Mónica Varea, la mujer detrás de los libros
La reconocida escritora y librera de la capital habla sobre el boom de la narrativa personal y la resistencia de ser librero en un país donde se lee poco
La reactivación pospandemia, según Mónica Varea, ha sido “un ejercicio de resistencia”. Ella sabe bien de lo que habla, pues es la fundadora de Rayuela, una de las librerías más representativas de la capital.
Aun así, se siente satisfecha porque, afirma, sus lectores los han seguido, los esperan y están ahí, ávidos de ver lo que ha llegado, lo que ofrecen. “Un montón de gente quiere volver a mis talleres de narrativa presenciales y a los eventos, pero yo siento un choque porque veo que la gente está más animada que yo. Yo todavía estoy con un montón de miedo de volver a los grandes eventos. Sin embargo, es lo que se viene, aunque de a poco”.
Hay quienes dicen que el confinamiento fue un momento para leer más, ¿ustedes cómo lo vivieron?
El primer momento de la cuarentena fue terrible. Era como que el mundo se paró y creo que la gente se volcó a las redes sociales, a las plataformas, al Netflix. Pero al poco tiempo les hizo falta un libro, empezaron los pedidos y la librería se fue reactivando. Vivo muy cerca de aquí y podía llegar para atender esos pedidos. Pero no había quién envíe y, finalmente, cuando conseguí unos ángeles que me envíen los paquetes, me acabó el papel de empaque y no había dónde comprar. Cuando solucioné eso, se me acabó la cinta de embalaje, y tuve que recurrir ¡al engrudo!
¿Cómo lo asumió?
Si yo hubiese tenido la tercera parte de años de los que tengo, me habría puesto a llorar. Pero no, fui súper recursiva, yo soy de la generación que aún sabe lo que es el engrudo (ríe).
¿Hubo temor quizás de que en algún momento tuvieran que cerrar, que no pudieran reabrir?
Ese temor lo tengo desde hace 15 años que abrí la Rayuela. Es un temor constante en un país tan poco lector, con una competencia tan brutal como la que hay ahora, con tendencias de lectura bien distintas a lo que yo creo que es la buena literatura. Oigo, veo a veces de estos ‘booktubers’ que recomiendan unas cosas que yo digo ‘no, eso yo no voy a vender jamás’. Es un reto grande y nunca me abandona la sensación de que mañana voy a tener que cerrar.
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Leer más¿Qué es lo que la gente más compra en esta etapa pospandémica?
Novela, novela histórica, libros de política, filosofía y ciencias humanas. Durante la cuarentena nos pedían muchísimo libritos de sudokus y de pintar, especialmente la gente mayor, pero ahora que hemos vuelto un poco a la normalidad.
Y justo ahora que todo está como volviendo a la normalidad, ¿qué cambios permanentes trajo esta pandemia para Rayuela?
La distancia, el miedo, han llegado para quedarse. La gente está súper confiada, pero yo sigo con temor. No puedes hacer pedidos muy grandes. Las políticas de las editoriales grandes han cambiado mucho. Ahora no nos atienden a las pequeñas librerías. Te ponen cupos súper altos que no podemos cumplir. ‘O me pides tanto o no te despacho’. También veo que hay un parón en las ediciones universitarias que antes nos llegaban con más fluidez. Es algo a lo que nos va tocar adaptarnos para poder seguir.
¿Cómo ha ido cambiando Rayuela desde esa idea original de abrirla hace tantos años hasta ahora?
Bueno, cuando empezamos la idea era tener un poco de todo. En el camino fuimos viendo que eso era bien difícil y que más bien nos interesaban, los buenos libros. Muchas veces la gente viene y dice, ‘ay, pero no tienes este’, y sí, puede ser que no tenga, pero tengo otras cosas. Creo que más que la Rayuela, el mundo librero cambió. Y esto no fue un cambio de ahora, es un cambio que ahora nos afecta más, pero esto se dio con la globalización, el momento que nosotros trabajábamos con un montón de editoriales pequeñas y esas editoriales han ido siendo absorbidas por los grandes grupos de editoriales. Lo que no ha cambiado es que somos una librería independiente y nuestro canal natural también deberían ser las editoriales independientes. Hay que irle buscando la vuelta al negocio para que podamos conservar ese sueño.
Con ese criterio de selección, ¿qué no se vende nunca en Rayuela?
