Seis poetas norteamericanas a las que hay que leer
El triunfo de la Nobel de Literatura, Louise Glück ha despertado el interés en sus versos. Les contamos sobre esta y otras mujeres impresionantes.
Unos celebraron su victoria, otros rechazaron que la edición de 2020 del Nobel de Literatura fuera, una vez más, a las manos de un autor que escribe en inglés, pero sea cual fuere el caso, el triunfo de Louise Glück no pasó desapercibido.
Pese a ello, la poeta norteamericana se mantuvo fiel a su esencia, con declaraciones breves y concisas. “Honestamente no estaba preparada. Estoy completamente sorprendida de que eligieran a una poeta lírica blanca y americana. No hace sentido. Ahora la calle de mi casa está llena de periodistas que me repiten lo humilde que soy. No soy humilde (…) Realmente soy una persona muy sociable, el que no me guste dar entrevistas no quiere decir que sea una reclusa”, le dijo al New York Times.
Glük ha publicado doce libros, de los cuales menos de la mitad han sido traducidos al español. Sin embargo, los críticos reconocen sus versos como “honestos y confesionales”. ¿Pero importa que no se sepa mucho sobre la autora? Su editor y amigo Jonathan Galassi ha dejado claro que no. “¿Importa que sea divorciada o que viva sola? No. Lo que importa es cómo escribe y lo que escribe. Hay que leerla”.
En Kiosco de Libros concordamos con esta afirmación y les dejamos seis de sus poemas.
Pero el no conocer a Glück es un síntoma de otro mal: la dificultad de conseguir traducciones en el mercado local. Por ello, les recomendamos a otras cinco poetas norteamericanas cuyos versos han pasado casi desapercibidos para numerosos lectores latinoamericanos.
Sharon Olds
Nacida en San Francisco en 1942, Olds estudió Literatura en la Universidad de Stanford. Ha publicado once poemarios, de los cuales solo seis se han traducido al español. Sus versos son conocidos por la crudeza del lenguaje y el atrevido uso de imágenes en las que escribe sobre la violencia doméstica, política y sexual.
Sus obras más conocidas 'Los muertos y los vivos' y 'El padre' ahondan en estas experiencias, y en la soledad y la pérdida. Olds actualmente es docente de creación literaria en la Universidad de Nueva York.
Un tiempo de pasión
Después entramos en un tiempo de pasión tan
extrema que era casi calma, el cuerpo
duplicaba lo que quería soportar. La angustia
y el placer jugaban una con otro. Nos salíamos de lo que yo había
pensado era el camino, y volvíamos fácilmente.
Y todo se hacía bajo una luz tranquila, como si nuestros
sueños infantiles se hubieran despertado, el antiguo
equilibrio de poderes desnudo en el cuarto,
el chasquido ocasional de una palmada cargada de lujuria dulce
y extrema. Cuando me oía a mí misma pidiendo cosas,
mi susurro grave era como el siseo
de alguna otra criatura. El sexo había sido
como música, alto y brillante como la luna,
azúcar como la leche que había saltado en un pequeño
arco desde el pecho. Había parecido que estábamos desatados
como el fuego puede desatarse de la tierra,
o el aire del agua, que éramos flores que las estaciones
abrían y cerraban, habíamos sido interpretados. Ahora
éramos dos personas, jugando la una con la otra,
como si no hubiera habido nada sagrado. Ahora,
entraban la voluntad, el abandono del cielo,
y extremos de emoción que yo no había sabido que existieran
fuera de las habitaciones donde las personas se lastiman unas a otras.
Nos amábamos. Nuestro nido había estado vacío
por unos años ya. Encerrados juntos, o un
dedo de uno tocando un
pezón del otro, volábamos de cabeza hacia
la tierra y salíamos de ella, como ensayando.
Nunca se me cruzó la idea de que él ya no me
amara, de que hubiéramos dejado el reino del amor.
