Denisse Izurieta fusiona el ballet con lo fashion
Danza y modela, también teje. Su marca Fairy Crochet es una apuesta a lo sustentable, con toque aesthetic
El vínculo con el arte es su sello personal, y todo lo que hace con sus manos es su marca. Denisse Izurieta transita sus días danzando y tejiendo. “Necesito tener ocupados todos mis minutos del día”, dice a modo de confesión.
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Leer másDesde hace un año experimenta con una técnica que nunca había utilizado, el crochet, y esto ha dado como resultado creaciones de moda en las que destaca lo artesanal con un toque aesthetic.
A punto de terminar su carrera de Ciencias Políticas en la Universidad Casa Grande, divide su tiempo entre ensayos de la obra Cascanueces, entrenamientos para la competencia de la UDA, el modelaje y, como si fuera poco, el esfuerzo que le implica hacer despuntar su emprendimiento, Fairy Crochet.
Así de polifacética es Denisse, quien a su 22 años es fiel reflejo de la generación Z, a la que le gusta aprender, emprender y estar en constante movimiento.
Tejiendo su marca
Si se da un vistazo a sus diseños, es fácil notar que tienen tonalidades que van desde los neutros hasta vibrantes. Rojizo, amarillo, rosa, azul y más son parte de esa paleta que dan color a la lana que utiliza.
Todo lo hace bajo una actitud más sustentable, de modo que sus creaciones son atemporales con la finalidad de que perduren en el tiempo. A eso le suma un toque aesthetic que ha gustado no solo en Guayaquil, sino en otras ciudades.
“Me encanta la moda, siempre estoy buscando inspiración y disfruto crear piezas”, comenta. No es la primera vez que pone a prueba su talento al crear. “Siempre he pasado de un hobby a otro. He probado pintura, dibujo, cerámica, pastelería, jardinería”, enumera.
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Leer másSin embargo, nunca antes sus pasatiempos se habían transformado en emprendimiento. Y mucho menos con algo que aprendió en poco tiempo.
“En pandemia me volví adicta a TikTok... Veía miles de videos sobre crochet hasta que un día me lancé a comprar el material. Empecé con una blusa que me tomó un año terminar... Los materiales no eran los adecuados y el proyecto se me volvió larguísimo. Si uno la ve, tiene muchos defectos. Esa blusa grita ‘primer proyecto’. Pero aún así me la pongo”, se sincera entre risas.
No se desanimó y en 2022 comenzó a aprender. Luego de mucho tiempo de práctica ha logrado dominar la técnica y, al día de hoy, puede tejer una cartera en tres horas; y un par de aretes, en una hora. Y con un poco más de tiempo, hace desde blusas hasta peluches.
Ella disfruta creando. Las ferias de emprendedores, Instagram y las recomendaciones boca a boca le han servido para promocionar la marca. “Me sorprende que mis clientes no solo han sido jóvenes, sino niñas de 11 años. Ellas me compran lana para hacer sus propios modelos. Estamos ante una nueva generación que es más sensible. Mucho más que la mía, la Z”, refiere. Y añade: “Los de mi generación emprendemos más, no solo por necesidad, porque es difícil lograr un puesto de trabajo, emprendemos porque nos gusta estar en movimiento. Los hobbies y lo que nos apasiona al final lo terminamos monetizando”.
La danza como terapia
Con zapatillas de punta y vestida con una malla, Denisse hace una serie de variaciones, algunas improvisadas en las que destaca su técnica en cada paso. “Comencé tarde en la danza. Fue recién a los 16 años”, explica.
Primero experimentó con otras disciplinas. Cuando tenía 9 empezó patinaje artístico y, si bien competía a nivel local, se retiró por los tiempos escolares.
Fue a los 16 años, cuando volteó su mirada a lo artístico y desde casa aprendió por cuenta propia giros, saltos y diferentes pasos de danza.
“Cerca de casa había una academia, Ático, y desde que me apunté no he parado de bailar”. Allí aprendió nuevos géneros para ella, desde lo lírico, contemporáneo, hasta hip hop, los cuales la transformaron en bailarina de competencia.
En el ballet se adentró en los años de pandemia. Tras graduarse en la academia donde inició, decidió audicionar a la ‘clínica de ballet’ Forҫak, de Ana Karina Ron, quien forma grupos pequeños de bailarinas clásicas. Su crecimiento a nivel profesional fue tal que ha podido ser designada para competencias internacionales; la más reciente fue en Medellín, Colombia.
“La danza es muy terapéutica para mí. Yo puedo estar estresada, pero voy a la danza y regreso liberada, con más ganas de crear”, asegura.
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Versatilidad frente al lente
La expresión corporal que tanto domina gracias a la danza la ha ayudado a incursionar en el modelaje. Empezó recibiendo clases en Chantal Fontaine. Luego se apuntó a workshops de foto-pose, donde el hecho de vincularse con profesionales de la moda le ha permitido hacer diferentes colaboraciones, pero también llegar a ser contratada -de a poco- por marcas de todo tipo, incluso capilares, en las que destaca por sus largos rizos.
El movimiento de sus manos, piernas, cuerpo y expresiones en su rostro la diferencian del resto. Es de las que pone mucha actitud y eso hace que cada foto suya impacte.
Dice que su sensibilidad por lo artístico hace que ella misma arme sus estilismos para los editoriales, sobre todo, donde fusiona el ballet con lo fashion.
“En la mayoría, uso mi propia ropa, accesorios... Y yo misma me maquillo. No me complico. La mayoría de cosas están creadas, lo único que hay que hacer es tomar inspiración y en Ecuador hay mucha... Así he construido mi estilo“, sostiene.
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