Igor Icaza Albán se despide de escenarios nacionales
El compositor ha preparado un repertorio que recorrerá sobre cuerdas, percusión y voz las tres décadas y media de su carrera
En la caja del libro titulado ‘Resplandor’ (2017), el músico anarquista Igor Icaza (Latacunga, 1972) incluyó una serie de postales y un disco antológico. En una de las imágenes aparece su silueta a contraluz sobre su nombre de solista; está la fotografía de 1995 que le hizo Nena Salazar a Sal y Mileto: sale desnudo, enmascarado en posición fetal entre unas piedras de la Laguna de Yambo; otra imagen, blanquinegra, lo muestra junto a sus compañeros de Ente a través del lente de Jessica Smit; el tiempo salta a 2009 cuando toma el micrófono para interpretar “Anaís” y rebota como luz sobre los platos de su batería en 2011.
La secuencia habla de sus composiciones en clave de rock libre ecuatoriano, los latidos del metal extremo, la experimentación progresiva en tres décadas y media dedicado al trabajo artístico a tiempo completo. Es, además, la voz más fuerte en el péndulo irredento que va de la música pesada a la clásica y al pasillo. Quizá por ser un eterno autodidacta. Quizá porque al salir de la adolescencia fue a las academias abiertas del Conservatorio Nacional de Música, donde pasó un año dedicado a la guitarra y otro a la batería. Quizá porque los únicos cuatro meses en que ha dejado de tocar fueron tras la muerte prematura de su amigo/hermano Paúl Segovia (1972-2003); pero los cursos de Robert Fripp (Reino Unido, 1946) le ‘salvaron la vida’ y retomó. Quizá porque ha visitado la escuela de ese músico británico, ‘Guitar Craft’, en Estados Unidos y Argentina, la última vez el año pasado. Lo seguro es que no dejará de componer, ensayar y hacer conciertos.
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Leer másLa despedida de estas tierras
Este año, medio siglo del nuevo milenio, tiene a Igor con miras a Estados Unidos, por motivos laborales y familiares que no le quitan un pelo a su irreverencia. La despedida, no podía ser de otra manera, es un concierto antológico luego de que “la banda de culto del rock ecuatoriano”, el power trío Sal y Mileto (Icaza, Franco Aguirre y Lucho Enríquez) se presentó en Riobamba la semana pasada. O de que los maestros del metal muerto, Ente (Icaza, Nelson Rodríguez, Daniel Cisneros, Javier Enríquez y Germán Mora) se despidieron de los metaleros en el Rockmiñawui del pasado diciembre.
“Su arte y el impacto que ha hecho durante toda su vida ha creado una identidad maravillosa –publicó Zak Icaza Molina, baterista como su padre, como invitación al concierto–. Una nueva identidad que tanto nos hacía falta para quitarnos lo que nos han heredado otras generaciones como el miedo, la vergüenza, la apatía y el conformismo”. Para cantar como invitado en una las bandas de Zak, Deer Hollow, Igor se subió al escenario del último ‘Zombie Walk’ y el hijo lo acompañará sobre las tablas del Teatro Nacional Sucre este 31 de enero.
También estará Jofiel Icaza (otro hijo músico que se encargó del bajo, guitarras eléctrica y electroacústica, además de coros y teclados para el ‘Volumen IV’ de Igor Icaza Allband antes de pandemia); el maestro Alex Alvear (que puso voz y bajo en el tema “Labios muertos”, además de hacer un tributo a Jimi Hendrix con Igor), Santiago Jiménez (el saxo invitado de Mileto desde 2010), Magdalena Muñoz, Darío Urgilés, Fabián Romero, Fernando Tituaña (sus compañeros en Kuru Guitar Project) Mateo Jara y los legendarios Franco y Lucho.
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Un nuevo libro y las huellas en varias ciudades
Este año también se publicarán los 500 ejemplares del libro objeto ‘Sal y Mileto. La banda de culto del rock ecuatoriano. 30 años’, que ha editado Ernesto Proaño y para el cual autores varios han escrito sus relatos, análisis o enviado su material gráfico (fotos e ilustraciones). En la corrección del libro, que saldrá de imprenta a fines de febrero, trabajó el músico Diego Pazmiño, bajista y voz de la banda El Junta.
“La versatilidad de tonos y texturas que Igor maneja en su obra son una gran influencia –confirma Diego–, va de las disonancias radicales con Funda Mental a las armonías de su proyecto Kuru Guitar Project (que estrenará el sencillo ‘Kolibrí’ en el Sucre); bebe de muchas fuentes, integra muchas ideas en su obra y gestión. Me resulta profundamente inspirador, abrió una trocha en la creación para varios géneros como se puede escuchar en sus Icaza’s Trío. Es una persona que no dejó el rock and roll por la familia ni la familia por el rock and roll (sonríe el bajista): logró balancear los mundos de la producción y lo que compuso en Lokro de Piedra, con un carácter bien templado, sin tener miedo a dar la cara de piedra, que dice que tiene, a la hora de mantener viva a Sal y Mileto, por lo que se ha ganado muchos detractores, críticos que forman parte de una escena de línea purista, resentida”.
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Leer másIgor Icaza también ha dejado huella en varias ciudades. Barcelona (España) lo recibió como solista en diciembre de 2009, en un recital de poesía pertinaz y metafórico. A Trutnov (República Checa) llegó con Ente para tocar en el festival ‘Obscene Extreme’ de 2012. Otra de sus giras europeas lo llevó a internacionalizar a Sal y Mileto con quien estuvo en Bogotá (Colombia) para el Rock al Parque de 1999. A mediados de los noventa, la actriz Juana Guarderas (Quito, 1964) había asistido a la mítica presentación de ‘la banda de los hornos’ en el Teatro Fénix. “Qué loco sería compartir un escenario con ellos”, pensó la actual directora del Patio de Comedias.
El dramaturgo y cofundador de Sal y Mileto, Peky Andino (Quito, 1962), es el autor del cuento ‘Kito kon K’ que pasó a ser un libreto que puso en escena a los actores María Beatriz Vergara, Alfredo Espinosa y Juana Guarderas. Fue la época en que Paúl Segovia escribía la música durante improvisaciones, en una de las cuales a la intérprete de Celeste Ruales le salió la frase “¿Kito kon K le pongo?”. Ella, Juanita, lo recuerda así:
“Fue dentro de un proceso de montaje en que se integraron temas creados por el Paúl, por el Franco, por el Igor y se generó un vínculo, amistad, una sinergia con Sal Mileto hasta que vinieron a ensayar acá, en uno de los camerinos, durante un par de años mientras se hacían reuniones, ensayos, farras y viajes” en un bucle formado por recuerdos que parecen desvanecerse. Pero que pillan a sus protagonistas en el mismo camino.
“Es que la música debe ser algo más fuerte que el resto de cosas que te puede dar la vida –me decía Igor en una entrevista que le hice hace un lustro–. El arte es la boya en un mar donde hay que sobrevivir, flotar para no soltar los sueños en una marea que te ahoga”.
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