
Vanessa y María Cecilia: "Respetar el tiempo de la infancia es urgente"
Desde Samborondón, levantaron La Ludoteca que fomenta el juego libre y el respeto por el desarrollo infantil.
Entrar a La Ludoteca es como bajar el volumen del mundo. Afuera el ruido, adentro el susurro de un ambiente pensado con ternura. Los tonos neutros abrazan: hay beiges suaves, grises que calman y combinan con el tono de la madera. En lugar de estímulos sobrecargados, hay pausas. En vez de luces estridentes, luz natural filtrada por ventanales amplios y que iluminan túneles curvos, escondites, rincones para leer, para trepar, para descansar.
Este espacio ubicado en Samborondón fue creado por Vanessa Moyano y María Cecilia Armijos, quienes explican que este es un lugar de juego libre, cuidado y con sentido. Donde la observación atenta y el respeto por los ritmos de cada niño guían todas las decisión. Y donde el adulto no queda afuera: también es acompañado, sostenido, escuchado.
Un refugio familiar
María Cecilia, máster en Atención Temprana y Vanessa, máster en Comunicación Empresarial, son amigas, pero sobre todo, mujeres que han vivido la maternidad con todas sus luces y sombras. De ese recorrido, y de los aprendizajes que le da el trabajo clínico a María Cecilia con los niños, nació La Ludoteca.
“Nos dimos cuenta de que había un vacío enorme en las propuestas para la primera infancia. Lugares con demasiada estimulación, poca contención real y sin espacio para el adulto que cuida. Este espacio surge para cuidar ese vínculo”, explican.
Aquí no hay fichas, no hay tareas, no hay presión. Lo que hay son elementos que habilitan el juego como motor de desarrollo, a través, de materiales nobles, y el acompañamiento de parvularias que no están solo para “vigilar”, sino para interactuar, estimular, y acompañar desde el cuidado y la educación.
“Uno de nuestros objetivos fue generar una convivencia armónica. No queríamos un espacio donde al adulto le toca quedarse afuera mientras el niño juega. Aquí, los niños invitan a sus papás a participar: a construir, a armar juntos, a inventar historias”, comenta María Cecilia.
Y, como el lugar también es cómodo para los grandes, eso se da de forma natural. “Muchas familias terminan el día aquí porque pueden compartir de verdad, e incluso, brindamos talleres para adultos y se celebran cumpleaños infantiles. Al final, todo eso suma a lo que más soñamos: construir comunidad”, añade Vanessa.

Experiencias inmersivas
Las mesas de talleres cambian cada semana. Un día los chicos crean jardines; al siguiente, diseñan autos con cartones y materiales reciclados. La idea es que cada encuentro despierte curiosidad y ganas de explorar.
Este año, el equipo quiere poner el foco en las experiencias inmersivas, una línea que comenzó en 2024 con dos propuestas temáticas, una sobre el espacio y otra navideña. Ahora, en mayo, llegará “Ludo Candy Shop”, una experiencia sensorial inspirada en el mundo de los dulces… pero sin azúcar.
Colores vibrantes, texturas sorprendentes, aromas envolventes y una narrativa cuidadosamente pensada se combinan para que a modo de juego, entren en ese universo y lo habiten.
“Respetar el tiempo de la infancia es urgente. No hay que apurar a los niños". concluye María Cecilia.
Cara a cara
¿Cuál es el enfoque que quisieron darles a los juegos y al espacio en sí?
María Cecilia: Queríamos alejarnos de los juegos armados. Apostamos por el juego desestructurado, que potencia la creatividad, la toma de decisiones y el pensamiento crítico. Aquí el niño no encuentra respuestas, encuentra posibilidades.
¿Podemos decir que se inspiran en Montessori?
Vanessa: Hay una influencia, pero no nos definimos por una sola corriente. Nuestro enfoque combina varias tendencias. Eso es parte del valor diferencial: adaptamos lo mejor de distintos modelos para crear una experiencia única.
¿Cómo enfrentan el desafío de competir con las pantallas?
Vanessa: Creamos un entorno que combate el sobreestímulo. Nada está pensado al azar: los colores, la música, los olores, los materiales... todo invita a bajar revoluciones, y a generar comunidad con actividades que implican trabajo en equipo, como por ejemplo, el juego de poleas. Y lo que vemos es que los niños lo agradecen. Se autorregulan, disfrutan, y se escuchan a sí mismos.
¿Han recibido niños con condiciones como autismo? ¿Cómo es la experiencia para ellos?
María Cecilia: Sí, absolutamente y con otras condiciones. Pero desde nuestra perspectiva, la atención es la misma: partimos del respeto, la observación, y de estar preparadas para acompañar según las particularidades de cada niño. La baja carga de estímulos ayuda muchísimo a que ellos se sientan cómodos.
¿Qué pasa cuando un espacio de juego se anima a desafiar las reglas del tiempo y le dice a un niño de 11 años: “todavía puedes jugar”?
María Cecilia: Si bien empezamos con niños de 1 a 6 años, descubrimos que chicos de 9, 10 y hasta 12 años se sentían cómodos. Y en un mundo que cada vez empuja más rápido a los niños a comportarse como adultos, decidimos respetar la infancia. Porque sí, a los 11 años todavía eres un niño, y mereces espacios que te lo recuerden.
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