Ocio

El imperio de la luz, película protagonizada por Olivia Colman y Micheal Ward.
Las actuaciones de Olivia Colman y de Micheal Ward dan un toque especial a la producción.Instagram.

'El imperio de la luz', que no se pierda la belleza del cine

La cinta de Sam Mendes hace un llamado ano permitir que las plataformas se roben lo atractivo del séptimo arte y sus pantallas gigantes

Sala de cine ubicada en una ciudad costera de la Inglaterra de los años 80. Allí trabaja Hillary Small (Olivia Colman, Óscar por La favorita, 2018), único lugar en el que ella puede encubrir su soledad. Su dueño, el señor Ellis (Colin Firth, Óscar por El discurso del rey, 2010) tiene la sala para vivir sus pecadillos y le encarga a Hillary el adiestramiento de un nuevo ayudante: el afro inglés Stephen (Micheal Ward, premio BAFTA por este filme).

Small sufre depresiones emocionales y mentales. El nuevo empleado soporta prejuicios raciales. Pero estas almas se complementan y surge un romance cuyo escenario principal es la sala de cine convertida en sinónimo de nostalgia. Esto se amplía con la presencia de Norman (Toby Jones), proyeccionista del local.

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En el tráiler, Norman explica: “Las películas solo son fotogramas estáticos con oscuridad entre ellos. Pero hay un pequeño defecto en tu nervio óptico. Si paso la película a 24 fotogramas por segundo se crea una ilusión de vida y no ves la oscuridad. Ahí, afuera, solo ves un haz de luz y nada ocurre si no la hay”.

Esto pone de manifiesto que el largometraje se refiere al cine, a las salas de cine que en este siglo XXI se han convertido en ‘hilos finales de lo que queda de nuestro tejido social’. Y, justamente, el manifiesto envuelve el espectador con halos de melancolía expuestos con inteligencia y sentimientos, siempre y cuando el cinéfilo esté consciente de lo que significaron nuestros Policines, Maya, Ponce, Metro, Guayaquil y para los más viejos el Olmedo, Edén, Apolo, Presidente, amén del 9 de Octubre. Los de Quito, Manta o Cuenca. Dicho esto, vamos al grano.

Sam Mendes (Skyfall, 1917), director y guionista, ha creado un filme agradable y llevadero con imperfecciones de por medio que no tapan su maestría: fue nominada en el Reino Unido como la mejor película inglesa, así como para Olivia Colman y Ward.

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Colman, delicada y feroz, demuestra, una vez más, su extraordinario talento, el que deja ver en sus momentos de esperanza y devastación, en esa travesía emocional que, a momentos, semeja una montaña rusa de agitaciones mentales. 

Ward no se queda atrás: pocas veces se ha representado el sufrimiento que genera el racismo con tanto dolor y silencio. Sobresale Toby Jones por esa meticulosidad del proyeccionista que ama su trabajo, su sala de cine y, sobre todo, la magia del séptimo arte.

La cinematografía (nominada al Óscar de este año) logra un estilo visual magnífico y amerita escribir eso de ‘no deberías perderla’. La partitura, trazada especialmente para piano, es evocadora, llena de saudades. Convierte su música en experiencia compartida que se vive al admirar una película que habla de las salas en que se exhiben. 

No será Cinema Paradiso, pero sigue las pisadas y aunque a esta ‘luz’ le haga falta más crudeza, el mensaje está allí: no abandones las salas, no dejes que un televisor, una tablet o un celular reduzcan lo atractivo del cine, de sus espectaculares pantallas gigantes. No rompas los últimos anillos sociales.

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Nota al margen. La oración que abre este artículo se refiere a la llamada persistencia retiniana. Los proyectores de los primeros años del cine mudo ponían fotogramas a razón de 16 o 18 por segundo, la televisión lo hace a 29.97 por segundo. Sugiero lean a través de Google toda la explicación que amplia es.

Calificación: * * * * 1/2

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