María del Carmen Vivas: “Doy lo mejor hasta la última pincelada”
Dejó su trabajo de oficina y retomó su talento para el dibujo y la pintura, tras nueve años de tenerlo en pausa.
Una vez que el lápiz roza el lienzo, no parece volver a despegarse hasta que María del Carmen Vivas (38) termina la imagen. Con finos trazos, la guayaquileña va creando momentos que involucran bebés, niños hasta adultos. Y cuando quiere explayar más, empiezan a tomar forma las imágenes religiosas así como la de caballos, un animal recurrente en su obra.
Atrás, apenas hay un motivo, el necesario para terminar de dibujarlos; a partir de una foto, ella se inspira y da rienda suelta a su espíritu creativo.
Dice que volvió a dibujar luego de cerca de nueve años de pausa. Decidió dejar atrás su trabajo de oficina y abrió espacio a las pinceladas, formas y colores con las que crea su propia técnica para emprender en ese universo del arte.
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El arte y los equinos le mueven el alma desde niña. Cuenta que en su infancia pasaba momentos en una hacienda donde criaba caballos de paso.
El verdor del lugar, el relinchar de estos animales y su fuerza al correr la motivaron a dibujarlos desde que tenía siete años. “Estoy convencida de que el arte no está en las manos sino en el ojo”, explica sobre su precisión a corta edad.
Terminada la secundaria, empezó su camino para especializarse en todo lo que le apasionaba. Inició en Guayaquil y luego sus destinos fueron Texas, Barcelona, Madrid y Lima. Así fue formándose como artista visual (pintura, escultura) y fotografía.
Si bien el dibujo era una constante en su vida, decidió parar porque cree que hay tiempo para todo. Y estando en Lima, comenzó su primera experiencia como emprendedora en dos rubros fuertes en Perú: gastronomía y moda. Como fotógrafa, impuso su sello artístico en la línea gráfica de los restaurantes que la contrataban. Y, a la par, junto con una socia, sacó una línea de indumentaria trabajada en lino, cuya inspiración tenía a los caballos de paso.
En esa pausa, con el dibujo llegaron otras propuestas laborales que la hicieron regresar a Ecuador. La primera, como gerente regional de revista Clave y, luego, como directora creativa de una empresa digital. Así estuvo tres años en un ritmo 24/7. “Me di cuenta de que el trabajo de oficina no es para mí. De a poco empecé a hacer garabatos y, cuando nació mi primera sobrina, volví de lleno al dibujo”, recuerda. Así una nueva etapa se llenó de color.
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Desde tonos azulados hasta colores tierra forman parte de la paleta cromática que decora espacios con su arte. Todo va tomando forma en su taller, mientras escucha un pódcast y toma café, siempre acompañada de Bracco, su perro. Así puede pasar hasta ocho semanas creando obras bajo una técnica que ella mismo experimentó con los lápices de acuarela y acrílico.
“Empecé con dibujos para el cuarto de mi sobrina. Cuando los subí a Instagram, comencé a recibir un pedido tras otro. Después inicié los retratos para adultas luego de que una amiga me insistió mucho que le haga uno. Y en la pandemia incursioné con las imágenes religiosas”, explica.
Este último nicho se abrió cuando se enteró de que las monjas de Schoenstatt no tenían ingresos en el tiempo de cuarentena. Dibujó la Mater y la hizo litografía para, así, recaudar fondos. Al poco tiempo le pidieron la Virgen de Guadalupe, de cuya venta da un porcentaje a la iglesia de Santa Teresita del Niño Jesús, en Entre Ríos. Fue su tiempo de pintar para ayudar.
“He disfrutado cada paso y lo mucho que se ha logrado se fue dando solito. Ahora estoy próxima a hacer la Sagrada Familia y estoy viendo a qué fundación puedo apoyar”.
Los caballos siguen presentes en sus obras, le siguen los timbres y la línea de cocteles.
“Hay un reto muy bonito detrás de todo esto y es el de tener los pantalones para dedicarme a algo que no me permite un ingreso fijo. Sin embargo, doy lo mejor de mí hasta hacer la última pincelada y poner mi firma”.
En ese camino le gratifica que sus cuadros estén traspasando fronteras. México, Estados Unidos y Perú son, hasta ahora, los países que le han abierto los brazos.
“Hacer arte es también un trabajo. Hay quienes tienen una idea muy romántica de los artistas al momento de crear y en realidad tiene mucho sacrificio, con muchas pruebas y errores.... A veces frustra. Pero cuando logro conmover al espectador, siento que cumplí”, concluye.