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Ordinary Love
Cada una de las escenas está marcada por la fuerza actoral de sus protagonistas.Instagram @ordinarylove

Mi amor extraordinario, una cinta que despierta fortaleza

Brillante resulta la actuación de Lesley Mannille y Liam Neeson, cuyos roles no son forzados, pues van de acuerdo a su edad.

Belfast, Irlanda. Días navideños. Joan (Lesley Mannille, El hilo invisible) y Tom (Liam Neeson, La lista de Schlinder) forman una pareja que lleva muchos años de casada. Ambos tienen una vida normal, cariñosa, afectiva, llena de amor; la mantienen así por el equilibrio, por la continuidad que demuestra el hecho de saber vivir en pareja. 

Sus existencias cambiarán a partir del momento en que Joan encuentra un bulto en uno de sus senos y se angustia al saber que tiene un cáncer de mamas. Ella y Tom deberán enfrentar los problemas e incertidumbres que lleva al matrimonio a luchar contra una enfermedad peligrosa, viviendo a cada instante el temor de no sobrevivirlo. Tienen un consuelo: ha surgido una luz sobre el sentido de su amor y deberán encontrar las fuerzas necesarias para luchar contra la adversidad.

Drama romántico lleno de tristeza pero de momentos alegres, de nostalgia por la hija que perdieron y clara demostración de que el amor debe ser (y será) la fuerza que une a un matrimonio que ya no está en los albores de su juventud. El tratamiento que dan a la temática sus directores y cónyuges en la vida real, Lisa Barros D’Sa y Glenn Leyburn, es muy acertado pues las secuencias brotan con total veracidad, ternura, comprensión. 

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Por ende la historia adquiere más fuerza y queda en el écran raíces más profundas de las que presenta el guion de Owen McCarflust. Pero este une a sus frases momentos de irritabilidad, de luchar para ocultar el dolor que empaña el corazón ante una verdad atemorizadora… es la existencia verdadera de quienes afrontan el mal, de quienes sufren al lado de la víctima.

Lesley Mannille y Liam Neeson forman una pareja actoral de brillante cualidad y tienen a su cargo roles que van de acuerdo a su edad. Eso crea un ambiente de realismo total. No son actores envejecidos ‘a maquillaje’ sino a la fuerza de los años vividos. Ella es un mujer pequeña de carácter fuerte, hábilmente disimulado en aras de la unión; y él es un oso físico pero de corazón blando, que le hace creer a ella que sigue siendo la fuerza dominante. Es en esos momentos que Neeson olvida el uniforme de metal emocional que sabe llevar en sus películas de acción y con ese actuar demuestra su capacidad artística, la que tiene para desempeñar un rol dramático.

Las secuencias de la biopsia, de la operación, de la quimioterapia y sus ecos están presentados con realismo absorbente y cuando los cabellos empiezan a caer hasta llegar a la calvicie, el impacto es doloroso. Hay una escena que les llegará al corazón: el día anterior a la operación, la pareja decide pasar la noche en un hotel, como si fuesen amantes. Los dos prevén la incertidumbre del mañana, ella está desnuda, sabe que van a hacer el amor, pero ¿el mañana? Y él, ¿se conformará vivir solo después de tanta felicidad?

La fotografía, en tonos cálidos es muestrario de realismo, de sosiego, incluso en las salas de espera donde se conversa con pacientes que viven iguales momentos de tensión. La música es lo que debe ser: que no se convierta en temática sino que subraye los momentos de inquietud.

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Por supuesto que surge los consabidos clisés y los directores no pueden evitarlos; pero ello no quita la valía del tema y su tratamiento.

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