Underground: Iván y José Jiménez Mantienen encendida la llama
Dos generaciones analizan cómo a pesar de los cambios de época, comparten la misma pasión por la música extrema
Por sus obras los conocerán, dicen las Escrituras. El prestigio en el underground no se logra siendo el más ‘figureti’ ni pretencioso, sino con trabajo.
Es el caso de José Jiménez, conocido por todos como Chivolo, quien tiene más de tres décadas siendo parte de la movida musical independiente en Guayaquil, como productor de tapes y discos, organizador de conciertos y también como cantante. No es el ego lo que lo mueve, sino mantener encendida la fiesta y la pasión por los ritmos extremos.
Y vaya si lo ha logrado. Su hijo Iván desde hace cinco años forma parte de varios proyectos de diversos estilos. La nueva sangre. Incluso ahora tocan juntos en Ruido de Odio, una de las agrupaciones más longevas del país.
En su hogar, mientras sonaba de fondo la banda catalana de hardcore Budellam (de la gran colección de elepés de Chivolo), padre e hijo respondieron a las inquietudes de EXPRESIONES.
“Escuchar un vinilo es todo un ritual”
Chivolo es de la época preinternet y los fanzines impresos, cuando la música subterránea se intercambiaba por correspondencia, en formato físico. Ahora las cosas son diferentes y es sobre eso que conversamos con su hijo Iván.
¿Las nuevas generaciones valoran toda esa historia previa?
Mis amigos y yo sí la valoramos, pero la verdad es que no mucha gente conoce sobre el tema. Y por parte de las nuevas bandas, tampoco hay interés por grabar en formato físico. La forma de vender la música es diferente ahora y después de unos años seguramente también cambiará. La gente consume música ahora mayoritariamente por YouTube, streaming y por radio.
Es interesante la relación de los melómanos más jóvenes con los formatos físicos...
Cuando mis amigos vienen a casa, se quedan loquísimos cuando ven los vinilos. Nunca habían visto uno en su vida. Es chévere apreciar cómo la gente reacciona no solo al tipo de música sino al disco como objeto. Escuchar un vinilo se vuelve todo un ritual. Y más allá del hecho de coleccionar, a la gente le interesa mucho todo el trabajo que hubo detrás de estas publicaciones.
Underground, el boletín subterráneo de Guayaquil
Leer más¿Y cómo conservan y atesoran la música las generaciones actuales? Pareciera que ahora todo es muy efímero.
Lo que pasa es que no solo la música es efímera. Ahora todo pareciera ser solo una cuestión del momento. Siempre va a salir algo nuevo. Si te interesa algo, lo escuchas, le das ‘me gusta’ y lo descargas. Pero cuando se te llena la memoria (del teléfono), simplemente lo borras para dar espacio a nuevas canciones.
Su generación no colecciona música. ¿Compran discos los adolescentes y veinteañeros?
Mis amigos compran de vez en cuando algún disco por amor a determinada banda; pero ni siquiera los escuchan, solo los tienen de adorno, porque se puede revisar el folleto, porque se ven bonitos, pero no para escuchar.
Ficha
- Tiene 21 años.
- Bajista. Forma parte de Descerebrados 404 (punk and roll), Lord Sebastian (pop punk screamo), Tortuguita (guitarras bossa nova con hiphop y ritmos latinos), Lengua Mocha (skate punk noise progresivo, con saxo).
- Guitarrista en Ruido de Odio (grind/metal).
“Todavía insisto en el formato físico”
Para todos los músicos se vuelve una necesidad adaptarse a lo digital y a los nuevos canales para acercarse a los oyentes. Abordamos ese y otros temas con Chivolo.
¿Cómo le ha ido en ese proceso?
Se me hace un poco difícil, no me adapto al Spotify ni a lo digital. Yo todavía insisto en el formato físico. A Iván le he propuesto sacar discos con sus bandas. Le muestro los nuevos lanzamientos y lo incentivo para que esto no muera.
Sigue editando compilados con Chivolo Diskos.
El último trabajo me tiene que llegar en un mes desde México. Se llama Señales de humo internacional. Se trata del volumen 1, con tres discos. Son más de 50 grupos de Panamá, El Salvador, Honduras...
Aparte va a lanzar el Sin fronteras ni banderas 4, con bandas ecuatorianas.
Sí. Ahí incluyo a los grupos y panas que voy conociendo. Si alguien me regala su disco y me gusta un tema, va para el próximo compilado. Nada de egoísmos.
En los noventa, organizar un concierto o publicar un demo implicaba casi siempre perder dinero o recuperar con las justas lo invertido. ¿Por qué embarcarse en estos proyectos que no son rentables?
Lo hacía y lo hago por amor al arte y amor al ruido. Porque más importante que ganar dinero es la satisfacción de recibir a bandas amigas de Venezuela, de Colombia, de Perú, y conversar con sus integrantes y crear lazos de amistad. Siempre puede surgir la posibilidad de realizar algún nuevo proyecto juntos, sacar un disco o un compilado. Esa es la mayor satisfacción.
¿Cómo se las ingeniaba en la adolescencia para organizar conciertos y sacar los tapes?
Yo en esa época ya trabajaba. Mi mamá tenía una tienda y yo la ayudaba. Y el dinero que me daba, yo lo ‘malgastaba’ invirtiendo en hacer tocadas o sacar casettes y discos siete pulgadas. La mayoría los regalaba a los panas o hacía intercambio con gente de otros países, pero sí había quienes te compraban y con eso se recuperaba en algo lo invertido. Al igual que ahora.
Mathan: Se apropia del death metal
Leer másFicha
- Tiene 46 años.
- Creador en la década de los noventa de Chivolo Diskos, sello aún activo que ha publicado cintas, vinilos y CD de bandas de punk, hardcore, noise y crust, principalmente.
- Organizador de conciertos con grupos ecuatorianos y foráneos.
- Vocalista de Notoken y Ruido de Odio.
Cuestión de oferta y demanda
Los vinilos, casettes y otros formatos físicos son bienes cuyo valor puede dispararse con el tiempo, hasta llegar a precios exorbitantes, si por ejemplo hay un loco (perdón, un coleccionista) en Tokio, Berlín o Estambul dispuesto a pagar lo que se pide, en un tira y jala irracional.
Chivolo lo ejemplifica muy bien con una anécdota: “Cuando en 1996 saqué el disco siete pulgadas de Kaos (Padres de la patria) hice una inversión como de 500.000 sucres. Un billetazo. Aquí casi nadie compraba. Pero a un tipo de Japón le llegó una volante con información del disco y me mandó 10 dólares por correo para que le envíe su ejemplar. Poco después recibí otra carta suya y al abrirla encontré 300 dólares, escondidos entre las hojas. Le mandé 85 discos, por correo también. En pandemia ordené la casa y hallé tres ejemplares de ese siete pulgadas, los promocioné en la web y ‘de una’ alguien me los compró, cada uno en 70 dólares”. Así es la pasión por la música.