Banalidad ‘in excelsis urbi’
Tras la exhibición de frases en las paredes, muchas memorables, pero muy lejos de enmarcarse en el género de las artes plásticas del muralismo y sin consentimiento de sus autores, se ha llegado al insolente irrespeto a la memoria de un encuentro entre Bolívar y San Martín, que decidió la pertenencia de nuestra Guayaquil a las nacientes naciones, a la Gran Colombia, al Perú o a formar una República Independiente.
El haber implantado un gigantesco árbol navideño delante del hemiciclo que perenniza la memoria y enseñanza a las posteriores generaciones de la magna gesta de los dos grandes libertadores, ya impactado por la extendida moda de colocar en grande letras inapropiadamente el nombre de la ciudad, constituye extrema aberración, al haber ignorado el planteamiento monumental del eje de la calle 9 de Octubre y sus dos puntos extremos: Hemiciclo en el Malecón Simón Bolívar y la Columna de los Próceres en la Plaza del Centenario, otrora destacables cuando las edificaciones estaban alineadas en sus alturas, conformando el concepto renacentista de la perspectiva en la espacialidad urbana.
¡Qué tiempos de nuestros legítimos patricios!
Ahora ha tocado convertir la Av. Víctor Emilio Estrada en el hazmerreir de Andy Warhol, al pintar el mobiliario urbano cual ‘candies’, chupetines, chocolatines, etc., de manera vulgar y acaramelada en un inmerecido trato a los urdesinos y a la ciudad, que incluso desluce a la discutida plazoleta hebrea en el inicio de la citada avenida.
Decencia y respeto pide la ciudadanía guayaquileña.
Confiemos en que estas degradaciones urbanas no se extienda a nuestra capital y otras ciudades del país.
Felipe Huerta Llona