Una oscura mirada al Quito colonial
En ‘El Camarote de Santa Marta’, Fabián Patinho explora una serie de crímenes que ocurren durante la Revuelta de los Estancos
En 2011, mientras llevaba a cabo una investigación para el Archivo Blomberg en la Biblioteca del Fonsal, el dramaturgo y dibujante Fabián Patinho halló una fotografía que lo intrigó.
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Se trataba de una pequeña edificación con una puerta a un costado, ubicada junto a lo que hoy es el Museo de la Ciudad. La descripción de la imagen decía: “Aquí funcionaba el Camarote de Santa Marta’, sitio donde se recluía a mujeres que habían delinquido y a las hijas de familias acomodadas que necesitaban corrección’.
“Esa palabra me sorprendió. Y es que ¿corrección de qué? Empecé a investigar todo lo que pude sobre el Camarote, y no había mucha información, pese a que existió en distintos espacios durante tres siglos y medio”, explica el autor.
Aquella imagen, añade, le sirvió como punto de partida para una historia que tardó más de una década en plasmar, y que recientemente vio la luz: ‘El Camarote de Santa Marta’.
Fabián Patinho
Autor
Esta, la tercera novela gráfica de Patinho, se sitúa en 1765, días antes de la Revuelta de los Estancos, una sublevación del pueblo quiteño cuyo detonante fue el incremento en el precio del aguardiente, y que hoy se considera como conflicto precursor de la gesta libertaria.
El protagonista de este policial es un cronista caído en desgracia, Lorenzo Benamor, quien tras ser acusado de traidor a dura penas puede pisar la ciudad colonial sin ser atacado por el pueblo.
Pese a ello, es considerado uno de los hombres que más conoce la urbe, por lo que la familia Aldaz solicita su ayuda urgente para hallar a Javiera, hija de la acomodada familia, que desapareció dentro del Camarote de Santa Marta.
El detective se alía con Baltasara Chusig, una ladrona de mercado y hierbatera, que ingresa al Camarote para hallar pistas de la desaparición de la joven.
A la par, en las quebradas de la urbe, empiezan a aparecer cuerpos de jóvenes indígenas asesinadas, lo que pone al detective y a su ayudante en una situación cuyo peligro no logran anticipar.
La historia, explica el autor, le tomó un año, pues su interés principal es que la historia fuera sólida y los personajes claros.
“Fue tortuoso porque la historia no podía ser lineal, eso lo tuve claro desde el principio, y no quería tener descansos de la tensión, sino que la tensión se mantuviera a lo largo de la historia”, explica este.
Sin embargo, otro motivo para los años de espera fue que los propios vericuetos de la historia generaron estragos en Patinho.
“Es una historia violenta, y muchas veces me cuestioné si estaba en el camino correcto, si quizás estaba cayendo en el morbo, e incluso me apenaba las situaciones en las que yo mismo estaba metiendo a mis personajes. Hubo épocas en las que tuve que parar”, dice.
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Leer másLa obra también se distingue de los policiales en que aquí, el único interesado en resolver la desaparición o los asesinatos es Benamor, pues a las autoridades, los cuerpos de las mujeres, y peor de las mujeres pobres no les interesan en lo absoluto.
“Es curioso, porque pensarías que desde 1765 las cosas han cambiado y la realidad es que no han cambiado tanto. Hay asesinatos que las autoridades resuelven enseguida, pero no son todos, menos los que tienen a mujeres pobres como víctimas”, señala el autor.
Además de ello, la novela gráfica también aborda temas como las diferencias entre clases sociales y la homosexualidad, haciendo un interesante paralelismo con los prejuicios sociales que permanecen desde la colonia.
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