Sobre el asesinato de Fernando Villavicencio
Sicarios llevaron a un coliseo del norte de Quito granadas que no explotaron entre la multitud y armas, que habrían usado en otros atentados
El crimen del periodista de investigación, luchador anticorrupción y candidato presidenciable Fernando Villavicencio no puede quedar en la impunidad. A la salida de un mitin, bajo custodia de uniformados policiales, un grupo de gatilleros lo acribilló. Las mafias políticas y el narcotráfico lo habían amenazado al menos en siete ocasiones; no obstante, la prensa internacional perseverante para explicar el sangriento suceso ha resultado la única y mejor recopiladora de versiones, pistas, datos tecnológicos, contactos telefónicos, pruebas y testimonios especializados del brutal magnicidio, que marcó la siniestralidad de nuestra historia política contemporánea.
La indolencia no es poca cosa. La autoridad electoral permitió un debate inicuo, atropellado, casi fraudulento. Pese a todo y en ausencia doble su relevo, Christian Zurita, alcanzó el tercer lugar en las elecciones turbias del pasado 20-A, con el voto de condolencia, tras emociones de impotencia y consternación. El voto telemático del exterior: un agobiante fracaso.
Recordemos el día del crimen. Sicarios llevaron a un coliseo del norte de Quito granadas que no explotaron entre la multitud y armas, que habrían usado en otros atentados. En el sitio, las cámaras grabaron a infiltrados; a quien decidió guiar a la víctima a una camioneta policial desprotegida, no a un auto blindado que estaba por llegar. El autor material murió abaleado; a las pocas horas la Policía dijo haber capturado a seis colombianos, con celulares y pistolas, vinculados a delitos anteriores de narcotráfico y porte de armas. Hay conversaciones telefónicas de estos con tres políticos ecuatorianos, según informó la televisión de Colombia; acaso, ¿los autores intelectuales? ¿Quiénes? ¿Por qué el silencio y lentitud?
El gobierno de Guillermo Lasso pidió al FBI estadounidense investigar. Luego trasladaron a alias Fito a la cárcel de máxima seguridad La Roca. En vida Villavicencio denunció amenazas. Por su libro Arroz Verde, la Fiscalía apuntaló el caso Sobornos, que concluyó con la sentencia de cárcel para Rafael Correa y sus compinches. Más allá del efecto electorero, la ciudadanía exige la verdad, una justicia vigorosa y certezas para resolver el asesinato del mártir que se inmoló ante la corrupción desbordada, la tiranía política y el narcotráfico desquiciado.
Kléber Mantilla Cisneros