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Laura Suárez.
No sabe si su mejoría es un milagro.Amelia Andrade // EXPRESO

Laura Suárez: "Yo no sobrevivo, yo vivo"

Tiene 21 años con esclerosis múltiple, sin embargo, su fe y fortaleza han hecho que no desmaye frente a la adversidad.

Desde hace siete años, la actriz argentina Laura Suárez, quien fue parte de producciones locales como 'Mis adorables entenados', 'Emergencia' y 'Mis primas', no visitaba el país. Quiso venir antes, pero la pandemia de coronavirus se lo impidió.

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Tiene 48 años, es hija de la libretista Taty Interllige y le fue diagnosticada esclerosis múltiple, enfermedad degenerativa, el 26 de octubre de 2001. En seis ocasiones, los médicos le dijeron que no volvería a dar un paso, pero no ha sido así, porque volvió a Guayaquil caminando con sus propios pies, sin mayores complicaciones de habla, aunque la fatiga es un síntoma constante.

Vive en Mendoza, Argentina, junto a su pareja, Pepo Morales, y sus hijos Emilia (19) y Santiago (16). Su actitud positiva ante la vida y su fe impresionan. Ante una situación inevitable no hay que renegar, sino aceptar y seguir: ese es el mensaje que dio antes de volver a su tierra.

Laura Suárez.
Con Juan Carlos Román, Pamela Cortés, Roberto Manrique, Érika Vélez y Xavier Pimentel en 'Mis primas'.Archivo

A pesar de que los pronósticos no eran favorables en lo referente a su salud, sorprende la mejoría que ha tenido.

Con mucha fe lo he logrado, pero con acciones. Nunca dejé la rehabilitación física ni el tratamiento, aunque no se veían progresos. Sé que hay pacientes que no soportan la medicación porque es muy fuerte y tiran la toalla por los efectos secundarios. Da fiebre, dolor de articulaciones, escalofríos... por un largo período. 

A veces se debilitan las uñas, se cae el pelo. Yo siempre repito: “hay que hacer lo que hay que hacer”, porque existe una condición médica que así lo requiere. 

No se debe dudar en seguir con lo comprobado. Aparte se le puede sumar un tratamiento alternativo. No sé si es un milagro lo que ha ocurrido conmigo, pero siento que es un premio porque nunca me he rendido, me siento premiada. 

Creo en Dios. No soy una persona religiosa, sino espiritual, una persona con una fe ciega. Pero cuando se pide algo con fe, no debemos sentarnos a esperar, sino que debemos poner de nuestra parte. Le atribuyo este premio a mi manera de pensar y ver la vida.

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Pero en 21 años con la enfermedad, seguramente hubo momentos de depresión.

Juro por mis hijos que no. Esa es la parte que muchos no entienden, porque por ser actriz vivía de mi cuerpo y también mi oficio era parte de mi identidad. Perderla fue duro, así como mi trabajo. No me deprimo porque en mi cabeza analizo que si estoy frente a algo que no tiene solución y posiblemente nos lo va a quitar todo, el habla, la vista, la movilidad... entonces no hay tiempo para perder amargándome o quejándome. 

Primero, nunca fui así. Hay que accionar cuando dicen que vas a tener menos tiempo que los demás. Amargarse es quererse poco, ser infeliz está mal. Aunque no critico ni descalifico a los que lloren o sientan tristeza. Tienen todo el derecho y también es normal.

¿Qué ha sido lo más discapacitante?

Físicamente lo más difícil ha sido el nivel de fatiga, es el síntoma más discapacitante en la esclerosis múltiple, no es quedarse en silla de ruedas. Además el dolor neural es insoportable. Todavía tengo problemas con el habla, a veces arrastro las palabras.

La humanidad atravesó una pandemia, contagiarse con COVID-19 para usted habría sido fatal. ¿Cómo lo evitó?

Me quedé en casa, me mandaron a no salir ni siquiera de la habitación. Mis hijos, cuando salían a la calle, al regreso se bañaban en alcohol, literalmente. Ellos sabían que si me contagiaba, mis posibilidades de supervivencia eran muy bajas. 

Ahora estoy vacunada con tres dosis. Hace siete años no venía a Ecuador, mucho tiempo. Mi mami viajó a Argentina a visitarme. Me niego a pensar en la partida porque se me llenan los ojos de lágrimas.

¿Mucha añoranza por alejarse del oficio, la actuación?

Totalmente. Yo empecé a los cuatro años. Jamás dejé de extrañar mi pasión. Además iba de la mano para alcanzar una independencia económica, para no ser una carga familiar. Pero no se puede llorar sobre la leche derramada.

Laura Suárez.
Junto a Ernesto Balzi, Oswaldo Ríos, Geraldine Fernández y Julián Gil en 'Mi conciencia y yo'.Archivo

¿Cómo es un día en su vida?

