Felipe de Edimburgo, el príncipe irreverente se marchó en silencio
Su matrimonio de más de 73 años con la reina Isabel se mantuvo a flote contra todo pronóstico
El esposo de la reina Isabel II, Felipe de Edimburgo, falleció la mañana de hoy, viernes 9 de abril, en completa paz. Estaba a punto de cumplir un siglo de vida (el 10 de junio).
Recordado como uno de los miembros de la realeza más pintorescos en la historia de la monarquía, caminó siempre algunos pasos atrás de su esposa en los actos públicos para cumplir con el protocolo. Él tenía 41 años cuando ella se convirtió en reina y él en príncipe consorte.
Juntos pasaron momentos difíciles y cientos de controversias tanto públicas como privadas. Dicen que el único miedo de la soberana era perderlo a él, su compañero de batallas. Y es que mientras la soberana es una mujer seria y disciplinada, siempre dispuesta a guardar la compostura y cumplir con las normas que su posición demanda, él era irreverente e informal.
El príncipe Felipe vivió una vida extraordinaria, fue un héroe naval en la Segunda Guerra Mundial, fue un hombre que inspiró a un sinnúmero de jóvenes a través de su premio Duque of Edinburgh’s Award, y sobre todo, como el consorte de su majestad la reina Isabel.
Creció en medio de dificultades. Su madre, la aristócrata Alicia de Battenberg, padecía de sordera y luego fue internada en un asilo donde le diagnosticaron esquizofrenia. Su padre, el príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca, no quiso hacerse cargo de él y pidió a la familia de su esposa que lo adoptara. Felipe tenía solo 9 años. En su adultez se convirtió en héroe de guerra y, luego, en el príncipe consorte que más tiempo estuvo casado con una monarca británica: 73 años.
Tras el abandono de su padre y sin dinero en los bolsillos, vivió la vida de cualquier plebeyo. Usó el transporte público y debió aprender a valérselas por sí mismo. Dos pérdidas lo marcaron profundamente: la de uno de sus tíos, a causa del cáncer, que se convirtió en su ‘padre sustituto’; y la de su hermana favorita, Cecile, quien perdió la vida en un accidente aéreo en 1937.
Hoy, lamentamos la pérdida de un hombre extraordinario, que dedicó su vida al servicio público y a ayudar a los demás. Extiendo mi más sentido pésame a Su Majestad la reina y a toda la familia real en este triste momento.
Estudiaba en la Real Academia Naval de Dartmouth cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. Sus hermanas eran fieles al Führer, por lo que tomar la decisión de pelear al lado de los ingleses no debió ser sencilla. Y aunque logró el grado de teniente, su futuro no era la milicia.
Tenía 19 años cuando conoció a Isabel, entonces de 13, princesa de la Corona británica. La primera vez que se vieron fue en una visita que la jovencita hizo con su padre, Jorge VI de Inglaterra, a la base de Dartmouth. Hay quienes sostienen que el flechazo fue instantáneo y que desde ese momento empezaron a intercambiar cartas.
Si bien era un hombre de deber, tenía sentido de la diversión. Su pérdida será lamentada por la reina, su familia y millones de personas en todo el mundo.
No es de extrañarse. Felipe era alto, guapo, atlético y, según dice Philip Eade en su libro Young prince Philipe, tenía “pinta de un dios vikingo”. De que un día contraerían matrimonio, pocos tenían dudas, y el anuncio del compromiso se dio en julio de 1947. Los padres de Isabel tenían cierta reticencia, pues aunque su próximo yerno tenía sangre aristócrata, era un príncipe cuyo sueldo era el de un oficial de la Marina. Además, para algunos, era maleducado. Pero su franqueza y buen humor fueron reemplazando esas ‘deficiencias’.
Renunció a su título heredado de príncipe de Grecia y Dinamarca y a la religión ortodoxa y obtuvo la ciudadanía británica. Solo así podía contraer matrimonio con la heredera del trono inglés. El evento que tuvo lugar el 20 de noviembre de 1947 fue calificado por Winston Churchill como “un rayo de luz en el difícil camino que debemos recorrer”, en alusión a los problemas del imperio británico durante los primeros años de la posguerra. El día del enlace, su suegro le concedió el tratamiento de Su Alteza Real y lo nombró duque de Edimburgo, conde de Merioneth y barón Greenwich.
