Los recomendados en novela ecuatoriana del 2024, ¿cuáles son?
Las editoriales independientes confirman la buena salud del principal género literario, la novela
El 2024 fue prolífico para la narrativa nacional. La muerte, la madurez, la sensualidad y la violencia de formas impredecibles fueron algunos de los temas que trataron, y con los que sorprendieron, las novelas más destacadas del año.
‘Los Enterramientos’, Sandra Araya
Fue la novela corta ganadora del Premio Miguel Donoso Pareja 2023 por decisión unánime del jurado. Se publicó este año y es la muestra de una voz cuya potencia oscila entre el suspenso y, esta vez, las disquisiciones sobre la muerte futura, pasada y latente. ‘Los Enterramientos’ (Severo editorial) de la escritora quiteña Sandra Araya coincide con los apagones, el entorno de una oscuridad súbita de la que la narradora, Emma Rahn, quiere proteger a su hijo, Joel.
“Quienes más temen a la muerte son capaces de mirarla a los ojos, de asomarse al vacío que dejan cuando los cuerpos se apagan y se descomponen”, reseña Marcela Ribadeneira. “Rahn viaja a un pueblo remoto para escribir sobre los enterramientos colectivos indígenas descubiertos en los terrenos de la nueva pareja (Canaima) del padre de su hijo. A través de su historia y de las mujeres que conoce, la autora desciende a otro infierno: el de las familias cuyas mujeres, oprimidas, terminan engullendo a los patriarcas, pero también el de aquellas asfixiadas por los estigmas de la sociedad rural”.
‘Chat grupal’, José Hidalgo Pallares
Aunque se publicó a fines de 2023, el revuelo y las lecturas que suscitó se dieron este año. La novela ‘Chat grupal’ (USFQ Press) fue escrita a manera de chat. Sus extensos diálogos, fechados, tienen en lo coloquial el soporte de verosimilitud para completar episodios puntuales de la vida de cada personaje. En el marco de un rencuentro tras un cuarto de siglo de graduados se abre así una ventana a una generación que vive el desencanto de la vida adulta.
Jaime pasa por un duelo, Francisco por una terrible crisis económica, Juan José se enfrenta a una paternidad tardía, Daniela intenta llegar a términos con la soledad y, desde su autoexilio, Miguel surfea las olas de la ruptura familiar... Quizá la madurez en el cambio de siglo es la confirmación, con, distintos disfraces de aquello que se mira en el montaje de la canción “The Kids Aren't Alright” compuesta por de The Offspring con el mismo disfrutable desencanto que el escritor quiteño José Hidalgo Pallares logra plasmar.
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Leer más‘El Dios del árbol’, David Aguirre
Hay presentaciones que también quedan en la memoria de los años. En una sala congestionada de lectores se presentaron varios libros durante la FILQ 2024 y ahí, entre el gentío, se comentaba ‘El Dios del árbol’ (La Caída editorial), del autor guayaquileño David Aguirre Panta. “Un árbol es un secreto de la naturaleza, igual que Dios –nos advierte Mónica Ojeda a manera de reseña–, igual que las pasiones”. La constatación es la de las “oscuridades por donde transita el amor”, páginas que pueblan “vagabundos devorándose, una abuela convertida en un monstruo negro”.
La novela obtuve una mención de honor en el Premio Joaquín Gallegos Lara. Con el trasfondo de lecturas freudianas, sigue a un protagonista anónimo y excéntrico, profundamente enamorado de F., un hombre que puede cambiar de apariencia a voluntad, y con quien habita la ciudad, hasta que se ve forzado a volver al hogar de la infancia. El tránsito hacia la madurez, como en una regresión, es la búsqueda de respuestas a los temores y a la desolación que ahí vivió de la mano de su abuela, una mujer cínica y represiva que lo crio honrando a una entidad oscura conocida como ‘el Dios del árbol’, y cuya presencia residía en la casa.
‘Pece de la Flora’, Sebastián Oña Álava
Este año que termina también se publicó la nueva novela de Sebastián Oña Álava, ‘Pece de la Flora’ (Severo editorial). El negro narrador es un caminante que se estaciona por ahí, cada tanto, en el bajo Flores (Buenos Aires) sin temor alguno a la violencia narrativa. “No se lee, se respira –advierte la poeta María Auxiliadora Balladares–: Su escritura es cadenciosa, golpea rítmica, envuelve (...) Repite imágenes y escenas una y otra vez, pero, en cada ocasión, algo nuevo brilla: algo que inicia en la lengua-calle de su protagonista, y se va asentando en su capacidad de atender a los detalles, de referir los mínimos gestos de sus amigos, de mirarlo todo como un testigo silencioso y neurótico”.
Se podrían citar algunos referentes –como Élmer Mendoza que el autor confesaba en su anterior novela, ‘Chop Suey’– por la estructura, los tonos, la crudeza. Pero quizá es mejor recibir el resentido ánimo de esas letras, en efluvios alcohólicos, de callejeo y migración imparables o sólo frenados por la revelación tierna del final. Siempre entre música, comida y bebida que abunda se raya en preguntas de corte existencial como “Será la mirada gitana del viejo o puras supersticiones de uno para uno?”.
‘Chamanes eléctricos en la Fiesta del Sol’, Mónica Ojeda
Está en la lista anual de los mejores 50 libros de Babelia y en la lista larga del Premio Finestres De Narrativa junto a otras nueve novelas en español, pero siempre se puede hacer una nueva lectura de los ‘Chamanes eléctricos...’ Eso lo han demostrado incluso en blogs estos días. Y es que las reminiscencias imaginadas del Rock al Pululahua no sólo arrojaron una ficción retrofuturista cargada del presente de masacres; también una lúcida reflexión sobre la cacería proveniente de Ernesto un padre que abandonó, que no es tal, que se exilió y no quiere perderse del todo.
“Cuando pienso la estructura de mis libros me interesa la forma, no como cáscara que envuelve un contenido, sino más bien como el corazón mismo del pensamiento”, le decía a EXPRESO la autora que va por su sexta edición en Random House. “Probar nuevas formas es como crear un nuevo lugar de conocimiento, los temas se repiten, pero una nueva forma es pensar el mundo de una manera distinta”. Y sin duda hay un fondo que muta con lecturas diversas que, a futuro, explorarán la música y sus lugares.
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