El hoyo, la película que cautiva a los fanáticos de Netflix
Una invitación a la reflexión sobre el reparto de la riqueza, es la propuesta del director Galder Gastelu-Urrutia en esta cinta española.
Por Jorge Suárez
Desconcertante, cruda, original, con evocaciones a 1984, a El cazador implacable, la película se abre hacia el mundo fílmico de la ciencia ficción, de la psicología y del suspenso para envolver al espectador y obligarlo a pensar en el largometraje que está viendo. No le será fácil, pues la película española está llena de vericuetos donde para darle intimidad a los personajes los fotografían, al igual que en Hogar, a través de incisivos primeros y medios planos. Su director, el catalán Galder Gaztelu-Urrutia, desafía al argumento con su primera secuencia: los mejores cocineros, en un lujoso restaurante y bajo la mirada inquisitiva de un chef perfeccionista, han logrado la excelencia de sus potajes y ellos están próximos a ser servidos, solo que… los consumidores serán los habitantes de la 'torre'.
Fotografiada con nitidez y una estupenda BSO, el filme avanza con cierta desigualdad y la trama es a momentos absurda, pintando -eso sí- una situación llena de suspenso e interrogantes: ¿Por qué están allí? ¿Por qué Trimagasi piensa que es mejor vivir en el piso 48? ¿Qué busca Imoguin, por qué llevó a su perro? Por supuesto que llegarán todas las respuestas, empastadas en mensajes sociales, políticos y religiosos. No debo adelantar hechos a fin de no arruinar su posible sintonización en Netflix.
Las actuaciones de actores desconocidos en el medio pero de gran fuerza en España son meritorias y sobre todo jamás caen en el ridículo; al contrario, son ellos los que aportan realidad a la historia. Las escenas de canibalismo son feroces porque, fuera de esto, han sido fotografiadas en tonos rojos. Las primeras escenas de Emilio Baule como Baharat son repelentes, aunque sirvan su propósito.
No es un filme que gustará a todos, pues guarda excesiva crueldad y mucho de sadismo, pero se debe apreciar la actuación de los actores, la forma en que se ha elaborado: buenos sets, vestuario apropiado, excelente maquillaje y una puesta en escena que permite ver la opresión, la realidad, la irrealidad y sobre todo, un guion lleno de inventiva.
EL ARGUMENTO
En un mundo futurista, Goreng (Iván Massagué) vegeta en una habitación que forma parte de una torre con muchísimos niveles. Cada una cobija dos personas. Su compañero de ‘celda’ es Trimagasi (Zorion Eguileor), individuo que le ha prohibido usar en sus frases la palabra “obvio”. A la hora de comer desciende una plataforma llena de platos gourmet, pero… son 94 sobras dejadas por quienes habitan niveles precedentes, ellos están en el número 48. Goreng lee El Quijote de la Mancha, Trimagasi se divierte con un cuchillo que jamás pierde su filo; además, le sirve para marcar en la pared los días de encierro. Luego aparecerán Miharu (Alexandra Masangkay)) buscando a su hija e Imoguin (Antonia San Juan) con su perro; confinada, al igual que todos por su propia voluntad. Ella fue ejecutiva de La Administración, la persona que registraba los ingresos de los ahora reclusos. Finalmente llega Baharat (Emilio Baule), un ecuatoguineano con ansias de libertad.