Marge Piercy
De 86 años edad, la poesía de Piercy, oriunda de Detroit, Michigan, su obra fue una de las grandes influencias del movimiento feminista norteamericano de los años setenta. Esta se involucró en la lucha por los derechos civiles, y otras causas de izquierda.
“Cuando era niña, a los judíos y a los negros nos agrupaban en una misma categoría: “los otros”. No fue hasta que acudí a la secundaria y que fui a un colegio segregado donde lo entendí”, recuerda.
Esta ha publicado veinte poemarios y más de una decena de novelas, obras de teatro y cuentos cortos. Solo seis de sus textos líricos se pueden hallar en español.
Derecho a la vida
Una mujer no es un árbol de peras
inconsciente y fecundo del que caen los frutos
al mundo. Hasta los perales
se llenan un año y descansan al siguiente.
En los huertos descuidados cae la fruta
tibia y madura en el pasto, y los árboles se elevan
nudosos para regalo de los pájaros, a cuarenta pies de altura entre espinas de una pulgada de largo,
que estallan con atavismo en la suave madera.
Una mujer no es una canasta en la que escondes
tus panecillos para mantenerlos calientes. No es una gallina ponedora bajo la que deslizas huevos de pato.
No es la bolsa donde guardas el dinero
de tus hijos para usarlo después en tus guerras.
No es un banco donde tus genes ganan intereses
y mutaciones interesantes bajo esta lluvia
sucia. Tú tampoco lo eres.
Yo escojo lo que entra en mí; lo que se vuelve
carne de mi carne. Sin mis opciones, no viven la política
ni la ética. Yo no soy tu campo de maíz
ni tu mina de uranio; no soy tu ternera
de engorde, tu vaca de leche.
No me usarás como fábrica.
Los curas y los congresistas no son dueños
de acciones sobre mi vientre o mi mente.
Este es mi cuerpo. Si te lo doy
quiero que me lo devuelvas. Mi vida
es un derecho no negociable.
Audre Lorde
Aunque falleció en 1992, Lorde revolucionó la literatura norteamericana, y junto a Maya Angelou es considerada una de la poetas afroamericanas emblemáticas de su país. Esta, nacida en 1934, centró sus veros en temas como el feminismo, el lesbianismo y los derechos civiles, todos considerados tabú en la época en la que vivió.
Además de sus experiencias en Estados Unidos, la autora vivió en México, en Berlin Occidental y en Saint Croix, donde falleció. Además de su impresionante poesía, reconocida por su dominio técnico del lenguaje y expresión de la indignación por las injusticias social, esta también escribió numerosos ensayos. De ahí surgió una de sus obras más conocidas, 'La hermana, la extranjera'.
“Las diferencias no deben contemplarse con simple tolerancia; por el contrario, deben verse como la reserva de polaridades necesarias para que salte la chispa de nuestra creatividad mediante un proceso dialéctico. Solo así deja de resultar amenazadora la necesidad de la interdependencia”, resaltó en uno de sus textos.
Para la chica que vive en un árbol
Una carta en mi buzón dice que has llegado
a Honduras y me pregunto de qué color
es la madera que cortas ahora.
Cuando te fuiste de esta ciudad pasé un año llorando
por la 14th Street por Taconic Parkway
frente a las casitas de tejas para pájaros a lo largo de Riverside Drive
y me alegraba porque tu partida
me dejaba un país nuevo
donde Riverside Drive se convirtió en un asedio
que ni la dinamita podía reventar
donde hacer a la vez el amor y la guerra fue
menos contradictorio
y al regar mis lágrimas la mañana me convertí
en mi propio lugar que desentrañar
mientras parte de mí te sigue aún por los bosques de Oregón
cortando madera muerta con un hacha oxidada
interpretando las pesadillas de la piel
color crema de tu madre, bañada en hollín de fuegos comunales
donde trabajas para disciplinar tus sueños
cuyos símbolos se inmortalizan en mentiras de la historia
narradas como cuentos de hadas que llaman poder
tras el trono o noble esclavo de la frontera y
ambas sabemos que no eres blanca
iracunda o furiosa pero solo por sangrar demasiado
al caminar fatigosamente tras un vagón y, en confianza,
¿de verdad conquistaste Donner Pass con solo un carrito?
