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Empezó haciendo helados artesanales desde la cocina de su casa y actualmente ya distribuye a supermercados del paísfOTOS: mIGUEL cANALES

Gabriela Aguirre: "Nadie le sacaba provecho a este nicho y yo me adueñé"

Con $60 compró una máquina casera para hacer helados y a partir de allí montó la Encantería que ya está en cuatro ciudades.

La sensación de entrar a un bosque es lo que salta a primera vista en la Encantería. Una pila de grandes libros llegan casi hasta el techo y en sus portadas hay un mundo mágico de pócimas. Daría la impresión de que tras un 'abracadabra', aparecerán diferentes sabores que deleitan el paladar. Pero eso es parte de la fantasía. 

La realidad es que estas fórmulas 'bajo cero' se hacen de manera artesanal desde un taller donde la mayoría son mujeres y están guiadas por Gabriela Aguirre, la CEO de esta heladería.

Curiosamente, a pesar de su éxito actual, Gabriela admite que nunca fue una fan devota del helado ni de los dulces en general. Sin embargo, cuando probó uno de vainilla, hecho por ella misma, quedó cautivada.

Como otras historias de pequeñas empresarias, esta también empezó por el afán de salir de la zona de confort. Mientras trabajaba en una empresa de publicidad, vio en Instagram una receta de helado y, luego, los mismos algoritmos le mostraron dónde comprar una máquina casera para hacer helado. Y así, con una inversión de $60 empezó todo.

Desde la cocina de su casa transformaba mágicamente los ingredientes en una deliciosa mezcla y comenzó a encantar a clientes de Samborondón, luego Guayaquil y vía a la Costa.

Al día de hoy, tras ocho años en el negocio, tiene dos locales físicos y distribuye a supermercados de cuatro ciudades: Quito, Manta, Cuenca y Guayaquil.

En medio de sabores dialogó con Expresiones ese camino que transitó desde la publicidad hasta los helados y sus nuevos retos

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De la crisis a empezar

“Yo no era la típica que vendía brownies en el colegio … Era cero en gastronomía. Lo mío era la parte creativa, me gustaba la publicidad”, confiesa Gabriela. De hecho, trabajó ocho años en una compañía publicitaria junto a su esposo, hasta que le llegó el deseo  de salir de su zona de confort.

“Estuve en una crisis existencial de más o menos seis meses hasta encontrar un trabajo que realmente me apasione”.

Y fue en internet donde halló respuestas: un post de una receta de helado de vainilla llamó su atención. “Me compré la maquinita casera ¡y no me salió la receta! Pero así empezó mi curiosidad, de por qué se me descongelaba tan rápido o por qué me quedó muy dulce y luego por qué me quedó durísimo. Todas las semanas hacía uno nuevo para ver qué pasaba… Y el problema era la formulación. Los helados son pura química”, explica.

Empezó aprendiendo de manera empírica y a modo de  hobby. “Subía las fotos al Instagram desde la cocina de mi casa y la gente empezó a decirme que les venda”.

Era el 2016 y con ganas de explorar nuevos sabores, fue a Italia para seguir un curso de gelateria artesanal. A su regreso a Ecuador, ese mismo año, arrancó la Encantería.

La máquina de la suerte

Dice que las ganas pudieron más. Si bien empezó con pocos recursos, se fue expandiendo de a poco.

“Hacía los pedidos desde la cocina de mi casa. Con la maquinita solo podía hacer 1 litro al día, así que me compré cuatro botecitos más para congelar y a la semana hacía dos sabores”, recuerda.

Así de a poco, la ganancia se convertía en inversión. Luego compró nuevas ollas para ya no usar las de su casa, hasta que después llegó el congelador.

“Hasta el 2019, la gente venía a mi casa, me tocaba el timbre y les vendía el helado. Les gustaba el hecho de que eran artesanales y bien hechos”, menciona.

Actualmente, distribuye en diferentes puntos de venta, y si bien ya tiene un taller, la maquinita con la que inició la sigue usando para hacer pruebas. “Esa es la de la suerte”.

Expandiendo y encantando

Después de la pandemia, la marca comenzó su camino de expansión. Participó en la feria Raíces, y luego empezó a llevar la experiencia de sus helados caseros a fiestas de cumpleaños.

Y mientras iba creciendo su comunidad en Instagram, las tiendas multimarcas comenzaban a acoger sus congeladores, hasta que luego llegó el turno de supermercados.

Pero el contacto directo con clientes era algo que Gabriela ansiaba. Así que en el 2023 pudo abrir dos locales físicos; uno en el Mall del Sol y otro en Arcos Plaza.

La marca, como muchas otras, vivió los  momentos caóticos del país y logró mantenerse en pie. Hoy, 18 empleados trabajan con ella. “Somos todos jóvenes y nos motivamos unos a otros, siempre como un equipo”, sostiene.

Como 'jefaza' tiene su clave. “Ha sido concentrarme en un producto de valor, que la gente diga ¡Wow, esto es de calidad! Es un nicho al que nadie le estaba sacando provecho y, a la final, me he adueñado del nicho”, dice con orgullo.

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Momentos transformados en sabores

Si bien el helado de vainilla fue su primer amor, hoy más de doce sabores surgen de sus mejores momentos. “Hace unos meses, lanzamos uno que lo llamé Fogata. Ese me trae los recuerdos de las temporadas playeras con mis primos. Otro, en cambio, tiene de nombre Ritual nocturno, que me recuerda a mi mami enseñándonos a preparar leche con Milo, todas las noche" dice dejándose llevar por la magia de la añoranza.

Actualmente, como mamá de dos y esposa, también va acumulando recuerdos. “Mis hijos me salen con sabores locos o me ayudan a poner nombres”. Entre ese malabar de ser CEO y mujer de familia encontró el sentido de sus días. "El éxito no se debe medir en ventas, sino en cuán feliz eres. Y si es con un helado, mejor".

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