Cultura

WhatsApp Image 2023-01-14 at 16.59.56
El embajador inicia con la narrativa de aquel entonces.Expreso

Historias del Moscú de los ochenta

En ‘Mis tres inviernos de Moscú’, Juan Carlos Faidutti narra su experiencia como embajador durante los años de la Unión Soviética

Corría el mes de mayo de 1981, cuando el jurista y diplomático Juan Carlos Faidutti recibió una llamada del canciller de Jaime Roldós, Alfonso Barrera Valverde, ofreciéndole el cargo de ministro del servicio exterior en Río de Janeiro.

“Es una linda ciudad, donde pasará un tiempo muy agradable y donde se divertirá mucho”, le dijo. Molesto, Faidutti, quien poco antes había representado al país ante la OEA, le contestó que su intención no era divertirse, sino servir al Ecuador. El cambio de destino se hizo de inmediato y el lugar elegido fue la Unión Soviética; sin duda un sitio mucho menos divertido que el cálido Río de Janeiro.

Giovanna Rivero

Giovanna Rivero y sus relatos sobre el horror cotidiano

Leer más

Con la designación de esta misión arranca ‘Mis tres inviernos en Moscú’, obra en la que el diplomático y columnista de este Diario recuenta sus experiencia en la URSS de los años ochenta.

La obra se lanzó recientemente en el Puerto Principal, donde un auditorio lleno de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES) recibió al autor. Joaquín Hernández, rector del instituto superior, presentó el libro, y abordó la temática, que ahonda en las peripecias de la misión diplomática, realizada durante la última época de la Guerra Fría.

Tres días después de su arribo a Moscú, la tragedia golpeó al Ecuador, cuando el 24 de mayo, el avión que transportaba al presidente Roldós y a su esposa se estrelló en camino hacia Zapotillo, al sur del país.

“Por la amistad que tenía con Jaime Roldós, ese fue un duro golpe moral y emocional que recibí”, recordó.

Adaptarse a la vida en el país supuso adaptarse a normas que en occidente se consideraban restrictivas, pero que bajo el régimen del politburó eran poco más que cotidianas. Unas de ellas era la fraternización con los ciudadanos de la URSS, que no podían ingresar a la embajada ni relacionarse con el embajador o su familia sin un permiso gubernamental. Otra era la escasez.

cine talón de aquiles

El teatro infantil tiene un nicho en el valle de Tumbaco

Leer más

“En las oficinas y dependencias oficiales, los empleados salían y cada uno compraba un producto determinado para todos. Se turnaban para salir y al final del día los intercambiaban pues era muy difícil ir de tienda en tienda, ya que las distancias eran grandes y las colas largas”, narró el autor.

A la par de estas experiencias, Faidutti aborda otros aspectos de la capital de la Rusia contemporánea, como el metro, la comida (que era casi imposible conseguir en restaurantes, sino que se preparaba en casa), y la precaria pero estable relación entre el Estado y la Iglesia. A estas observaciones se suman graciosas anécdotas, como las del arribo de los jóvenes finlandeses los fines de semana en busca de fiesta.

“Como en Finlandia era prohibida la venta y el consumo de alcohol, los fines de semana, cientos de jóvenes finlandeses viajaban en el tren directo a Leningrado y permanecían en Moscú hasta el domingo, dedicándose solo a beber (...) los domingos, las milicias soviéticas tenían que prácticamente cargarlos y embarcarlos en el tren para su retorno...”, dice.

A la par de sus recuerdos, la obra también cuenta con los de Aldina De Prati, quien narra sus impresiones de su visita al país.

El libro avanza hacia su cierre con la muerte del secretario general del Partido Comunista, Leonid Brézhnev, y el arribo del siniestro líder de la KGB, Yuri Andrópov. “La situación para los diplomáticos fue más difícil, en el sentido de la poca facilidad que disponíamos para establecer convenios o contactos comerciales”, dijo. La solución fue su partida a Canadá, el fin de sus inviernos en la URSS.