Las pesadillas de mi madre no son las tuyas pero te conciernen.
Si mientras duermes te subiera a la boca el sabor de la sangre de un niño
y no pudieras levantar tu mano negra encadenada
para quitarte su muerte de los labios
quizá considerarías
por qué elijo este ladrillo de porquería
en lugar del reto verde de la buena tierra.
Las pesadillas de tu madre no son las mías pero me conciernen.
Compartimos más que una trampa entre las piernas
donde largas presas aúllan una y otra vez por el país
al encontrar menos de lo que regatearon
pero más de lo que jamás temieron
así que con o sin sueños, creo que volverás pronto de Honduras
donde el bosque es aún más tupido que en Oregón.
Terminarás viéndolo también como una elección
entre amar mujeres o amorosos árboles
y aunque solo sea por su libertad de movimiento
las mujeres ganan,
no cabe duda.
Sandra Cisneros
Conocida como una de las principales exponentes de la literatura chicana de EE.UU., Cisneros ha sido galardonada por su narrativa y sus versos.
La obra más conocida de esta autora nacida en 1954, es la novela 'La casa de Mango Street', que se convirtió en parte del programa nacional de lectura en los colegios de su país. Sin embargo, entre sus poemarios más populares están 'The Rodrigo poems' y 'Loose Woman', que no están traducidos al español.
Actualmente es directora de literatura en el Centro de Artes Culturales Guadalupe en San Antonio, Texas.
Solteronas
Mis primas y yo,
no nos casamos.
Somos muy viejas para
los estándares mexicanos.
Y los familiares
sospecharon desde hace tiempo
que no estaremos más
de blanco.
Mis primas y yo,
somos solteronas
de treinta años.
Que no vestiremos a nuestros niños,
y nunca vestiremos santos –
aunque los desvestiremos.
Las tías,
se rindieron con nosotras.
No más codazos – eres la que sigue.
En vez de –
¿Qué pasó en tu infancia?
¿Qué te dejaron todas estas adolescentes?
¿Quién te lastimó, cariño?
Pero estudiamos
matrimonios demasiado tiempo
Tía Ariadne,
Tia Vasti,
Comadre Penélope,
querida Malintzin,
Señora Cáscara de calabaza –
las lecciones nos sirvieron mucho.
Carolyn Forché
Nacida en 1950, Forché es escritora, editora, traductora, catedrática universitaria y defensora de los derechos humanos. Es considerada una de las precursoras de la poesía política contemporánea estadounidense.
En los años setenta, la escritora viajó a El Salvador, donde vivió la espeluznante guerra civil que destrozó al país y que quedó reflejada en su galardonado libro 'El país entre nosotros', que luego fue duramente criticado por el represivo gobierno salvadoreño.
“Hay que ser capaz de ver el mundo tal como es, de ver cómo está compuesto, y hay que ser capaz de contar lo que uno ve”, dijo en una entrevista.
San Onofre, California
Hemos avanzado mucho al sur.
Más allá, la más vieja mujer
bombardeando limas en chales negros.
Portillo rayando su nombre
en las paredes, los delgados listones
de orín, niños acariciando el lodo.
Si seguimos, podríamos parar
en la calle en este mismo lugar
donde alguien desapareció
y podríamos escuchar las palabras
¡Ven con nosotros! Si eso sucediera, conduciríamos
nuestras vidas con las manos
atadas. Es por eso que sentimos
que es suficiente escuchar
al viento meciendo limones, a los perros andando en las terrazas,
sabiendo que mientras las aves y el tiempo caliente
se mueven siempre al norte,
los lamentos de aquellos que desaparecen
tardarían años en llegar aquí.