Hacer rehabilitación o practicar ejercicio. Cuando me siento bien, comparto con mis chicos. Si mi hija está viendo alguna serie, la vemos juntas; si mi hijo está leyendo un libro, lo leemos juntos. Me gusta conversar con ellos, involucrarme en sus actividades. Emilia canta maravillosamente, estuvo en un coro, dibuja, ahora estudia para chef; mientras que Santiago escribe, estudia audiovisuales y dirige pequeños cortos. 

Familia Laura Suárez.
Su hijo Santiago y pareja, Pepo Morales.cortesía

En mayo colaboré en la campaña en bicicleta Los 50 K para recaudar fondos para la esclerosis. Logré hacer 22 kilómetros por día. Monté una bicicleta después de 19 años. No lo podía hacer porque no tenía equilibrio, la suficiente fuerza; sin un bastón no llegaba al baño. El 2022 es un premio a las ganas, a la voluntad, a no rendirse, al buen humor y a no quejarme. Dios me dijo: ‘Lo has aguantado todo, ahora disfruta’.

Muchos hombres tiran la toalla en casos como el suyo. Sin embargo su pareja, Pepo Morales, ha sido uno de sus principales apoyos.

No solo ha estado conmigo, nosotros nos separamos y cuando volvimos yo ya estaba diagnosticada con la enfermedad. Cuando me fui a trabajar a Colombia, conocí a otro hombre, quedé embarazada de Emilia y luego me separé antes de que la niña naciera. Creo que cuando Emilia tenía 4 o 5 meses, yo ya estaba de nuevo con Pepo. Mi hija lo llama papá, así como también a su padre biológico. 

Él no ha sido un hijo de p... que se borró del mapa. Eso sería mentir, se ha hecho cargo de la niña como corresponde. No me puedo quejar. Cuando he necesitado una silla de ruedas, en vez de quejarme he dado las gracias porque la tengo. Si he necesitado oxígeno, he dado las gracias porque me lo da el seguro. Es una dolencia costosísima. El medicamento más barato cuesta 3.400 dólares (al mes).

Pepo es un hombre que le demuestra su amor.

Pepo me hace saber que comprende todo. Si estoy con dolor, me ayuda. Aprendió incluso a poner inyecciones. Nunca me ha mirado con lástima ni me ha visto como una víctima. Estar enferma no es ser una víctima de la vida. Aquello no es lo mío. Repito: cada quien es libre de enfrentar a su manera ciertas situaciones.

Ya con la enfermedad se atrevió a un nuevo embarazo...

Para tener a Santiago, Pepo y yo consultamos a especialistas, tanto en fertilidad como en embarazos de alto riesgo, y a otros dos neurólogos además del mío, porque yo ya tenía esclerosis múltiple desde hacía cuatro años. Contra toda probabilidad, llegó mi hijo. Lloramos de alegría. Sin duda, fue un milagro.

Muchos cuando la ven no se imaginan que su estado de salud ha sido muy delicado.

Estoy regia (risas). Este último año ha sido increíble, como que todo lo que hice durante mucho tiempo dio resultados. Mi cuerpo reaccionó. Muchas veces estuve sin dar un solo paso, no podía mover ni los dedos de los pies y me decían que esta vez ya no volvería a caminar, pero no fue así. 

En 2008 me dio una crisis terrible. Estuve tan grave, que los que me vieron en ese entonces y me ven ahora, lloran sin parar. Me vieron luchando para articular una frase, conectada a un tanque de oxígeno, a una máquina que respire por mí cuando duermo, porque a veces mi cerebro se olvida de respirar. Por cierto, todavía la uso. Que no se confunda el mensaje: esta enfermedad no se cura. No me hago la súper sana, hay que ser razonable también.

¿Pensó en la muerte? ¿Sintió miedo en algún momento?

Es inevitable la muerte, a todos nos toca. Me da miedo que se muera alguien que amo y pienso en qué pasará con mis hijos cuando ya no esté. Nunca he creído que moriré de un momento a otro. El miedo que me da únicamente es por lo que ellos puedan sufrir si mi partida sucede de una manera lenta y dolorosa.

¿Qué le agradece a Dios y a la vida a pesar de las circunstancias?

La salud de mis hijos, la voluntad que tengo por querer seguir adelante y por enfocarme en lo positivo, así fui siempre. Los médicos esperaban que me quiebre, incluso me mandaron al psicólogo porque consideraban que no aceptaba mi diagnóstico, pero él se dio cuenta de que yo estaba clara, simplemente soy diferente y estaba consciente de lo que venía. No estaba en negación. 

He estado preparada para lo peor, pero siempre esperando lo mejor. Doy gracias por esa fe y voluntad de vivir bien cuando estoy bien y de vivir bien cuando estoy mal. Yo no sobrevivo, yo vivo. Estoy en una buena racha, no sé qué tiempo dure. Agradezco por un excelente compañero que jamás le sacó el cuerpo a esta enfermedad. Ha estado como un guerrero, así como mis hijos.

Laura Suárez.
"Estoy en una buena racha", dice.Amelia Andrade // EXPRESO