
David Torres: "Democratizar el sushi en Guayaquil fue romper barreras"
Su esfuerzo ha ido desde emprender en una cocina oculta hasta la consolidación de tres locales físicos.
El minimalismo envuelve el nuevo local de Sushi Sazo en Avalon Plaza, Samborondón. Las líneas de madera que recorren el techo, inspiradas en los palitos de sushi, dirigen la mirada hacia el corazón del espacio: la cocina abierta, donde el movimiento atrapa a los comensales como una coreografía silenciosa.
A medida que las mesas se llenan, los primeros rolls comienzan a desfilar, coronados con destellos de fuego que despiertan todos los sentidos. Aquí, la experiencia no solo entra por la boca: se saborea también con la vista, el olfato y hasta el oído.
Con una propuesta que prioriza lo real sobre lo meramente 'instagrammeable', la marca recibió en 2023 un importante reconocimiento: Mejor comida asiática en los premios Uber Eats Ecuador. “Lo que ves en redes, es exactamente lo que llega a tu mesa”, afirma David Torres, el CEO de la marca, convencido de que la constancia y la autenticidad son la clave del crecimiento.
La entrevista se desarrolla entre platos que van y vienen. Con la serenidad de quien sabe que los grandes cambios se construyen paso a paso, David comparte su historia de pasión por la gastronomía, nacida durante sus estudios en Administración Hotelera en la Universidad de Palermo, en Buenos Aires, y su olfato empresarial.
Hoy define a Sushi Sazo como “una mezcla entre respeto por la cocina japonesa y una interpretación muy guayaquileña: salsas potentes, porciones generosas y recetas con identidad propia”. También resume el espíritu que lo impulsa: “Para nosotros nunca fue el objetivo decir ‘somos los mejores’. Nuestro objetivo siempre ha sido que la gente lo perciba. La constancia, el trabajo diario, el servicio, todo eso habla más que cualquier eslogan”.
Cara a cara
¿Cómo surgió su conexión con la gastronomía japonesa?
Más que japonesa, fue la pasión por la gastronomía y el servicio. Eso me llevó a tener el olfato empresarial para ver qué podía funcionar. Mientras viví y estudié en Argentina vi comportamientos que Guayaquil estaba listo para adoptar.
¿Qué vio allá que acá no existía?
El consumo de sushi como costumbre diaria y el delivery. Acá, en cambio, seguía siendo un producto aspiracional, no accesible para todos. Quise romper esa barrera. Así nació Sushi Sazo: buena calidad, excelente presentación y precios justos.
¿Cómo fue empezar solo como delivery?
Antes de que llegara la pandemia, ya operábamos como cocina oculta en Kennedy Norte. El boom fue casi inmediato. Estábamos preparados cuando llegó el confinamiento y eso nos permitió abarcar toda la ciudad.
¿Cuál diría que fue la clave para que el sushi conectara con el paladar local?
Desarrollamos salsas propias, entendimos que aquí la gente busca volumen, sabor y abundancia. Creamos una identidad con raíces locales, algo que se sintiera más cercano, más de casa. Empezamos con bandejas accesibles, como 45 bocados por 20 dólares, cuando normalmente el sushi para domicilio costaba mucho más. La gente quería sushi, pero sin tener que gastar 50 o 60 dólares.
¿Cómo fueron adaptando los rolls a las nuevas formas de comer y a los distintos gustos de los clientes?
Creamos opciones para todos: para los que no comen mariscos, para los que son fit y no quieren arroz, para los que buscan proteínas puras. No se trata de copiar, sino de adaptar sabores manteniendo nuestra identidad.

¿De dónde vienen los productos que utilizan?
Es una combinación: productos importados, como el salmón de Chile o algas de Estados Unidos, y productos nacionales como el aguacate de la Sierra. Conocemos a nuestros proveedores locales y seleccionamos personalmente.
¿Cree que lograron democratizar el sushi?
Sí. Lo vemos en cómo el sushi ya forma parte del día a día: ves niños, adultos mayores, familias enteras pidiendo sushi como una opción más. Ya no es un lujo, es parte de la cultura cotidiana de Guayaquil. Rompimos barreras de precio y accesibilidad.
¿Qué le inspira hoy como empresario gastronómico?
Leer los mercados. Tener ese 'paladar comercial' que me permite entender qué quiere la gente. Y construir una empresa que sea humana, que cuide a su talento y a su gente.

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