Una obrera de la escena que alimenta el teatro juvenil en Guayaquil
La actriz mexicana Itzel Cuevas, una enamorada de la docencia en las tablas, enseña sus técnicas a estudiantes universitarios
En sus planes nunca estuvo vivir en Ecuador, y mucho menos ser maestra. La mexicana Itzel Cuevas no tenía un rumbo definido en su juventud ni una carrera que la motivara. Probó varias profesiones, viajó a Europa pero no logró engancharse, y un inesperado golpe del destino la llevó en 2006 a encontrar su pasión: ser actriz de teatro y catedrática universitaria.
A sus casi 60 años, la mexicana no pierde la esencia de su loca juventud, con su carisma, estilo relajado y cabello corto alborotado. Durante sus 14 años en Ecuador se ha acoplado muy bien con los estudiantes de Artes Escénicas de la Universidad Casa Grande de Guayaquil. Precisa que “no se puede enseñar a actuar”. Lo que se hace, dice, es dar herramientas corporales y mentales con ciertos ejercicios para que conozcan su persona y cómo se relacionan con los otros, y así generar técnicas”.
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Leer másItzel se formó como actriz en México con talleres libres de actuación recomendados por su primo; le encantaron. De esa forma se involucró en el mundo del teatro. Salió en 1999 de su natal Jalapa (México) hacia París (Francia) con la ilusión de presentar un proyecto de actuación, que no resultó.
“Me dije: Antes muerta que sencilla; no vuelvo a México”. Se radicó en Barcelona (España) para trabajar. Integró un grupo de teatro, pero a los seis años se dio cuenta que no encajaba en ninguna obra. Muchos autores buscaban el estereotipo de una mujer mexicana de piel morena, pero por su tez blanca no era escogida. Intentó interpretar personajes españoles, pero no le ayudó el acento marcado.
La desilusión y la tristeza carcomían su alma hasta que en el 2006 recibió la propuesta de participar en un proyecto teatral en Guayaquil. Se quedó porque las puertas se le abrieron: primero participó en presentaciones teatrales y después, en 2009, empezó a dictar cátedra.
En El Establo, un pequeño y oscuro espacio adaptado para ser el teatro de la universidad, Itzel ha vivido altas y bajas, pero siente que su trabajo la ha atrapado. “Me gusta estar en escena, dirigir y limpiar el teatro, o simplemente venir y entrenar. Me encanta dar clases porque aprendo mucho. Todo lo que yo he experimentado lo puedo compartir con mis estudiantes y ver cómo funciona; todo eso me retroalimenta”.
Más que una catedrática se considera una obrera de la escena, porque en este espacio ella barre, cocina, dirige, actúa, cose y enseña herramientas de aprendizaje que no solo sirven para el trabajo escénico y actoral, sino también para la vida cotidiana, como fortalecer la escucha, observación y empatía con otros.
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Leer másSegún la actriz, un buen entrenamiento actoral permite que cada persona pueda identificar y controlar su estado físico y mental. Reconoce que no todos los jóvenes lo ponen en práctica. “Esto se debe a que las nuevas generaciones quieren obtener resultados inmediatos sin pensar en el proceso. Ahí empiezan las frustraciones porque no es tan fácil. En algunos casos puede ser sencillo por el perfil, pero lo exterior no dura mucho”.
La docente trata de cambiar este pensamiento. “Mi intención es invitarlos a que piensen como trabajadores e investigadores de sí mismos. Demostrarles que lo único que existe es el hoy; el ayer y el mañana no existen, y así es el teatro”.
Los planes de Itzel son seguir en la docencia, colaborar con proyectos teatrales de la ciudad, realizar el primer festival de monólogos en la universidad Casa Grande y realizar talleres de teatro para adultos mayores. Este último es un sueño que desea ejecutar en distintos sectores de Guayaquil. “Los adultos mayores son como niños pero sin la misma energía. Hay otra forma de trabajar con ellos y creo que será agradable”.