Lee Alexander McQueen: la mente incomprendida que sucumbió a la tragedia
A 10 años de la muerte de un genio brillante de la moda que terminó en un déspota e irascible.
L’enfant terrible, el hooligan de la moda, la oveja rosa de la familia. Estos son algunos de los nombres que recuerdan, con nostalgia, al hito británico. McQueen fue mitificado, sin embargo Lee sigue escondido tras la sombra de un diseñador que es leyenda. Cuando Lee respira, McQueen se ahoga un poco más. Y fue precisamente Lee el que ahorcó a McQueen con su cinturón favorito, un frío 11 de febrero en Mayfair.
Hijo de un taxista, el pequeño de seis hermanos y el ojo derecho de Isabella Blow. Creció en East End y casi sin darse cuenta estaba sucediendo a John Galliano en Givenchy. La promesa de un futuro brillante no fue suficiente. McQueen lidió durante años con los demonios, de una inocencia violada, que terminaron apagándole. "Descent of Man" de Wolfe Von Lenkiewicz albergó el último lamento de Lee, su nota de suicidio.
McQueen creaba sus colecciones con pasión y excentricidad, fue eso lo que cautivó a millones de personas. Pero el éxito no fue suficiente. Lo expusieron y juzgaron cuando amenazó con poner fin a su vida en un desfile. Nadie se alarmó. Hasta que lo encontraron muerto, en un armario, el día antes del funeral de su madre.
Lee era el sobrio infeliz y el drogadicto agresivo, una combinación que daba como resultado a uno de los grandes diseñadores de las últimas décadas. Y una década después de su pérdida, seguimos siendo culpables de su muerte. Nadie le ayudó a entender que lo único que lo sostenía, lo estaba matando.
Con la partida de su madre Lee terminó dejando que la adicción se convirtiese en la soga que apagó su luz. Todos veían al McQueen de brillantes desfiles mientras Lee, poco a poco, se debilitaba. Detrás del genio brillante se escondía una persona débil, corrompida y vulnerable. Fue un ser extraordinario, atrapado en un mundo desgarrador, que finalmente encontró refugio en las drogas.
Se le exigió la sanación y jamás entendimos que, tal vez, la cura era él aceptando que aquello no era una elección. Sus desfiles eran biográficos, tan viscerales que podíamos apreciar con nitidez su alma rota suplicando un halo de esperanza a su universo devastado.
McQueen tenía la capacidad de hacer admirable la belleza de un realidad terrible edulcorada con grandes desfiles. Cuando la creatividad dejó de fluir llegó la oscuridad. La luz empezó a menguar y la joven promesa se convirtió en un ser exhausto.
No quedaba rastro de McQueen, Lee tomó el control del diseñador brillante que algún día fue. Fue imposible calmar su pena, su mente ya volaba camino a la libertad. Cocaína y antidepresivos, un cóctel óptimo para un final trágico. Cuando la moda lloró, su alma ya estaba llena de todos aquellos demonios que tanto lo inspiraron. Perdimos un talento extraordinario a cambio de una leyenda inmortal.
Aunque los sensacionalistas se empeñen fue más que un drogadicto violento. Fue un genio, un visionario, un amante de la naturaleza, un apasionado de la moda. Fue el diseñador que hizo a Londres trascendental.
Lee fue escondido, McQueen fugaz. Su talento, vive en la memoria y el corazón de cada una de las personas que diez años después lo seguimos extrañando.
Sobre la autora: María Liste Souto es una diseñadora, diplomada en periodismo de moda por la revista Vogue España. Nacida hace 25 años en Galicia y con gran inspiración por México y América Latina.