Wendy Rosillo: "No iba a permitir que el cáncer me quite la alegría de vivir"
A la expresentadora de noticias le amputaron una parte del dedo gordo de su pie derecho a causa de un melanoma maligno.
A sus 44 años, la comunicadora Wendy Rosillo, alejada de la TV, recibió (en mayo del 2020) la noticia de que tenía cáncer: melanoma maligno en su pie derecho. Acaba de regresar de Houston, Estados Unidos, donde se sometió a una cirugía (en el MD Anderson Cancer Center). Una parte de su dedo gordo fue amputado y además le extirparon dos ganglios de la pierna derecha.
Mariela Viteri en cuarentena
Leer másTodavía no camina con normalidad porque unos puntos de sutura se abrieron y la herida tomará su tiempo en cicatrizar. A pesar de la prueba que vive, no ha perdido su sonrisa. Su esposo, Santiago Romero, no la deja sola ni un instante y es su soporte.
A través de esta entrevista, la expresentadora del desaparecido 'Noticiero al cierre', de TC, da su testimonio. Trabajó con el doctor Eduardo Manrique, Fausto Valdiviezo y Carlos Luis Morales. Ahora es asesora en Comunicación.
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Leer másCuando le dijeron que la amputación era la única opción, ¿qué se le vino a la cabeza?
Me amputaron la parte de arriba del dedo gordo, era la opción que existía, no otra. Todo en el cuerpo tiene una función y como no lo extirparon completamente, lo que queda me ayudará a mantener el equilibrio. Lo cortaron porque no es el típico melanoma de piel. Este es subungueal (debajo de la uña).
Es raro y siempre es maligno y agresivo. Además sacaron dos ganglios de la pierna y a través de un procedimiento quirúrgico llamado ganglio centinela se determinó si el mal se había diseminado. No fue así. A todo se le hizo biopsia.
Es inevitable llorar o desesperarse...
Las operaciones fueron al mismo tiempo y colocaron anestesia general. Me prepararon en un cuarto aparte, nunca vi el quirófano, a este llegué dormida. Es lo mejor, así no se recibe el impacto de estar ahí.
Nunca sentí miedo, pero reconozco que cuando recibí la noticia confirmada de la amputación, me sentí mal porque iba a quedarme sin una parte de mi cuerpo. Sale a flote lo terrenal. Piensas que se va a notar, que no podrás usar determinados zapatos. Ese sentimiento dura poco tiempo porque es aquello o morir. No hay más elección.
¿Cómo se dio cuenta de que algo extraño pasaba en su cuerpo?
Tenía una raya color plomo en la uña del dedo gordo del pie derecho. Al inicio pensé que era un golpe, nunca le di importancia ni se me ocurrió que era cáncer. Antes de la pandemia apareció y este año me di cuenta de que la raya se hizo más grande y cambió de tono. La chica que me hace la pedicura (Génesis) lo notó.
Cometí el error de ir a un podólogo y no a un dermatólogo, permití que abrieran la uña. Total ignorancia. Tal vez los podólogos no tienen esa información de que las manchas pueden ser cáncer y no deben ser tocadas.
Las pruebas en la vida siempre tienen un motivo.
El 2008 fue el peor año de mi vida porque incautaron TC y mi primer matrimonio se terminó, me divorcié. Siempre he sido una mujer organizada, me quedé sin rumbo. Trabajé en dos ocasiones en TC. La única cadena en la cual no he estado es RTS. Yo me fui cuando me di cuenta de que nada iba a cambiar y no estaba de acuerdo con lo que ocurría con las nuevas administraciones.
Entonces me quedé callada por respeto a mis compañeros. Comprendo que cada quien tiene sus necesidades y era su único trabajo, por ello muchos decidieron continuar. Yo debía seguir adelante o hundirme, así que tomé un camino espiritual, comencé a practicar yoga. Ese fue el inicio e hice un trabajo interno.
¿Para qué le sirvió aquello?
Cuando me dijeron que tenía la enfermedad, no lo creía. Ya luego pensé que debía dejarme ayudar. Nunca lo había permitido, siempre era la que tenía el control. Me ha tocado salir adelante con mis hijos Víctor Hugo (quien tiene una discapacidad visual del 78 %) y José Emilio Marín, enfrenté un divorcio, en ocasiones he tenido tres trabajos a la vez. Las terapias espirituales me decían que me deje ayudar y que no me aísle. Decidí abrirme porque sola no podía y acepté ayuda. La vida me lo gritó varias veces.
¿Experimentó miedo a la muerte?
