Ramón Sonnenholzner: "El arte controla mi psicosis ordinaria"
El radiodifusor se convirtió en gestor cultural, a través de su emprendimiento, la Garza Roja, cerca de Nobol.
Es radiodifusor de la emisora RTP, analista político, escritor y gestor cultural. El guayaquileño Ramón Sonnenholzner (64), o Don Ramón (como lo llaman), ha convertido a La Garza Roja, que se maneja como una fundación sin fines de lucro, en un centro cultural y de entretenimiento familiar.
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Leer másSe ubica en el km 37 de la vía Daule-Nobol, a 45 minutos de Guayaquil. Ahí él pasa buena parte de su tiempo y comparte con los visitantes, que se sienten atraídos por las piscinas, toboganes acuáticos, una capilla, los cuatro museos (el de muñecas, el de grabado, el Phi y el de Huellas Nativas DAL), las escuelas de escultores y arte dramático y, sobre todo, por el contacto con la naturaleza.
A sus amigos e invitados los recibe para conversar o para comer en el pequeño muelle que se levanta en las instalaciones y desde donde se aprecia su querido río Daule. Cuando habla del lugar, es obvio el orgullo que siente y la emoción que le produce. Se considera un soñador.
Casado con Rosa Elena Sper, tienen cuatro hijos: Dieter, Ramón, Gunther y Otto, el exvicepresidente de la República.
Usted tiene algunos oficios o actividades, entre ellos, ser gestor cultural. ¿Se puede serlo en un país donde el arte no es algo que se consume como debería?
Sí, porque es un emprendimiento, un gestor es un emprendedor. No he dicho que sea fácil, es complicado. Existe una cultura de la gratuidad muy alta en este país y eso ha destruido la concepción del mercado. Incluso las universidades son muy críticas cuando quieren encerrar al arte en un mercado. Yo considero que los mercados se establecen en las artes. El arte se consume, no es para guardarlo.
La mayoría de los artistas no lo entienden así y quieren satanizarlo (el comercializar el arte). Yo intento recrear. El principio de La Garza es: juega, siente y vive. Aquí no se prohíbe nada, ni siquiera tocar, a pesar de las colecciones valiosas que hay, como esculturas de hasta 12 metros de altura. La gente que viene, juega y disfruta y algunos toman conciencia.
Cuando habla de su gestión cultural es obvio que disfruta el tema...
Lo vivo, porque el arte me ha salvado de dos formas: en lo emocional y económico. Como diría mi mujer, controla mi psicosis ordinaria y con ella pagué miles de dólares, es decir que el arte valió la pena en mi vida. Me da alegría, le da sentido a lo que hago. Lo primero que pregunto los lunes a los jefes de área es cuál fue el nivel de satisfacción del público.
Mi intención es generar una corriente positiva, que cure y ayude al alma a liberarse. La gente que se da el viaje hasta aquí no es para comprar un caldo de salchicha, aunque hay un seco de pollo espectacular; viene a disfrutar de la tranquilidad, a respirar aire puro, a apreciar el río, el campo vibracional que se crea. Yo trato de no ponerme mal genio porque contamino el área sacra (risas).
¿Siempre le apasionó el arte?
Desde pequeño amé la música clásica. Un gran amigo, Anastasio Gallego, quien fue sacerdote, siempre recuerda que a los ocho años me encontró escuchando a Beethoven tirado en el piso. Eso le pasa a mi nieto Otto. Amo la música clásica, el jazz y el flamenco, la guitarra de pasillo me enloquece.
Aunque es hombre de ciudad, el campo es su otro hogar...
Vivo en Guayaquil, pero me siento más ciudadano de Nobol. Me siento orgulloso de decir que tenemos cinco museos con el de la Niña Narcisa de Jesús. Generalmente los sábados lo paso en La Garza. Me gusta colocarme debajo de un almendro o en el muelle. Para mí es un placer recibir a la gente. Aunque vivo en Guayaquil, tengo una casa aquí. No en el terreno del parque, en la zona aledaña. Quisiera que cuando cierre mis ojos, la despedida final sea al pie del río, con mis nietos, que me echen una frazada y me pongan en un petate.
