¿Vale la pena ver el nuevo live action de Blancanieves?

La malvada reina y madrastra (Gal Gadot) de la princesa Blancanieves (Rachel Zegler/ Emilia Faucher en la niñez) no puede soportar que la belleza de su joven hijastra sea superior a la suya y eso es lo que informa el espejo mágico. Al escucharlo en repetidas ocasiones, llama a su cazador y sirviente (Ansu Kabia) para que la mate y traiga su corazón para corroborar el asesinato. Lejos está de sospechar que Jonathan (Andrew Burnap), súbdito rebelde que se le opone y enfrenta a conocido a Blancanieves.

La princesa, al verse a punto de ser acuchillada, se colma de terror, huye y encuentra refugio en una pequeña vivienda perdida en el bosque. Ignora que allí viven siete enanitos llamados, Sabio, Mocoso, Gruñón, Feliz, Tímido, Dormilón y Tontín. Para esto, Jonathan ha llamado a siete forajidos que están bajo su mando: Maple (Dujonna Gift), Farno (Colin Michael Carmichael), Quigg (George Appleby), Seythe (Samuel Baxter), Finch (Jimmy Johnston), Bingley (Idriss Kargbo, Norwich (Jai Betote) y con ellos salvar a la muchacha que ha empezado a querer. Blancanieves será buscada por la reina a fin de cometer la transgresión final.

La crítica

Si ustedes, amables lectores, piensan que esta Blancanieves es copia textual de la realizada en 1937, no lo sigan pensando; esta versión deja como base la película original, pero va por otros caminos. Por ejemplo, no existe el príncipe que la ama y busca. Tampoco las canciones son del original, exceptuando Heigh-ho, que la cantan los enanos al salir de la mina y, por último, el final es disímil.

Mérito del largometraje que hoy analizamos se debe a la dirección que le otorga Marc Webb (El asombroso Hombre Araña, 2012, etcétera) y lo hace con tal vigor que alcanza su objetivo: entretener y maravillar a los espectadores con el despliegue visual obtenido a través del sistema CGI, que no es otra cosa que valerse de imágenes generadas por computadora. 

El resultado es una aplicación de la infografía y más específicamente, de los gráficos 3D, generados por ordenador para el cine, el arte y los videojuegos. Ello permite que los cuadros adquieran mayor dinamia y -en este filme- alcancen mayor veracidad, especialmente con los enanos (cuyas imágenes están muy cercanas a los seres humanos) y los animales del bosque. Los venados, conejos, la tortuga y los pájaros tienen tal plasticidad en sus rostros que agradan, casi hasta hacer creer que son mascotas de los asistentes al cine.

Las secuencias que ocurren en la mina de piedras preciosas tienen gran iluminación, colorido, animación e imágenes tan perfectas que surge la sensación de que se está en la mejor y mayor pedrería del orbe. Cuando el espejo explota frente a los ojos del espectador, es igual que vivirlo en carne propia y más aun cuando vuelve a formarse. La cinematografía es paisajista y con una gran destreza para imprimir sus colores pues tiene la magia que se vive en Guayaquil cuando en ciertos días se puede ver el Chimborazo.

Las actuaciones no dejan a nadie con la boca abierta, pero agradan. Gal Gadot le saca partido a sus momentos en pantalla y demuestra su calidad artística al dejarse ver como la anciana, que, con aspecto de maldad, quiere aparentar dulzura mientras da la manzana que trae la muerte. Rachel Zegler tiene el peso del filme pues debe actuar, bailar, cantar y mantener su personaje en forma creíble sin olvidar que está representando a un personaje de cuentos infantiles.

El vestuario, especialmente el de la mala reina, es llamativo y bastante original sin apartarse de la realidad y se da el lujo de vestir a su Blancanieves con uno de los trajes que lleva el personaje en los dibujos animados y como esa versión no ha muerto y sigue vigente en Disney+, la comparación es inevitable.

Al guion, escrito por Greta Gerwig (Barbie, 2023) y Erin Cressida Wilson lo han impuesto con seguridad y basándose en Blanca Nieves y los siete enanitos de Walt Disney que entonces era el primer largometraje de dibujos animados. Posteriormente recibió el Óscar y siete pequeñas estatuillas (que entregó Shirley Temple) “por su extraordinaria e innovadora técnica, sonido y riqueza visual”. Esta versión no se queda atrás en momento alguno, pues han tenido la brillante idea de modernizarlo: Jonathan no es un príncipe, es un proletario con ansias de libertad, Blancanieves es toda dulzura pero de temple, lo cual da imagen al concepto que hoy se tiene de la mujer. 

Los enanos muestran sus temperamentos sin barniz alguno y la poesía está en esos animales cuyas expresiones valen más que mil palabras. Todo esto le da más adultez al filme y lo hace digno de verse, aunque usted sea parte de grupos cinéfilos que no gustan de escuchar melodías interpretadas por los personajes presentados en lo que a veces llaman lienzo de plata.

ALGO MÁS. - Este cuento, muy popular, se basa en historias escritas, recopiladas o adaptadas por los hermanos Jacob (1785-1863) y Wilhelm Grimm (1786-1859), oriundos de Alemania. De ellos también son Caperucita roja, La cenicienta y La bella durmiente, temas llevados al cine por Walt Disney que hoy no circulan mayormente pero que fueron favoritos de las chiquillas del siglo XX. Filmar esta nueva entrega costó 270.4 millones de dólares.

Calificación: ****

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