Trato de no vender autoayuda, tampoco esoterismo. Tampoco llevamos libros técnicos. Esta es más una librería inclinada hacia las ciencias sociales y a la narrativa.
¿Cómo es la relación de Rayuela con los autores nacionales y locales?
Buena. Al menos que no me quieran, pero eso no lo he sabido. No creo que haya un autor que no esté contento con la distribución aquí. Aunque a veces pasan cosas. Hace un año salió el libro de Leonidas Iza (Estallido) y se armó el despelote porque yo lo puse al lado del de María Paula Romo. Hubo muchas críticas, gente que dijo que iba a venir a retirar sus libros y dos jóvenes escritores que efectivamente lo hicieron. Pero creo que el señor Iza debería venir personalmente a darme un abrazo enorme, porque antes de esa publicación habíamos vendido dos libros de él en un mes y medio, y en un día vendimos 40.
¿Qué es lo que se vende continuamente, que nunca para de venderse a lo largo de los últimos años y que la sorprende quizás?
Yo creo que Focault es nuestro ‘best seller’ permanente.
Hablando de libros
- Con el que se ha reído un montón de veces: Damian, 100 años de soledad, Tieta de agreste de Jorge Amado y El coronel no tiene quién le escriba
- No leería jamás aunque sea un best-seller: Los de Paulo Coelho no me leería jamás.
- Es un placer culposo: No tengo. Si me aburro dejo de leer nomás.
- No se les ha dado suficiente atención, pero que merece la pena todas las ventas del mundo: Hay un montón de clásicos: Chejov, por ejemplo. Creo que no se le ha dado la suficiente importancia a El Idiota de Dostoievsky. Creo que El Coronel no tiene quién le escriba es la novela máxima de García Márquez, sin embargo es una más, todos se van hacia Cien años de soledad.
- A los robalibros les diría: Les diría hijos de p... con unas ganas, pero ahí sí insultándoles. Si supieran todo lo que hay atrás, si supieran el ejercicio de resistencia que es esto, no se robarían un libro. Es el auténtico, como decía mi abuela, ‘robarle al altar mayor’. Y ni eso porque los curas tienen un montón de plata (ríe).
- ¿Hay una lista negra de robalibros como para seguirlos cuando entren a la librería? Tengo ubicados de seguro a dos: un profesor universitario y una escritora, sé qué libro me robaron además. A ellos les tengo ubicados, los otros no sé, tengo uno que otro en duda.
La narrativa de lo íntimo
Pasando a lo más personal, ¿cómo ha sido esta época para su propia escritura?
Me he enfocado en mis talleres de escritura personal, he encontrado un espacio maravilloso en ellos. Mis alumnos me dicen: ‘ay, este espacio me vuelve a la vida’; entre mí digo: ‘a mí me vuelve la vida’. Los empecé en 2019, con muy poca confianza en mí misma, porque mis hijas insistieron. Para que me dejaran en paz, puse un banner y la respuesta fue increíble. Poca gente se inscribió, pero muchos se aparecieron para el primer día de clase. Abrí otro para el mes siguiente y desde entonces no he parado. Al momento tengo seis módulos y un grupo que son mis ‘Masters of the Universe’, están conmigo desde que empecé.
¿Qué es lo que engancha tanto a la gente sobre la narrativa personal, tan popular ahora?
A través de la palabra, te reencuentras, te conoces, te perdonas y desatas nudos. Creo que la cosa es por ahí. Este espacio es de mucho respeto, porque en la narrativa personal sacas del alma y la pones encima de la mesa.
¿Y en cuanto a su propia escritura, qué sigue después de su autobiografía Autobiografía no autorizada?
No he escrito tanto como quisiera. Tengo un montón de otras historias que quisiera publicar, pero soy muy desordenada. Escribo partes a pie, partes en libretas, en la compu, en el iPad. Le digo a mis hijas que el día que me muera, mis obras completas están aquí, aquí, aquí, aquí y acá, soy súper caótica. Quiero sentarme y ordenar todo. Escribí una tercera novelita de Margarita peripecias que se llama Qué papelón, Margarita. Me apena, porque no la van a publicar en papel. Eso me mata de pena porque yo tengo lectores viejitos a los que les gustan mis libros infantiles, pero jamás van a leer en digital. Sin embargo, me alegra mucho que el libro vaya a ser parte del universo Santillana.