Generalmente nuestra sociedad solo consume música urbana. A la mayoría no le interesa escuchar lo clásico, ni visitar museos o exposiciones.
Mi tasa de escuchas en la radio es la gente joven, entre 20 y 35 años. Veo un perfil de la clase media, a la que pertenezco, que ha decidido ser músico. Comprendo la cultura en todos los géneros; me fascina el reguetón, quiero hacer un festival en La Garza. No tengo ese oído ‘chusmeador’. ‘Chusmear’ las artes lo considero un error. Cada hombre requiere un tipo de música en determinado momento.
Esta noche, a las 20:00, en el Teatro Centro de Arte se presentan gratuitamente la Orquesta Filarmónica Municipal y la pianista alemana Caroline Fischer. ¿Cómo se logra financiar eventos de este nivel en una ciudad que casi no consume arte?
En este caso, es una labor de la Filarmónica que lidera David Harutyunyan. Hemos trabajado conjuntamente con la Prefectura del Guayas, se organizaron varios proyectos de cultura montuvia, también con el Municipio de la ciudad. A la pianista la traen la embajada de Alemania y el colegio Alemán Humboldt, con la colaboración del cabildo. Lo importante son las instituciones que ponen la orquesta. El teatro y nosotros generalmente ayudamos como fundación Garza Roja para traer a un solista. Mi labor es de coordinación, yo consigo que alguien lo patrocine.
Están a punto de cambiar las autoridades de la urbe y de la provincia. ¿Cree que continuarán apoyando?
Siempre ayudaré. Si los políticos se quieren aislar de mi colaboración, es un asunto de ellos. Creo que la Alcaldía continuará con los proyectos. Sé que Jorge Saade dirigirá la Filarmónica, hemos conversado, es uno de mis hermanos del alma. Siento que de alguna forma colaboramos con la ciudad, es un compromiso para que la gente se enamore de algo. En la fundación trabajamos en varios frentes y con pocos recursos. Aunque hay algunos que vienen con proyectos que no son financiables. Prefiero diez proyectos pequeños.
¿Aquello es más manejable?
Disfruto ver a los chicos de Nobol, de Daule, generando sus historias teatrales. Han preparado una por el Día de la Madre. Ahora están metidos en un proceso de formación, ganan medio sueldo y el resto se los pago en formación. De esa manera se motiva a que coman del arte.
Se dice que del arte no se come...
A muchos no les han enseñado a vender su arte y son vagos. Tenemos que reinventarnos y no quejarnos. Muchos no construyen mercado, esto es como cualquier negocio.
¿Ha considerado dejar la radio y dar paso a las nuevas generaciones?
Yo solo estoy a cargo de mi programa, 'La mañana de RTP', no tendría tiempo para dirigirla. De eso se encarga mi hijo Ramón. Cumplí 25 años de locutor en abril, y de radiodifusor serán 25 años en 2024. Tengo demasiada gente valiosa joven y debo desaparecer para que ellos crezcan. Dos horas me toma preparar el espacio.
Tal vez permanezca hasta el 2023, deberé decidir quién se queda. Nada está dicho. El equipo lo integran cuatro hombres y dos mujeres. Yo confío más en las mujeres que en los hombres, por la intuición. No soy para nada machista, toda mi vida he convivido con ellas.
Se considera que el público costeño está menos interesado en la cultura que el serrano. ¿Es cierto?
Coincido bastante con ello y se nota en el turista que viene a La Garza Roja. Al serrano, ya sea quiteño, cuencano, etc., lo veo más compenetrado con la comprensión de la obra que al de la Costa. Es normal, porque el Estado ha centralizado mucho la educación y la cultura. Recién los últimos municipios han tenido actividad. En 2022, al parque lo visitaron 130.000 personas. En 2023 estimo que sean 160.000. Entendí que si quiero cambiar la matriz de algo, debo enamorar. Muchos vienen por las piscinas, los toboganes. De esas 130.000 personas, no todas entraron a los museos; el resto observa, algo ve. Esto es su Disneylandia.