, nombre con el que titularía el poemario que publicó dos años después, volumen 20 de la Colección Jacinto Collahuazo que editó en su momento la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo Manabí. De Dispersos extraemos los siguiente textos:
llega hasta el incendio.
De niño quise ser bombero
para apagar el fuego.
Y diantres del demonio
he roto los cajetines
de la literatura.
He dado en la chispa
del clavo.
La chispa se me ha hecho llama,
la llama fuego.
Al fuego lo colmo de imagen clara,
agua que no han de beber
carámbanos
déjenla apagar.
se rayan la cara.
Los poetas se desafían
a metáforas limpias.
Un poeta es asesinado
por su propia imagen.
Ah, la preñez de los poetas,
abren las patas del cerebro
y dizque paren ideas.
Su velorio, su último Poeticanto
Héctor Alvarado Garay siempre defendió que el arte no debe ser considerado un refugio, sino más bien una especie de martillo para moldear la realidad. Esa convicción lo llevaba a organizar eventos en los que tenían cabida la literatura, la música, el teatro y el folclor. Como por ejemplo los programas llamados Poeticanto, en el Café Galería Barricaña, en el corazón porteño, que se había convertido en su ‘centro de operaciones’.
Muchos de sus amigos que asistieron al velorio, entre quienes estuvieron los actores Isidro Murillo y su tocayo Héctor Garzón, coincidieron en que la despedida terminó convirtiéndose en una edición de Poeticanto, ya que contó con todos sus elementos característicos: los amigos, música, poesía, brindis y él, infaltable, asistiendo por última vez.
Héctor Alvarado Garay es padre del artista de noise guayaquileño Héctor Alvarado (I Porno You, Post Perversion), actualmente radicado en Estados Unidos.
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