Sonia Manzano crea una metáfora de la complicidad femenina
La afamada autora presentó su novela más reciente, 'Los últimos días de Pompeya', en la capital
Como los pistilos en una flor de pétalos abiertos. Hay sensaciones que se muestran así, como el brotar de pezones que alargan pechos anudados. Un movimiento constante e imparable, como en las ilustraciones de Benjamín Viteri que acompaña la prosa de Sonia Manzano en ‘Los últimos días de Pompeya’ (Fondo de Cultura Económica, 2024). Una breve novela con punzantes efectos de cuento que, quizá, a quien estos días haya visto la película ‘The Substance’ (Coralie Fargeat, 2024), le parezca mejor estilizada, con la profundidad requerida para marchitar todo con brotes de enfermedad.
La voz narradora es la de la amiga de la protagonista, Pompeya. Se conocieron en la Cancillería de la República. Entre sus recuerdos de épocas luminosas, los bramidos de erupciones volcánicas o de un toro cretense y la “ampulosidad retórica” del edificio se devela la sutil intertextualidad del relato (‘Quo Vadis’, ‘El Obsceno pájaro de la noche’). También aparecen términos que unidos cobran nuevo sentido: la serpiente de “sexualidad bífida” que Pompeya decidió tatuarse, las “salientes costaneras” de ambas, y que les permiten llamar “amargura sin nombre” a los “matripandemonios” que han dejado atrás.
Lo que permite ver a través de Pompeya su paso por la vida no es la vejez; es un tumor canceroso y la mirada compañera de su amiga. “Estuve, más que nunca, con ella cuando se encaprichó en atravesarse los lóbulos de las orejas con unas espinas de nagual al rojo vivo para ensartarse unos aretes en forma de calaveras de azúcar de las que continuamente goteaba el perfume de la muerte chocarrera”, narra. “Estuve con ella, tras la puerta del quirófano, cuando le sacaron de raíz el seno enfermo...”.
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Brotes y erupciones
Las múltiples interpretaciones y el recorrido del tiempo en ‘Los últimos días de Pompeya’ hicieron que el escritor Francisco Proaño Arandi relacionara a la obra con Pablo Palacio, durante la presentación del libro, en Quito. Se parte del realismo para llegar al “destino implacable, fijado por los dioses que se presenta como metáfora en el texto”, señaló el autor cuencano. “Hay una multiplicidad de planos, lo fantástico, la amistad, lo monstruoso, extraño y femenino”.
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Leer másEl editor encargado de la colección “Vientos del Pueblo” en el país, Xavier Oquendo Troncoso, le había propuesto a Benjamín Viteri que ilustrara el texto. “Al leerlo quedé fascinado, enamorado de la protagonista”, ha contado el ilustrador, que puso a la serpiente negra del tatuaje a reptar en el pabellón de una oreja. El presente del cáncer hace latir cada escena, también el confinamiento de quien lo padece o se mira en la oscuridad. Las ilustraciones son autónomas y, a la vez, completan la metáfora del título.
Las miradas y lenguas aparecen frente a Pompeya en otra de las escenas, reafirman la superficialidad de quienes suelen ser espectadores: “Los de la Cancillería solo se enteraron del cáncer que aquejaba a mi mejor y única amiga cuando este se hizo público y notorio en su en su otrora y regia humanidad”, dice la narradora.
Sonia Manzano
La fertilidad de los recuerdos
Sonia Manzano decidió dejar a Mercedes, la hermana de Pompeya, y al fornido enfermero que contrató como meros testigos de la complicidad femenina. Es la mirada de su narradora la que permite construir a una fortísima protagonista mientras se marchita, sin compadecerla.
“Estaba rascando a mi placer, y al entero placer de Pompeya, su espalda”, dice, “cuando escuché un estampido seco...”. La lucha de ambas será por alcanzar una suerte de país desconocido en el cual lo inevitable será conmovido por la dignidad memoriosa.
¿Quién es Sonia Manzano?
Es poeta, narradora, ensayista y pianista. Autora de doce poemarios. En narrativa: ‘Y no abras la ventana todavía’ (I Premio de la 3era. Bienal de Novela ecuatoriana), ‘Flujo escarlata’ (cuentos, Premio Nacional Joaquín Gallegos Lara), ‘Que se quede el infinito sin sus estrellas’, ‘Eses fatales’ o ‘Trata de viejas’.
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