No lo sentí. El único temor que me permití fue el de madre, pensaba en mis hijos. El trabajo espiritual con yoga, lectura y terapias que he hecho me sostiene como roca. He comprendido quién es Dios. Mi alma no está enferma, es mi cuerpo el que tenía cáncer. No permitiré que la enfermedad me quite mi alegría y mis ganas de vivir.
Tampoco dejé que los pensamientos negativos invadan mi cabeza. No me conecté con el miedo, sino con el amor. Si me está pasando esto, es porque mi alma lo necesita para progresar. También creo que si me llegara a ocurrir algo, es porque mis hijos tendrían que vivir aquello.
Siempre existe una enseñanza…
Aprendí que cuando el cáncer llega, nunca se va sin cobrar factura. Siempre extirpan algo, por ello es una dolencia que golpea tanto en lo físico como en lo emocional. Depende de cómo esté la vida de cada persona, quita la esperanza, nos mete miedo.
¿Ahora cuál es el camino a seguir?
Estoy en recuperación porque se abrió la herida, la piel no respondió a los puntos. Hay como 50 puntos externos e internos, una herida muy grande. Me cosieron como muñeca de trapo. Gracias a Dios no soy diabética. Tal vez tome un mes la cicatrización. Por ahora prefiero no apoyar el pie. Trato de agitarme lo menos posible.
Ya no tengo el mal, pero debo ir cada cuatro meses a revisión durante dos años porque se corre el riesgo de que regrese.
¿Su esposo ha sido su soporte?
Él no pudo viajar a Houston de inmediato, permanecí varios días sola. Llegó en el preciso momento. Cuando salí de la operación, estuve drogada tres días, me dieron pastillas fuertes para el dolor. Debo enfrentarme al dolor fantasma; el cerebro todavía cree que está ahí esa parte, la está buscando. Aunque crean que estoy loca, debí hablarle a mi cuerpo y decirle que esa parte tuvo que irse porque gracias a ese sacrificio estamos vivos.
Mi esposo fue mi enfermero, no dormía y me cocinaba. En la pandemia me salvó porque yo solo preparo cremas (risas). Nos conocíamos desde jóvenes, nos casamos en 2012. Cuando me divorcié se formó un grupo de amigos divorciados y con hijos. Procreamos a Santiago (5).
Aunque sea por unos días, estar sola en una situación así es muy duro…
Me di cuenta de que necesitaba esos momentos de soledad. Cuando llegué al Anderson fue chocante porque ingresaba como paciente al hospital, no iba a visitar a nadie. Ellos tienen un lema que expresa: “Me preocupo por ti”. Eso produce ganas de llorar. También me dio ansiedad, volví a fumar cigarrillo electrónico, no fumaba desde 2009. No soy perfecta ni de piedra.
La gente que vive esta enfermedad sola, no sé cómo lo hace; yo tuve la ayuda de mi esposo, mi familia, hijos, el doctor Luis Eduardo Fayad y por fortuna un seguro médico con cobertura en el extranjero. Cada persona estuvo en el momento perfecto.
Si hubiera tenido que recibir tratamiento, habría sido con inmunoterapia y no quimioterapia, esta no es conveniente. Los médicos me dijeron que la ‘quimio’ mata a mitad de camino a personas con este tipo de cáncer. En Ecuador no aplican la inmunoterapia, siguen tratando con ‘quimio’ estos melanomas.
¿Cómo vivieron sus hijos esta prueba?
Mi hijo mayor cuando se enteró de que el cáncer no avanzó a otra parte del cuerpo literalmente se fue de farra. Respiró (risas).
En tiempos de pandemia la situación se complica y más en un hospital, aunque sea en Estados Unidos.
Solo ingresa el paciente al hospital. Los demás, es decir los familiares, se quedan en la puerta y se respetan las medidas de bioseguridad. A mi esposo lo llamaban para informarle de mi estado. El 4 y 5 de octubre serán mis nuevos chequeos.
¿Considera que los resentimientos producen cáncer?
Ya no soy católica, creo en Dios. Sigo con mis meditaciones de sanación. El perdón es importante en la vida. El cáncer me dio o me regaló sanar la relación con mi hermana, Amelia. Hace años se dio una diferencia, seguíamos hablando, pero ya no era lo mismo. Ahora perdoné y me perdonaron. Es lo más lindo que me dio esta enfermedad. Volvió a ser todo igual, se borraron los malentendidos, nadie quiere mencionar aquello. Me reencontré con mi hermana, eso fue lo más sanador.