Ocio

CHEF SALVATORE LIONIE
El chef italiano estuvo de visita en Guayaquil atendiendo una invitación de Pizzeria Diavolo Rosso.Vanessa Tapia

Salvatore Lioniello, su historia de vida en cada rebanada

Es  uno de los mejores pizzeros del mundo. Su misión: difundir el arte de la preparación de la pizza napolitana contemporánea

Su pasión y amor por la pizza napolitana son parte de su cultura, tradición y herencia familiar. Su día a día gira en torno a cómo continuar el legado de la gastronomía italiana para que personas de todo el mundo tengan la oportunidad de disfrutar una experiencia única en su paladar.

Salvatore Lioniello es un maestro pizzero italiano de 37 años, reconocido a nivel internacional como el ‘pizzaiolo’ número 21 en el ranking 50 Top World Pizza 2024.

Durante su visita a Guayaquil, hizo un repaso de su historia y de lo que lo llevó a convertirse en un ícono que revoluciona la experiencia detrás de cada rebanada de pizza.

Un inicio con camino turbulento

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Salvatore nació en el pequeño pueblo de Orta di Atella (en la provincia de Caserta), a 20 minutos de Nápoles, ciudad conocida como la cuna de la pizza. Desde niño, degustaba a diario la tradicional napolitana, ya que su padre, Nicola, tenía una pizzería llamada Paradise.

Pese a que su él deseaba que trabajara a su lado en el restaurante familiar, al inicio Salvatore se negó, pues quería seguir otro rumbo fuera de las cocinas. “Cuando era joven, a los 17 o 18 años, lo último que quería era estar los fines de semana trabajando durante las noches en el restaurante. Yo quería salir, disfrutar...”, recuerda. Por eso, durante un tiempo trabajó en el área de la construcción, colocando adoquines en las calles, un campo al que también se dedicaba su familia.

A los 20 años, finalmente accedió a convertirse en pizzaiolo. Nicola le abrió una pizzería para que comenzara a crear su propio camino. Sin embargo, un año después, el negocio quebró, lo que lo llevó a alejarse de ese camino. Un día, su padre enfermó gravemente y tuvo que ser hospitalizado. Salvatore, con el objetivo de mantener en pie el restaurante familiar, decidió regresar una vez más al mundo de la gastronomía. “No me iba muy bien. En esa época hacía de 10 a 15 pizzas diarias, era muy poco”, dice.

Aunque estaba triste y frustrado porque el negocio iba en declive, decidió no rendirse. Comenzó a estudiar, investigar, dialogar con otros chefs y trabajar más arduamente para no decepcionar a su padre. Por ello, en 2014, a los 25 años, decidió viajar por Italia para conocer más sobre el arte de preparar una pizza y comenzó a participar en distintos concursos.

Ese mismo año, resultó campeón en el Mundial de la Pizza, un mes antes del fallecimiento de Nicola. “Lo que me animó a participar en los concursos fue buscar la manera de levantar el negocio, porque ahí estaba el esfuerzo de mi papá por más de 20 años”, confiesa.

En busca de su identidad

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Luego de ganar su primer concurso, la vida de Salvatore dio un giro total. Pasó de hacer menos de 30 pizzas diarias a recibir cientos de clientes en su restaurante.

“La gente empezó a hablar de mí porque era un reconocimiento muy importante. Me contactaron para hacer un tour en China e ir a promocionar allá las pizzas italianas. Con el dinero que gané, regresé a mi ciudad para comprar los materiales necesarios y remodelar yo mismo el restaurante de mi papá”, cuenta.

A medida que su fama crecía, Salvatore decidió cerrar esa etapa y abrir una nueva pizzería que lleva su nombre y refleja al 100 % su esencia.

Actualmente, también cuenta con una segunda pizzería en Milán, y es en ambos lugares donde conquista el paladar de italianos y extranjeros que viajan miles de kilómetros para saborear sus creaciones. “Cada pizzaiolo tiene su propia filosofía y visión. La mía está más relacionada con la tradición: hago una versión moderna de los platos típicos de mi país y mi niñez. Me inspiro en la merienda que me preparaba mi nonna (abuela) y la recreo en una versión nueva de pizza”.

“En el camino, todo se vuelve estresante”

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Salvatore lleva 10 años siendo reconocido como uno de los mejores pizzeros del mundo. En 2014, obtuvo el puesto número 21 en el ranking 50 Top World Pizza y actualmente se encuentra en el puesto número 10 en Italia.

Además, hace unos meses recibió el premio Best Performance of the Year por la Accademia Nazionale Pizza DOC de Italia, en reconocimiento a su trabajo por elevar la pizza contemporánea a un arte, con un enfoque visionario que combina tradición, innovación e investigación. Está muy agradecido por todas estas experiencias de vida, pero reconoce que el mundo de la gastronomía es un camino duro, en el que siempre debe mantener un alto nivel de creatividad y profesionalismo.

“Al inicio, todo es bueno porque está la gratificación de la gente y la aprobación de los medios, pero en el camino, la realidad se vuelve estresante, porque todos tienen altas expectativas sobre ti y debes hacer todo a la perfección. Es un gran sacrificio que demanda mucho tiempo y no es fácil”, admite.

Aunque siempre ha querido retirarse cuando cumpla 45 años, cree que probablemente no lo haga. Eso sí, le encantaría que sus tres hijos sigan sus pasos y continúen el legado familiar en el mundo de la pizza.

En su paso por Guayaquil, donde ofreció un menú especial de pizzas junto a Diavolo Rosso (lugar en el que se llevó a cabo la producción fotográfica y la entrevista), seguirá su recorrido por América, visitando Brasil, Estados Unidos y Argentina. A futuro, tiene nuevos proyectos que aún no puede revelar, pero está plenamente feliz por todo lo que ha logrado y lo que está por venir en su vida profesional.

Cocinar para su ídolo

Entre las experiencias que más atesora gracias a la pizza, destaca haber cocinado para Diego Armando Maradona en la casa del futbolista en Dubái. “Fue una experiencia increíble. Todos aman a Maradona en Nápoles, y en las calles hay altares con sus fotografías”, comenta.

Algunos datos curiosos

  • Odia la pizza con piña.
  • Prepararía una pizza dulce con banano y chocolate ecuatoriano.
  • Su esposa es la jefa en la cocina de su hogar.
  • Prefiere la pizza napolitana antes que la neoyorquina.

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