RIP Príncipe Felipe, 99. Un gran británico que dedicó su vida al deber público desinteresado y fue una roca absoluta de apoyo devoto a Su Majestad, la reina, como la consorte real más antigua de cualquier soberano británico. Un día muy triste para nuestro país. Gracias, Señor.
Pero la historia de cuento de hadas se complicó con la muerte del rey Jorge VI. Isabel subió al trono y Felipe tuvo que soportar el dolor de no darle su apellido a sus cuatro hijos (Carlos, Ana, Andrés y Eduardo) y el de caminar detrás de su mujer durante los actos públicos. Él estaba al frente de la casa, ella al frente de la nación.
Muere a los 99 años el duque de Edimburgo, marido de la reina Isabel II
Leer másSe habló de algunos romances extramaritales que nunca pudieron probarse. Cierto o no, se describió a sí mismo como “una condenada ameba”, comentario típico en ese estilo que lo hizo famoso.
El encanto del duque de Edimburgo estaba justamente en eso, en su capacidad de decir lo que nadie más se atrevía a comentar. Era la prueba de que los miembros de la realeza son de carne y hueso, capaces de ‘meter la pata’. Sus chistes políticamente incorrectos le dieron un nuevo aire a la Corona.
Por eso hoy la Casa Real Británica llora a uno de sus más entrañables personajes cuya vida estaba llena de contrastes. La posición discreta que estuvo obligado a guardar hallaban luz en sus imprudencias y algunos desenfrenos que despertaron el cariño de un pueblo que hoy lo despide con honores.
- Tres claves
1. “Mi pequeño repollo”. Peter Morgan, guionista de la cinta The Queen, asegura que el duque llamaba así a Isabel. Según él, la información la obtuvo de buena fuente. Lo decía en francés, “mon petit chou”, ya que Felipe vivió durante siete años en Francia.
2. Su relación con Carlos. Al parecer, entre ambos no había buena química. Al menos se hizo evidente cuando el duque decidió talar una buena cantidad de viejos robles en el parque del castillo de Windsor, lo que golpeó a su hijo mayor, ecologista confeso, quien lo acusó de vandalismo.
Buckingham: media entre el caos y el orden
Leer más3. Su amor por el arte. Más allá de su pasión por los caballos, los automóviles y por pilotear aviones, el duque disfrutaba de las letras y la pintura. Además de coleccionista de arte, también pintaba. La reina en el desayuno, castillo de Windsor (1965) es el cuadro de su autoría más conocido.
- Sin funeral de estado
Desde el momento de su fallecimiento, las banderas ondean a media asta y se ha decretado un período de duelo que se mantendrá hasta su funeral.
Aunque en calidad de esposo de la soberana tiene derecho a un funeral de Estado, él pidió uno privado de estilo militar en la capilla de San Jorge (castillo de Windsor). Por decisión propia, será enterrado en Frogmore Gardens, donde permanecen los restos de la reina Victoria y el príncipe Alberto.
- Opiniones: El gran sacrificio
“Fue un hombre que sirvió a la corona por casi 70 años con más de 22 mil compromisos, 637 viajes internacionales y 780 organizaciones a las que apoyaba. Su desafío más grande fue dejar de lado su personalidad, siempre imponente y de hacerse notar. Ese fue su mayor lucha, doblegarse ante la reina que era también su esposa y convertirse en su vasallo... Creo que fue ese su reto constante. Por amor a su esposa y a su familia se mantuvo siempre a la sombra de la Isabel II". Fiorella Solines, periodista
Felipe de Edimburgo nunca se ha mordido la lengua
Leer más“Sé muy poco sobre la realeza, pero acaso algo más sobre el amor y la lealtad. Con esa parte del príncipe Felipe me quedo. La serie de Netflix The Crown nos acercó a su mundo, al desprendimiento que hizo en favor de una reina y un reino. No debió ser fácil dejar su linaje a un lado para ser el consorte de Isabel II, acompañándola sin opacarla. Aun hoy, eso no es fácil entre las parejas, cuando una mujer por diferentes motivos se destaca más que el hombre. Por lo demás, leí que el príncipe podía ser mordaz y hasta grosero en sus expresiones. Supongo que era el precio de mantener su rol en la familia real británica”. Tania Tinoco, periodista