
Doménica Cobo: “Ser mujer y joven no son desventajas”
La abogada y activista lidera la fundación “Juntas x ellas” que impulsa la participación femenina y la salud mental.
Realizar esta entrevista con Doménica Cobo implicó coordinar con seis horas de diferencia horaria con Guayaquil, pues actualmente se encuentra en Barcelona cursando una maestría en Emprendimiento e Innovación Social. Su voz suena firme y segura, reflejando la madurez de alguien que ha sabido abrirse camino con determinación
El año pasado, en noviembre, estuvo en París como parte del Panel de Líderes Jóvenes Transformando Mentalidades de la UNESCO, un reconocimiento que la posicionó entre las voces emergentes con mayor impacto en la región. Su capacidad de generar cambios ha sido respaldada también por el gobierno de los Estados Unidos y por One Young World, la organización de jóvenes más grande del mundo, que la ha reconocido por su labor. “La idea es seguir con mi trabajo en mentoría y proyectos para fortalecer el liderazgo femenino y la participación juvenil en la construcción de una sociedad más equitativa”, explica con claridad.
Nacida en Cuenca, ha sabido combinar su formación como abogada con su pasión por el emprendimiento y el impacto social. Con una mentalidad estratégica y un objetivo definido, ha logrado posicionar sus proyectos en espacios clave y continúa abriendo puertas para que más mujeres se sumen a esta revolución de conciencia y acción.
Del activismo a la sostenibilidad
En 2020, en medio del caos de la pandemia, su proyecto “Juntas x ellas” surgió como un espacio de contención para mujeres que enfrentaban ansiedad, incertidumbre y soledad. Pero pronto se hizo evidente que la salud mental no era un lujo ni una conversación secundaria: era una necesidad urgente.
Al año siguiente, junto con sus socias María Elisa Holmes y Bárbara Bonilla, dieron el primer gran salto al crear una plataforma de asistencia psicológica en línea, permitiendo que cualquier mujer, sin importar su situación económica o geográfica, pudiera acceder a apoyo profesional. Y en 2022, el proyecto se consolidó como fundación a fin de que sea más sostenible en el tiempo. La clave del éxito estuvo en un cambio de enfoque: en lugar de depender exclusivamente de donaciones, establecieron un esquema accesible de 10 dólares por sesión. Esto no solo aseguró la continuidad del servicio, sino que también generó un mayor compromiso por parte de las usuarias.
Hoy, atienden a más de 120 pacientes al mes y cuenta con un equipo de 16 psicólogos voluntarios que aportan su tiempo y conocimiento. “Aunque la plataforma está configurada con horario ecuatoriano, hemos atendido a ecuatorianas en el extranjero, sobre todo en Estados Unidos, donde el acceso a la salud mental es complicado para migrantes”, añade.
La iniciativa ha logrado atraer financiamiento y reconocimiento, como el premio de la Unesco con Nestlé, que les otorgó 10 mil dólares para fortalecer la plataforma. Pero más allá de los números, el verdadero impacto está en las historias de vida que han cambiado. Y según Doménica, esto es solo el principio.
Cara a cara
Has trabajado en pro de mujeres de diferentes edades, ¿qué significa para ti conmemorar el 8M, Día Internacional de la Mujer?
Para mí, el 8M es un recordatorio permanente del camino recorrido y de la lucha de nuestras madres, abuelas, bisabuelas, que vivieron con otras barreras y realidades. Pero también es un recordatorio de lo que falta por hacer. A pesar de los avances, hay retrocesos. Es clave trabajar con niños y adolescentes para que nadie se quede atrás.
Antes se luchaba por la jornada laboral. En 2025, ¿cuáles son las principales luchas?
Creo que ahora la preocupación está en el acceso a la salud, especialmente la salud mental. También hay que revisar la situación de las mujeres neurodivergentes, las personas con discapacidad, el embarazo adolescente, la desnutrición infantil y la deserción escolar. Es un camino de evolución y no una lucha de víctimas, sino de construcción de una sociedad equitativa.
Has hablado de la necesidad de que las mujeres no estén en espacios de decisión solo para cumplir una cuota, sino porque son valiosas y preparadas. ¿Cómo ves a las nuevas generaciones en este proceso?
Sí, creo que mi generación tiene más herramientas, pero también enfrenta un exceso de información que no siempre se canaliza bien. A los 30 años, veo que hay avances, pero también seguimos enfrentando obstáculos. Aún hay mujeres que deben aparentar estar casadas para ser tomadas en serio en ciertos espacios. La juventud, en general, es vista como inexperta, y si además eres mujer, el desafío es doble. Se necesita un cambio de mentalidad para que las capacidades se valoren más allá del género o la edad. Por ejemplo, obligar a las empresas a contratar mujeres por ley no es la solución, sino cambiar la idiosincrasia social.
¿Cuál es el papel de la comunidad en esta lucha?
Nos han enseñado que debemos competir por los pocos espacios disponibles, pero cuando trabajamos juntas logramos cosas extraordinarias. Tener redes de apoyo entre mujeres cambia todo: saber que una amiga, una vecina, estará ahí para ayudar, para escuchar, para dar una mano en un momento difícil. Las mujeres somos organizadas, resilientes y capaces de generar cambios profundos cuando trabajamos en comunidad. Juntas, somos una fuerza transformadora.
¿Cómo imaginas a la mujer ecuatoriana en 5 o 10 años?
Mi sueño es un Ecuador estable, donde las mujeres tengan acceso real a oportunidades, donde puedan trabajar sin preocuparse por la seguridad de sus hijos o la falta de cuidados adecuados. Que no deban elegir entre su carrera y la maternidad. Que las niñas no abandonen la escuela para cuidar a sus hermanos. La estabilidad permitirá que avancemos en derechos, no solo en la teoría, sino en la práctica. Tal vez no lo logremos en 7 o 10 años, pero espero que mis hijas y mis nietas vivan en un país donde ser mujer y joven no son desventajas.
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