Una mujer de 90 años aún extrae la sal de las minas en Salinas de Guaranda
Dolores Toalombo una de las adultas mayores en conservar la tradición. Los habitantes piden atención para que no se pierda el patrimonio heredado.
Dolores Toalombo, conocida como ‘Mama Lola’ en la localidad Salinas de Guaranda, a los 90 años se conserva activa. Se levanta muy temprano para alimentar a sus animales, entre ellos cuyes, gallinas y, sus compañeros inseparables en las largas jornadas en el campo, los perros Loqui y Blanquita.
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Leer másLuego se prepara para caminar a las minas de sal a extraer el producto, que brota permanentemente en forma de líquido viscoso de color marrón, desde las paredes porosas de un enorme peñón, ubicado a la entrada de la parroquia rural. Según Dolores, pese a su avanzada edad, continúa con el oficio porque “con él mantuvo a sus hijos”, según manifiesta.
Tras más de quince minutos de caminar con sus mascotas y, una llama en la que carga dos canecas, baldes, un huevo y una papa, implementos necesarios para procesar la sal, que utiliza según un procedimiento ancestral para medir la densidad del cloruro de sodio.
Es una pena que ahora por falta de planificación se esté destruyendo este espacio turístico.
Geovanny Yanchaliquín
habitante de la zona
Sigue el mismo sistema milenario de producción de sal mineral, la única naturalmente yodada en el país, que aplicaban los antiguos pobladores. Llena dos canecas grandes con el agua que brota de la mina, las carga en sus llamas y las lleva hasta una choza cercana donde procesará el agua de los recipientes.
Una vez recogida el agua de los pozos, una parte recogida en baldes, la riega sobre las piedras lisas y salinas. Mientras que la recogida en las canecas, la lleva a la choza donde la pone a hervir hasta que se evapore, luego pone al sol los residuos y, aparece la sal bajo el efecto de los rayos solares y el viento.
La adulta mayor se encuentra preocupada al ver que el oficio artesanal de extracción tiende a desaparecer, por lo que les enseña a sus tres nietos los secretos del oficio ancestral.
Hugo Toalombo, hijo de la adulta mayor, sigue sus pasos y se ha dedicado a la producción de sal junto a su madre e hijos, evitando de cierto modo que la milenaria actividad desaparezca. En la actualidad quedan únicamente cuatro familias realizando el proceso para obtener la sal y lo hacen para consumo familiar. Mientras ‘Mama Lola’ envuelve las bolas de sal, que forma con sus manos, en paja de páramo y las comercializa en los mercados, así como en algunas ciudades y tiendas de localidades cercanas.
Rosa Pungaña, de 84 años, es miembro de una de las cuatro familias dedicadas aún a la actividad. Junto a sus hijas acude a las minas de sal para proveerse del producto dos o tres veces al año; el 90 por ciento de lo que produce lo utiliza para la dieta del ganado bovino, y el resto para uso personal y vender a los vecinos.
Según Giovanny Yanchaliquín, habitante de la localidad, se necesita atención de parte de las autoridades para que inviertan en el sitio, que a su opinión debería ser considerado patrimonial. El deterioro de las minas de sal tras alrededor de 100 años en que no se han trabajado de forma regular es notoria. Se han destruido todas las chacras donde se regaba la sal y, se están formando grandes agujeros por dentro de ellas.
Es necesaria la señalización de los senderos turísticos para que los visitantes no pasen por áreas que afectan el entorno. “Se busca la ayuda técnica de arqueólogos, antropólogos y botánicos, con la finalidad de restaurarlas y que no se pierda el patrimonio heredado de los ancestros”, acotó Yanchaliquín.
Salinas de los Tomabelas, con una población de más de 8.000 habitantes y ubicada a 3.550 metros sobre el nivel del mar. La localidad fue visitada desde tiempos remotos por varias culturas, como los Panzaleos, Tobamelas, Puruháes e Incas, en busca de sal. “Seguramente el asentamiento en esta localidad se dio debido al importante producto. Le dieron el nombre de oro blanco, y los Incas por ejemplo, realizaban trueques de sal con oro”, comentó Toalombo.